Un delirante musical con barretina y ‘Els Segadors’ bailable
Una versión de ‘Els Jocs Florals de Canprosa’ abre la temporada del TNC
Una buena dosis de sátira vitriólica al estilo de Els joglars; otra de parodia con el punto jocoso y popular de La Cubana, y unas gotas del surrealismo lírico de Carles Santos. Con esta saludable y explosiva receta en los fogones teatrales ha cocinado Jordi Prat i Coll el espectáculo que abre la temporada del Teatre Nacional de Catalunya (TNC), una adaptación de Els Jocs Florals de Canprosa de Santiago Rusiñol en clave de musical alocada que revindica en tono festivo el espíritu crítico y el ingenio del polifacético autor catalán.
Hay que hablar de fiesta teatral bien orquestada por Jordi Prat, que firma la adaptación y dirección de la divertida comedia en un acto que Santiago Rusiñol estrenó en 1902 en el Romea, levantando ampollas con su feroz crítica al catalanismo político más trepa de esos turbulentos años. Reivindica, con gozosa libertad, la capacidad de reírse de los tópicos, prejuicios y hasta de lo símbolos más intocables de la identidad catalana, haciendo justicia del lema de Rusiñol: Per estimar Catalunya, la cal riure. Dado los paralelismos con los tiempos políticos que vivimos, el montaje es un buen antídoto contra la intolerancia rampante.
El nudo argumental de la obra carga contra las miserias y corruptelas que practicaban en el reparto de premios los organizadores del galardón literario; y de paso, ridiculiza rituales ideológicos y símbolos del catalanismo más sagrado. Si añadimos que, cinco días antes de su estreno, fueron suspendidos los Jocs Florals de Barcelona por orden militar tras silbarse el himno español, y sumamos el hecho de que, solo un mes antes, Enric Prat de la Riba pasara una semana entre rejas por una información sobre separatistas publicada en el diario que dirigía, La Veu de Catalunya, tenemos una tormenta política perfecta, aderazada con un gag digno de Berlanga, pues las funciones en el Romea contaron con protección policial.
Es espectáculo, con espléndida y muy práctica escenografía de Lara Clos “Closca” arranca en un envelat a ritmo de bailables como Muñequita linda en un clima festivalero que va desde el Me gustas mucho, de Rocío Dúrcal al Tiro-liro y otros clásicos del repertorio de la Topolino Radio Orquesta. Entre bailes y canciones —con divertidas coreografias de Montse Colomé—, los actores sueltan máximas y sentencias de Rusiñol que el público celebra según sus gustos.
Un quinteto instrumental, bajo la flexible dirección de Dani Espasa desde el piano, mantiene en alto la función, con versatilidad, aromas de casino popular y fino humor a la hora de recrear un variopinto repertorio que va desde famosos boleros, tangos, cuplés y sardanas a los himnos catalanes más nostrats, incluido el alocado y bailable arreglo de Els Segadors que cierra el espectáculo.
Nadie baja el alto listón interpretativo de un espectáculo coral— treinta artistas en escena—, con picos extraordinarios a cargo de Rosa Boladeras y Oriol Genís, que borda el papel de presidente del jurado corrupto. Àngels Gonyalons se marca un gran mónologo (La feminista) y canta una sensacional versión de Caldrà plorar, caldrà riure, y las gemelas Kathy y Yolanda Sey derrochan gracia en una versión de la sardana És la Moreneta que no tiene desperdicio.
No es fácil cohesionar tantas influencias y estilos pero lo consigue Prat con buen ritmo, aunque, ya que el montaje se va a las tres horas, con descanso incluido, podría acortar su duración.
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