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Otres
Columna
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Mercurio Retrógrado - Parte II

Las identidades sexuales disidentes se representan en demasiadas ocasiones como una tendencia o algo novedoso, un modo de frivolizar y denostar lo que representan

Chenta Tsai Tseng
Un grupo de personas circula en bici por Madrid Río.
Un grupo de personas circula en bici por Madrid Río. ÁLVARO GARCÍA

“Maldito mercurio retrógrado”, dijo B., mientras esquivábamos los aspersores de Madrid Río. B. no lo reconoció, pero pasear conmigo a las 2 de la mañana era su plan B: un chico de Grindr le canceló los planes en el último momento.

“¿Eres anatómicamente un hombre?”, me preguntó. Cuando le dije que mis genitales no debería condicionar si quería salir a tomar algo, paró de contestar. “Eso no es el mercurio retrógrado; se llama transfobia”. B. soltó un gran suspiro. No era la primera vez que le pasaba. Lo peor fue su respuesta: “Soy muy tradicional”; “No estoy acostumbrado a las nuevas tendencias de género”. Como si la identidad fuera una camiseta a granel. Así se representan las identidades disidentes en Occidente: como una tendencia, como algo novedoso. Así aparecen en documentales, en medios en anuncios que las instrumentalizan.

Pero el género y el sexo fuera del binarismo y de lo cis-heteronormativo es ancestral. “El trasfondo de entender género e identidades disidentes como una tendencia o como algo novedoso es peligroso ya que aceptar la colonización por parte de Occidente de cómo se entendía el sexo y el género en las ancestralidades”, explicaba la artista Travis Alabanza en un artículo para The Huffington Post.

Al fijarse en la sexualidad ancestral en China, por ejemplo, se aprecia que la disidencia sexual estaba más presente antes del siglo XIX, antes del Movimiento de Autofortalecimiento, un periodo de reformas institucionales que se produjo durante el último periodo de la Dinastía Qing. Y que supuso la occidentalización de China y la colonización cultural mediante la introducción de la ciencia y la filosofía occidental.

También se importó la homofobia del oeste como evidencia la palabra “tongxinglianbing” (enfermedad de la homosexualidad). La propia definición consideraba al colectivo LGTBI algo anormal; como un trastorno, que requería una cura. Por ello, cuando se legalizó el matrimonio homosexual en Taiwán, me chocó que tanta gente celebrara que mi país natal hubiese abolido una de las grandes barreras impuestas por la homofobia institucional que Occidente había creado.

Por poner otro ejemplo, el uso del género neutro en el lenguaje siempre estuvo presente en el chino mandarín. Según Victor Mair, profesor de lengua y literatura China en la Universidad de Pennsylvania, los pronombres personales en tercera persona (él, ella, ellos, ellas...) eran neutros hasta comienzos del siglo XX. Fue entonces —emulando el lenguaje de Occidente— cuando decidieron que sería buena idea introducir el género en la escritura china.

Por eso, estos discursos que hoy muchos consideran nuevos, en realidad fueron borrados y homogeneizados por Occidente hace tiempo. Por eso se crean etiquetas cuando algo intenta escaparse de unos parámetros que ya intentaron borrar.

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