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‘Cenerentola’ entre sorpresas

Cecilia Bartoli y Carlos Chausson triunfan en una versión semiescenificada de la genial ópera de Rossini

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Cecilia Bartoli, durante una actuación.
Cecilia Bartoli, durante una actuación.

La legión de admiradores de Cecilia Bartoli que llenaron el Palau para ver a la famosa mezzosoprano italiana como protagonista de La Cenerentola, de Gioachino Rossini, se encontraron con varias sorpresas. La primera fue ver en el escenario a Víctor García de Gomar, director artístico del templo modernista, anunciando la sustitución in extremisdel tenor uruguayo Edgardo Rocha, indispuesto, por el catalán David Alegret, que llegó al templo modernista solo dos horas antes de la función. La segunda sorpresa despejó al instante los temores que suscita el anunciado formato concertante, paliados en esta ocasión por la eficaz propuesta semiescenificada de Claudia Biersh.

Bastaron algunos sencillos recursos escénicos —apenas cinco sillas, una mesa, varios pares de zapatos y una escoba—, un buen vestuario, con lujos en los vestidos de fiesta y de novia de la protagonista, y el buen oficio teatral de los cantantes para disfrutar con jugosos momentos la teatralidad y el fino humor rossiniano.

La Cenerentola

La Cenerentola, de Rossini. Cecilia Bartoli, David Alegret, Carlos Chausson, Alessandro Corbelli, Rosa Bove, Matina Jankova, José Coca. Les Musiciens du Prince-Monaco. Director: Gianluca Capuano. Versión semiescenificada. Diseñadora de escenario: Claudia Biersh. Palau 100. Palau. Barcelona, 25 de octubre.

La ágil y efervescente música de Rossini no tuvo siempre el brillo adecuado bajo la escrupulosa dirección de Gianluca Capuano, al frente de Les Musiciens du Prince-Monaco; es una formación con instrumentos de época joven, que, en términos de calidad, virtuosismo y belleza de sonido, está lejos de otras formaciones de mayor fuste que han acompañado a Bartoli en sus giras. Sinceramente, teniendo en cuenta los altos precios de las localidades —de 35 a 200 euros—, se esperaba un poco más de lujo orquestal.

Mucho ha llovido desde su debú en el Liceo, en 1991, dando vida a una fulgurante Rosina en El barbero de Sevilla y, de hecho, Bartoli no había vuelto a interpretar una ópera en Barcelona. Ahora no juegan a su favor la frescura y naturalidad de la juventud, pero en su retrato de Angelina, la ingenua y bondadosa protagonista de este cuento de hadas que Rossini eleva a categoría de catedral belcantista, derrocha dominio del estilo y un arte en la coloratura ante los que hay que quitarse el sombrero. Más de dos décadas después de sus triunfos teatrales en este difícil papel, sigue siendo una Angelina de muchos quilates, con momentos deslumbrantes.

David Alegret asumió el papel del príncipe Don Ramiro con lógica cautela, pues apenas pudo preparar el movimiento escénico; cantó con musicalidad, cuidado en el estilo y fraseo elegante; su registro agudo sonó un tanto débil, pero, ciertamente, hizo mucho más que salvar la función.

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El grandísimo triunfador de la velada fue el veterano bajo-barítono aragonés Carlos Chausson dando vida al papel bufo de Don Magnifico con una maestría en el canto silabato, una comicidad, una salud vocal y un arte en la caracterización fuera de serie. Con recursos más mermados, pero con un sentido del canto rossiniano igualmente modélico, el no menos veterano barítono italiano Alessandro Corbelli recreó un divertido Dandini; en sus escenas con Chausson se disfrutó a raudales la gracia y el talento en el arte del recitar cantando.

A muy bien nivel en su caracterización de odiosas hermanastras la mezzosoprano italiana Rosa Bove (Tisbe) y la soprano suiza Martina Jankova (Clorinda) y correcto el joven bajo boliviano José Coca, un tanto verde en cuestiones de estilo, pero con buenas cualidades en el papel de Alidoro.

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