“Los zoos se han transformado en centros de conservación e investigación”
La veterinaria Eva Martínez dedica sus esfuerzos diarios a preservar la salud de los animales en el zoo de Madrid, entre ellos la de 'Batschii', una hembra de la amenazada especie de rinoceronte indio
La joven Batschii se mueve despacio pero con agilidad dentro de su instalación en el Zoo Aquarium de Madrid. Esta hembra de rinoceronte indio y de más de dos toneladas de peso acude al encuentro de Eva Martínez. La madrileña, de 43 años, es la responsable del departamento veterinario. Como Batschii solo quedan 5.000 ejemplares en el planeta y está catalogada como vulnerable. "Mantenemos a 60 especies amenazadas. La divulgación de nuestro trabajo es una máxima que debemos potenciar para que la sociedad sepa de su importancia en el futuro", reconoce.
¿Cuándo llegó Batschii a sus instalaciones?
En 2010. Vino del zoo de Basel en Suiza y su adaptación fue fácil debido al carácter dócil que tiene, pese a sus dimensiones. Por aquel entonces tenía seis años y aún me sigue impresionando su proximidad y confianza absoluta, en especial a la hora de hacer muchas intervenciones veterinarias. Cada vez que se acerca y se deja acariciar se convierte en un momento casi mágico.
¿Por qué nació allí?
Batschii se encuentra en el programa europeo de cría de especies amenazadas que lleva activo más de tres décadas. Su objetivo es mantener desde un punto de vista genético sano ejemplares vulnerables o en peligro de extinción. Los animales se intercambian o se ceden y pertenecen al programa. El espíritu es hacerlo viable a 100 años vista y, quién sabe, poder llegar a convertirse en un refuerzo para aquellas poblaciones muy diezmadas o que hayan desaparecido en sus hábitats naturales.
¿Algunos de los animales del zoo han sido reincorporados en su hábitat?
Tenemos algunos casos pero ocurren en contadas excepciones. En España, un buen ejemplo lo encontramos en una reintroducción que llevaron a cabo el CSIC y la estación de zonas áridas de Almería de ejemplares de gacela dorcas, quienes fueron trasladadas a Senegal.
¿Cómo sería este proceso en el caso de un rinoceronte indio como Batschii?
Se trata de algo muy complejo para que la adaptación al nuevo hábitat sea exitosa. Hay muchas instituciones en los países de origen que colaboran para hacerlo realidad. Se debe hacer mucho trabajo local, de concienciación y sensibilización. Y, en cualquier caso, estas reintroducciones se completarían con generaciones futuras no tan habituadas al contacto humano. Mantener este tipo de ejemplares es esencial porque ya se han dado varios casos de especies extintas en entorno salvajes que han sobrevivido gracias a animales en cautividad.
¿Por ejemplo?
El bisonte europeo en Polonia o algunos anfibios que viven en zoos de Estados Unidos y se están trasladando a zonas donde habían desaparecido. Aun así, nuestras labores van más allá de estas tareas.
La investigación y la divulgación deben ser clave.
La posibilidad de compartir los datos científicos que se generan en los campos del comportamiento, la fisiología, reproducción o enfermedades en bases de datos mundiales es esencial. Así, se obtiene un vasto conocimiento sobre especies que en su medio natural sería casi imposible. Por eso, hay que empezar a dejar de concebir los zoológicos como meros sitios de visita y verlos como centros especializados donde se preservan especies, se aumenta el conocimiento, se educa y sensibiliza. Esto es lo que hace que merezca la pena que estén con nosotros.
¿Siempre deseó trabajar en este lugar?
Llegué al zoo en 2002, aunque desde pequeña quise ser veterinaria. Es algo totalmente vocacional. Recuerdo que veía documentales donde aparecía gente trabajando con especies salvajes y en materia de conservación y era a lo que me quería dedicar, aunque hubiera sido feliz en cualquier otro trabajo con animales.
Vive en una metrópoli y se pasa el día con animales en peligro de extinción... No es el tipo de trabajo al uso. ¿Considera el zoo un oasis frente al estrés de la ciudad?
Para mí es alucinante. Pegarme una ducha por las mañanas y venir hasta aquí, poder estar con animales tan diferentes, en un entorno natural y lleno de árboles. Es una maravilla y no me cuesta ningún trabajo [sonríe], con lo cual me siento afortunada. No cabe duda de que emplear mi tiempo a diario con especies tan diferentes y algunas de ellas en peligro de extinción, además de aportar mi granito de arena en facetas como la investigación... es todo un privilegio.
¿El zoo de Madrid está inmerso en proyectos especializados con rinocerontes?
Trabajamos en un programa intensivo junto al IZW de Berlín con rinocerontes blancos. De hecho, en nuestras instalaciones nació el tercer rinoceronte blanco del mundo por inseminación artificial en 2009. Y en Sudáfrica, a través de la entidad Save the Rhino, aportamos financiación para mejorar la equipación de los rangers frente a la amenaza de los furtivos.
Volcada con la supervivencia de la foca monje en Mauritania
Eva Martínez no oculta sus ganas de aprender cada día y otea horizontes más allá del amplio recinto del zoo. En concreto, en la salvaguarda y protección de la foca monje en tierras mauritanas. "Al igual que otros compañeros, he ido hasta en cuatro ocasiones a echar una mano. La colonia que allí queda alberga solamente unos 350 ejemplares", apunta. Las misiones, que son fruto de la colaboración con la Fundación Parques Reunidos y la Fundación CBD-Habitat, suelen durar dos semanas y allí especialistas de distintas partes del mundo se emplean contra reloj para que el trabajo de meses se materialice en apenas minutos. "Aplicar la experiencia adquirida en animales salvajes y que se encuentran en grave peligro en sus lugares de origen es una labor muy gratificante", asegura.
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