La hora de los traidores
Quizás ha llegado la hora de ponerse en manos de los traidores: Sánchez ya lo es y Torra debe ahora ganarse el título entre los suyos y dejar de fantasear con declaraciones de independencia
La vía abierta tras la visita de Pedro Sánchez y su Gobierno a Barcelona ha sido considerado un acto de traición para aquellos que suelen envolverse en banderas. Para quienes quieren una salida a las eternas tablas políticas de dos millones dando la espalda a otros dos millones ha supuesto un balón de oxígeno. Así lo ha vivido esa franja social de dudoso patriotismo que habita Cataluña y que al levantarse por las mañanas no sabe por qué debe adscribirse a una bandera. A estas alturas del conflicto ha llegado la hora de hacer propuestas políticas, un camino que ni siquiera han ensayado los sucesivos gobiernos del Partido Popular.
Pedro Sánchez ha tenido un comportamiento valiente al suscribir junto a Quim Torra un simple comunicado, una iniciativa meramente retórica que apuesta por “avanzar en una respuesta democrática a la demanda de la ciudadanía de Cataluña, en el marco de la seguridad jurídica”. Es cierto que el texto no va más allá de la declaración de intenciones. Parece como si el Gobierno central quisiera disputarle al independentismo la bandera de los gestos. El Ejecutivo se había limitado hasta ahora a dejar caer todo el peso de los aparatos del Estado sobre los soberanistas. Por eso, por pobre que le parezca al independentismo, el comunicado supone el primer reconocimiento de un Gobierno central de que en Cataluña hay un conflicto político que necesita negociación —tal como suele tratarse en las democracias— y que su solución no es no una cuestión de orden público. Algunos acusan a Pedro Sánchez de haberse reunido con Torra por necesidad de subsistencia política, para mantenerse en el poder. Es un argumento muy cierto, pero de ida y vuelta, pues se puede aplicar a quienes lo formulan y han hecho de la estrategia de la confrontación su electoralmente rentable hoja de ruta.
Por ello no es extraño que para Ciudadanos y el PP el presidente del Gobierno no pase de ser un vulgar traidor a España que se ha aprestado a “negociar la ruptura de la soberanía nacional”. Lo ha dicho el líder del PP, Pablo Casado, en Palma de Mallorca, una plaza cuya antigua dirigencia corrupta puebla las más reputadas cárceles españolas. “Fue la imagen de la claudicación y la humillación”, remató Albert Rivera desde una nada electoralista rueda de prensa en el Parlament. Los ideólogos de esa cabalgata del patriotismo español, para que no faltaran referencias icónicas a tal traición, compararon la fotografía de Sánchez y Quim Torra en Barcelona con La rendición de Breda, de Velázquez, quizás ignorando que el asedio de la ciudad de Brabante lo ganaron los españoles capitaneados por un aristócrata genovés.
Quienes proponen el 155 olvidan que la política está para resolver situaciones complejas con diálogo
Y es que quienes tienen como única propuesta que Cataluña viva permanentemente bajo el artículo 155 de la Constitución parecen olvidar que la política está para resolver situaciones complejas mediante el diálogo. En realidad, beben la misma sustancia alucinógena que los independentistas que fabulan con la Declaración Unilateral de Independencia. No hay que magnificar el ambiguo comunicado de Pedralbes: para unos faltan citas a la Constitución y para otros a los presos y al derecho de autodeterminación. Quizás ha llegado la hora de ponerse en manos de los traidores: Sánchez ya lo es y Torra debe ahora ganarse el título entre los suyos y dejar de fantasear con declaraciones de independencia. No le irá mejor al secesionismo catalán con el tripartito Ciudadanos, PP y Vox en la Moncloa que con el PSOE apoyado por Unidos Podemos. En el mundo soberanista cada vez son más quienes se dan cuenta de ello. En Esquerra Republicana se han apercibido y en el PDeCat crece el estado de opinión en esa dirección. Deben dar el paso.
A la vista de las propuestas que para Cataluña tienen PP y Ciudadanos, no deberían albergar dudas. Hay que romper la endogamia patriótica y explorar vías políticas. El expresidente Adolfo Suárez desafió al búnker franquista negociando con la legalidad republicana que encarnaba desde el exilio Josep Tarradellas. La temeridad de Suárez se complementó con la astucia de Tarradellas.
Desde el inicio del procés, la judicialización de la política y la represión han conducido al fiasco y al estancamiento de la situación. El independentismo ha llegado para quedarse y es hora de ensayar el diálogo por tímido e insuficiente que le parezca al soberanismo. Hay que huir de los patriotas. Es la hora de los traidores.
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