La lista de X
Lo más justo sería que se confeccionara la lista de todos los que no salen. Una lista paralela. Así se conseguiría que la sensación de invisibilidad, de callado reproche, quedase neutralizado
Vuelvo a encontrarme con X (le llamaré así para no comprometerlo), después de no vernos durante los últimos cuatro meses. Como hacemos desde hace años, nos vemos en el Zurich. En este histórico bar, nos sentábamos también en los años setenta, se nos dio por evocar. A veces teníamos como vecinos de mesa a Paco Candel y el pintor postita Antonio Beneyto. A pocos metros, por entonces había un quiosco de diarios (que no es el mismo que hay ahora unos metros más alejado) regentado por un excomisario de la policía nacional, durante la dictadura de Franco, y también autor de novelas policíacas y ciencia-ficción, Tomás Salvador. Éste se sentaba a compartir café y tertulia hacia las 11 de la mañana con Candel (que siempre lo defendió de las acusaciones de “hombre del régimen”) y Beneyto. Solía hacer las dos cosas casi a la vez. Estar de tertulia en la terraza y atender su negocio desde los 10 metros que lo distanciaba. Qué tiempos aquellos, nos decimos con X, sabiendo que estamos dramatizando. “Hay listas en las que si no sales, no eres nadie”, enuncia de pronto, como necesitando romper cuanto antes el silencio. Lo dijo casi en sordina, como para él mismo antes que para cualquier interlocutor. “Qué”, pregunté, porque la frase me había llegado desdibujada. “Que hay listas y listas. Que en algunas es mejor que no salgas y en otras, si sales, descubres que eres alguien, sabes que cuentas para algunos o para algo”. Siguiendo su razonamiento, que enseguida entendí que no era exactamente un lamento, le dije que sin salir en esa lista, también era alguien, si es que hablábamos de él. Lo era para mí y para mucha gente que lo conocía, pensé. Decidimos tácitamente seguir hablando del tema con toda naturalidad, sin saber yo todavía a qué enigmática lista se refería. Entonces X comenzó un monólogo sobre la naturaleza de los gestos, sobre la importancia de esas señales milagrosas que te alcanzan dando cuenta de tu existencia, sobre esos mensajes que te designan como habitante de una comunidad en la cual participas y de la cual necesitas su reconocimiento como el aire que respiras. Ni medallas, acotaba, ni reconocimientos estentóreos. Sólo estar en esa lista, tal vez la más importante de tu existencia, para poder decir gracias y seguir con tu vida. “Y olvidarte de la dichosa lista”, acotó desganado. También podrías olvidarte de la que no sales, traté de aconsejarlo inútilmente. “Esta es otra cuestión”, me dijo. “Haré como que me olvido del asunto, sobre todo para que no me impida seguir haciendo lo que siempre he hecho en esta ciudad, mejor o peor, que fue pensar mucho en ella, con mayor o menor fortuna, reflexionar y hacer algo, aunque fuese ínfimo, para que fuera mejor. Y no tanto, —quiso aclarar casi con urgencia—, para que fuera mejor por ir mejor, sino porque sé que así también me iría bien a mí, que tampoco soy un tan buen y desinteresado ciudadano”. Acabamos la consumición y nos despedimos. Sabíamos que íbamos a encontrarnos dentro de poco porque no hacía mucho que había sido abuelo y quería que conociera a su nieta.
Me quedé pensando en lo que X me había dicho. No intenté averiguar qué lista podía ser esa en la que él no salía. Así que comencé a pensar en una lista semejante y qué hubiera sucedido si yo tampoco hubiera salido en ella. No me sorprendió descubrir que también hubiera llegado a la misma conclusión que X. Barajé otra posibilidad, puestos ya imaginar lo inimaginable. Que se confeccionara la lista de todos los que no salen. Una lista paralela. Sería lo más justo. Incluso lo más saludable para los ausentes. Aquella sensación de invisibilidad, de callado reproche nunca supe a quién de X, todo eso quedaría neutralizado por esa oportuna lista. Ahora mismo ya estoy visualizando las dos listas. La que cita a los que cuentan y las que cita a los que no. Todas las cosas tienen dos caras. No solo las monedas. La luna, que ilumina tanto a los que salen en la lista como a los que no, también tiene dos caras. Siempre queremos conocer la que no vemos. Como la lista en la que salen los que no cuentan. O se olvidaron de ellos, que también podría ser, puestos a consolarnos.
Cuando vea a X le transmitiré estas reflexiones. Y trataré de comportarme con él como si yo tampoco hubiera salido en ninguna lista. Y si alguna vez salgo en alguna, no se lo diré.
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