“Somos niños que hemos olvidado cómo jugar”
"En el mundo musical se cree que quienes enseñan es porque no pueden dedicarse a ello, y no es así", dice Virginia Rodrigo, que se autodefine como "percuautora"
Virginia Rodrigo es medio gata. Su madre, nacida en Palencia de casualidad, es madrileña. Criada cerca de Puerta de Toledo, a sus 38 años ha intentado irse al campo sin éxito porque siempre ha vuelto a la capital. La urbe la atrapa aunque a veces la nota agresiva. Por eso vive rodeada de árboles y con libertad para la bici. Lanza su segundo disco como “percuautora”, la palabra que ha inventado para poder definirse, y confiesa estar aterrada por el aluvión de citas electorales. “Llevo tres meses trabajando 16 horas diarias. No me da la vida para emprender, autogestionar el proyecto y estar políticamente al día”.
Una de sus canciones, Arroz pasao, tiene algo de mensaje generacional.
Pasados los 30 años mis amigas tuvieron hijos y sentí que me quedaba sola. Tanto mi familia como mis amigas feministas lo veían raro, decían que ya me llegarían las ganas. Incluso ahora, con Arroz pasao, lo interpretan como que quiero ser madre pero lo camuflo con una canción.
También en Hipersexualidad habla de las mujeres. ¿Se considera activista en sus canciones?
Mis letras son feministas, así que sí, hay una visión crítica que me sale natural. No pretendo abanderarme de nada pero es verdad que tratan temas que me interesan. A mí lo que me parece raro es que la gente no tenga una visión feminista.
El 8M duplicó su asistencia este año en Madrid, según Policía Nacional. Hay un auge del feminismo ¿Cuál es tu visión sobre esta tendencia?
El feminismo es la gran revolución de este momento y me parece fantástico que esté de moda, que niñas de doce años forren sus carpetas con consignas igualitarias en vez de fotos de la Súper Pop. Lo que genere conciencia y nos haga crecer como individuos y sociedad es increíble ¿Que hay cosas que se pueden matizar? Sí, porque es un movimiento plural y crítico. Preocupante sería que fuera monolítico.
Reivindica bailar reguetón, un género mal considerado en ciertos círculos.
Vivimos en una sociedad con una preponderancia de lo mental en la que el cuerpo se abandona. Creo que el cuerpo es una puerta de conexión con espacios de la consciencia, el disfrute y la plenitud a los que no llega la cabeza. Reivindico habitar nuestro cuerpo, sobre todo las mujeres, que nos enseñan a escondernos desde que nacemos. En Intrusa he trabajado mucho con el movimiento. Es además un disco y un directo muy bailable.
¿Ha sufrido machismo en su carrera?
Cuando empecé, tocando batería y percusión, no había otras mujeres salvo las cantantes, a las que se valoraba como locas histéricas. Era duro compartir furgoneta rodeada de hombres, al igual que les pasa a científicas y otras profesionales. Iba de machota y viví el paternalismo y mansplaining de los demás porque era además joven, era una mezcla de te enseño y te veo como objeto de deseo. Este machismo lo vemos también en los festivales, donde el 95% son hombres ¿Las bandas masculinas son mejores que las femeninas? No, pero tienen más visibilidad.
¿Por qué “percuautora”?
Llegar a ser “percuautora” ha sido un proceso. Empecé a darle forma en 2009 porque quería hacer armonía y melodía, cantar y componer. Y porque siempre he escrito reflexiones en prosa. El fondo de todo esto son mis ganas de decir cosas pero no saber cuál era el vehículo adecuado. Ahora es cuando más me acerco a cómo quiero expresarme. En la portada de Intrusa tengo alas, cola y cuernos. Soy un animal formado de otros animales. Es decir, soy profesora y actúo y canto y bailo. Lo suelo explicar con que somos niños a los que se nos ha olvidado a qué venimos, que hemos olvidado cómo jugar.
Se formó en la Escuela de Música y Danza de Madrid y colaboró con varios grupos. ¿Cuándo decide ir en solitario y cómo ha sido ese camino?
Primero lo compaginé. Luego reemplacé las cuatro horas al día de estudio de batería a experimentar y a despojarme del afán de perfeccionismo. Y el resto se dio muy natural. Siempre he sido muy selectiva con los proyectos con los que he trabajado porque tenía otra baza: dar clases. En el mundo musical se cree que quienes enseñan es porque no pueden dedicarse a ello, y no es así. La docencia para mí es vocacional, mi anclaje durante 20 años, me conecta con la gente y aprendo muchísimo.
El directo como 'stand up' musical
Mezcla géneros, formas y ritmos, un rasgo que trasluce el nombre que usa para definirse: “No me identificaba con ser cantautora y lo que escribo y la batería para mí son importantes, así que me inventé un término: PercuAutora”. “Mis directos son ‘stand ups’ musicales”, dice Virginia Rodrigo.
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