_
_
_
_
EL JUBILATA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La antigua historia de unos brillantes

Anécdotas del Grupo de Jubilatas

Merece la pena relatar la historia o sucedido que gozó y sufrió un miembro del Grupo Jubilata. Hace ya años, una mañana, a hora temprana, el colegui se dirigió al puerto deportivo de su Estepona natal, pueblo marinero, a esas horas casi desierto, con el fin de disfrutar de la pesca submarina ya que, amaneciendo, advirtió desde su terraza la entrada de un poniente lebeche, génesis de bonanza y claridad en la mar. Así cuenta su historia:

"Una mañana, a punto de soltar amarras, justo al subir a mi pequeño fuera borda, una estupenda señorita, de unos 30 años o así, alta, guapa, explosiva, embutida en un traje negro bastante ceñido, escote de pico pronunciado, minifalda, tacones de aguja, me hace aspavientos con las manos desde el borde del atraque y me pregunta que si iba a salir con el barco y que, por favor, si la podría llevar a un enorme yate que se divisaba a unas dos millas. No pude negarme. Se descalzó, se subió la ya corta minifalda para dar un pequeño saltito y con mi galante ayuda, ea, p’adentro. Ya en la travesía me dijo que se llamaba Marisa y noté cierto coqueteo y miradas libidinosas. Y es que la imaginación de uno vuela que ni se sabe. Por fin, cuando estábamos acercándonos, el yate de sus amigos, no es que arranque, sino que vuela como planeadora de narcos, como huyendo despavorido. Yo le espeté a la tal Marisa que vaya amigos que tenía. Ella contestó que eran unos hijos de … canallas, miserables, etc.; lo que soltó por esa boquita no se puede escribir.

Volviendo a puerto, ya más relajada y muy insinuante, me preguntó si nos dábamos un baño, ella en plan sirenita. Le contesté que el baño sin ropa es mucho más libre e interesante. Así lo hicimos en medio del azul Mediterráneo, recostándonos a continuación en las colchonetas de proa, y así hasta …. bueno, eso, conversación, diálogo, charla, unos refrescos y que son lentejas; pero cuando arribamos a puerto, a las dos o tres horas, nos estaba esperando en el mismo puesto de atraque, la policía nacional, la guardia civil, el Servicio de Aduanas, motos con lucecitas azules, pitidos, coches patrullas, etc. Muy educadamente nos pidieron que no abandonáramos el barco, lo registraron de proa a popa, rincón por rincón, con sol abrasador, buscaban algo importante, hablaron por radio con Algeciras y La Línea y al final, después de no sé cuántas comprobaciones documentales, se llevaron esposada a mi sirenita.

A mí me dejaron ir después de cien preguntas acerca del motivo de esa travesía y el fallido encuentro con el gran yate, también de mi relación con la tal Marisa, de esto, de lo otro y de lo de más allá. Yo les conté casi todo y a eso de las tres de la tarde, cansado, absolutamente sorprendido y asustado, marché a casa y me olvidé del submarinismo. Una vez allí, hurgando en la bolsa marinera, buscando un cigarrillo, me encontré dos bolsitas de papel con dos brillantes de muchos quilates, impresionantes, una pasada, de un valor incalculable. La tal Marisa, por lo visto, debía ser contrabandista de joyas. Menos mal que la Policía no registró mi bolsa deportiva. Nunca dije a mis amigos lo que hice con los brillantes, excepto a Juanjo a quien autorizo a que revele el secreto, pero según a quién, porque el incidente igual no ha prescrito".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_