“Si le quiero dar un beso a mi novio estoy en mi derecho”
El jugador de waterpolo Víctor Gutiérrez protagonizó hace dos años la portada de la revista ‘Shangay’ para visibilizar la realidad de los deportistas de élite homosexuales. Ahora conciencia sobre el colectivo LGTBI+ en el deporte y capitanea el Real Canoe
Víctor Gutiérrez empezó a nadar a los dos años. A los ocho le ficharon en la escuela de waterpolo. A los 16 entró en el Centro de Alto Rendimiento Deportivo: entrenaba de ocho a once, estudiaba de once a cinco y acababa el día con más ejercicio físico. A los 19 se lanzó a la selección española, hace dos años protagonizó la portada de la revista Shangay para visibilizar la realidad de los deportistas de élite homosexuales. Su buen momento vital estuvo secundado por el éxito profesional. En 2018 fue uno de los waterpolistas más goleadores de la Liga y sorprendió que dejara la selección española. Ahora conciencia sobre el colectivo LGTBI+ en el deporte y capitanea el Real Canoe, su equipo desde hace diez años.
¿Qué es para usted el waterpolo?
Es mi estilo de vida. Soy como soy no solo por las victorias sino también por momentos duros como quedarme fuera de las Olimpiadas de Río. Se rompió un sueño y lo pasé muy mal pero aprendí a salir adelante.
¿Por qué se habla poco de este deporte?
España vivió su época dorada con un Oro en Atlanta 96 y una medalla de Plata en Barcelona del 92. Sin embargo, la recesión económica y la falta de profesionalización complica que haya un seguimiento en prensa. Ahora han creado trofeos en la liga y galas. Se trabaja por hacer al deporte más vistoso.
¿Es ahora este deporte más popular entre los jóvenes?
Hay una dificultad, que es que en un patio coges una bola de papel y te pones a jugar a fútbol. Waterpolo requiere una piscina. Además, si no generas interés, no informan de ti. Ahora, gracias a un compromiso de LaLiga de fútbol se televisa un partido de waterpolo a la semana y el número de licencias de niños ha aumentado. Vamos por buen camino.
Destaca la importancia de ver para inspirar. Usted decidió mostrar su historia, ¿cómo llegó a ese paso?
Primero incluso pensé que estaba enfermo. Tenía miedo de que mi familia deportiva me aislara. O de que los contratos con marcas se cayeran por no estar en su línea ideológica. Pero la reacción de mis mejores amigos al contárselo me dio confianza y fui diciéndolo. Nunca he sufrido homofobia. Otros muchos, sí, y cuando se habla de deporte y homosexualidad es sobre abusos. Por eso creí necesario dar referentes positivos y en 2016 surgió la oportunidad con ‘Shanghay’. Cuando me enseñaron la revista impresa, conmigo en portada, pensé “quién me manda meterme si no he tenido problemas”. Ahora estoy súper orgulloso y me arrepiento de no haberlo hecho antes.
¿Por qué pervive este tabú?
El deporte abandera valores como el compañerismo pero se pierde en LGTBIT+. En las últimas Olimpiadas solo 45 atletas eran abiertamente homosexuales. Cuando tenía 13 años si hubiese visto futbolistas con su chico mi proceso hubiese sido más fácil. Salvo Kike Sarasola, que fue olímpico en hípica, no habría sabido decirle a nadie. Ahora están Javier Raya, patinador olímpico, o Alba Palacio, futbolista trans, como ejemplos. El punto de inflexión para acabar con la homofobia en el deporte será cuando un futbolista de primera fila dé ese paso.
En febrero participó en el I Congreso de Deporte y Diversidad, ¿cómo fue la experiencia?
Las conclusiones que sacamos fueron generales porque menos es más y porque fue el primer encuentro de este tipo. Yo aprendí que las mujeres trans futbolistas no pueden competir, pero los hombres trans, sí, porque se considera que no igualarán al resto de jugadores. Es decir, por machismo. Pedimos que se condene la homofobia porque escuchamos ‘maricón’ en un estadio de fútbol y no pasa nada.
En este mismo evento se formó como educador en diversidad, ¿qué le aporta guiar a los demás?
Mi primera charla, antes incluso de formarme, fue en el Centro de Alto Rendimiento donde estudié. Un profesor me contactó porque sospechaba que un chico estaba atravesando lo que yo viví. También me llamaron de las charlas TED y para dar varias conferencias por distintos ayuntamientos e institutos de España. Ahora sé más a todos los niveles y educo a jóvenes estudiantes, algo que en mi día no tuve. Y me gusta también conversar con los padres, que piensan de manera estereotipada sobre sus hijos. Todos tenemos muchísimo que aprender.
Y sobre mostrar el afecto entre parejas homosexuales, ¿cómo actúa?
Si le quiero dar un beso a mi novio estoy en mi derecho, pero sigue suscitando miradas. Y sí que noto que no es lo mismo pasear por Gran Vía que Ávila o Córdoba. Eso cambiará a base de no censurarnos.
Reivindicar y celebrar
En 2017 Madrid fue capital mundial del Orgullo con más de dos millones de personas, según el consistorio. Sobre las críticas habla Gutiérrez: "Entiendo quienes dicen que quizá se ha desvirtuado pero durante el Orgullo hay actividades sociales y de memoria histórica. Desde mi punto de vista el carácter de la manifestación es el mismo complementado con la parte festiva, un hecho penado e imposible en otros países. Y por eso reivindicar y celebrar en Madrid en el World Pride es un mensaje mundial".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.