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El Ateneo de Madrid busca recuperar su espacio en el siglo XXI

Con 200 años de historia, los nuevos retos son Latinoamérica y la revolución tecnológica

Aurora Intxausti
Galería de retratos del Ateneo de Madrid.
Galería de retratos del Ateneo de Madrid. INMA FLORES

Entre el Barrio de las Letras y el Congreso de los Diputados se ubica uno de los centros más emblemáticos de la ciudad, en el que el conocimiento y la capacidad de compartirlo sigue siendo el eje sobre el que todo gira. Con casi 200 años de historia, el Ateneo de Madrid, trata de saltar del siglo XIX al XXI y conectarse con las mentes que buscan algo más allá de su desarrollo profesional. A lo largo de este tiempo ha pasado por buenas y malas épocas —revoluciones, guerras, dictaduras— y ahora se encuentra en plena reconversión intelectual, en la recuperación del lugar que tuvo entre los pensadores de cada etapa histórica. “La manera de transmitir el conocimiento ha cambiado muchísimo con la llegada de Internet. Somos conscientes de que aprender no es un ejercicio individual sino colectivo y eso tenemos que potenciar”, señala al respecto el abogado y secretario del centro Pablo Boyer Bergese, empeñado en dinamizar la actividad de este centro anquilosado en el tiempo.

Una vez encaminados los problemas burocráticos y judiciales que mantenía con el Ministerio de Cultura por el destino que se hizo de las ayudas recibidas para reformar el edificio, los socios tratan de encontrar el espacio intelectual en el que debe situarse una institución como esta. Juega a su favor el importante patrimonio, tanto de sabiduría como inmobiliario y artístico, que posee. Tiene tres céntricos edificios —con un valor catastral estimado por sus directivos de unos 7 millones de euros—, unas destacadas colecciones pictóricas y escultóricas y una biblioteca histórica, con casi 500.000 volúmenes, que se considera una de las más valiosas de España de entre las de propiedad privada. Todo ello le sitúa en una posición excelente para lanzarse a una proyección como la que pretende: ser referencia y lugar de encuentro para los jóvenes intelectuales de habla hispana. “Somos 500 millones los que manejamos la lengua castellana y nuestro centro puede ser el nexo con los hispanohablantes, sin que ello signifique la exclusión a aquellos que hablan en otras lenguas, y con los otros 21 ateneos que existen en el mundo”, señala el presidente César Navarro. Se apuntó como socio del Ateneo hace 70 años siendo un joven estudiante de Filosofía. En cinco ocasiones durante estas siete décadas ha ocupado su presidencia. “Nos habíamos quedado en el siglo XIX y tenemos que dar el gran salto al XXI. Tenemos que ir de la mano de esta revolución tecnológica que estamos viviendo”, insiste este filósofo.

Ética y estética

¿A quién puede interesar en estos momentos un lugar como el Ateneo? “A aquellas personas que buscan adquirir cultura, conocimiento más allá del dato, y una equidistancia entre la ética y la estética”. En la larga lista de socios que han pasado por sus salas figuran personalidades como Mariano José de Larra, Unamuno, Valle-Inclán, Echegaray, Marañón, Galdós, Menéndez Pelayo, Clarín, Albéniz o Sorolla. La primera mujer que pisó oficialmente este centro fue la escritora Emilia Pardo Bazán, nada menos que en 1905. Ella abrió la puerta en el siglo XX a otras mujeres como las feministas Carmen de Burgos, Blanca de los Ríos o Clara Campoamor. El número de socios ha variado mucho a lo largo del tiempo y actualmente está bastante lejos de los inscritos en los ochenta del pasado siglo cuando tenía 7.000 socios. Hoy, los ateneístas son poco más de 2.000.

Los actuales responsables, conscientes de este descenso, planifican una estrategia de posicionamiento en la sociedad. “Queremos ser ese lugar de encuentro para los jóvenes, de esos talentos que están dispersos por España o fuera de esta. Buscar entre sus necesidades para servirles de enlace con el conocimiento del mundo profesional”, apostilla Boyer.

El Ateneo ha iniciado un proceso para recatar su historia y organizar su fondo para hacerlo accesible al investigador. Parte de este, el anterior a 1939, desapareció y están intentando recuperar el universo cultural en el que vivió antes de la Guerra Civil.

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Sobre la firma

Aurora Intxausti
Coordina la sección de Cultura de Madrid y escribe en EL PAÍS desde 1985. Cree que es difícil encontrar una ciudad más bonita que San Sebastián.

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