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El ‘obispo rojo’ se sube al callejero de Vallecas

La gran zona verde contigua al cerro del Tío Pío se llamará desde hoy Jardines Obispo Alberto Iniesta

El obispo Alberto Iniesta, destinado durante 26 años en Vallecas (Madrid).
El obispo Alberto Iniesta, destinado durante 26 años en Vallecas (Madrid).JOAQUÍN AMESTOY (EL PAÍS)

Las jerarquías de la Iglesia romana no suelen recibir homenajes populares ni el honor de dar nombre a calles o plazas. Ni siquiera entre los obispos hay celebración de efemérides. Ocurrió con el centenario del nacimiento del mítico cardenal Vicente Enrique y Tarancón, presidente de la Conferencia Episcopal entre 1971 a 1981 e impulsor de la transición de su iglesia desde el nacionalcatolicismo franquista hacia la democracia. El centenario fue ignorado por sus pares con estruendo. “Tarancón al paredón”, gritaban los Guerrilleros de Cristo Rey. La hostilidad del régimen le respetó, pero no a algunos de sus colaboradores. Uno de sus obispos auxiliares, Alberto Iniesta Jiménez (Albacete, 1923-2016), responsable de la vicaría de Vallecas, tuvo que salir de España hacia Roma en secreto, en 1974, avisado por un ministro de Franco de que corría peligro.

Vallecas, donde el prelado ejerció durante 26 años, le dedica hoy más que una plaza. Llevará el nombre Jardines Obispo Alberto Iniesta toda la zona verde comprendida entre las calles Benjamín Palencia, Pio Felipe y Boada, frente al colegio Tajamar y contiguo el parque del cerro del Tío Pío. La Junta Municipal de Puente de Vallecas impulsó la distinción por unanimidad.

A Iniesta lo llamaban el obispo rojo porque cobijó comunidades de base y movimientos juveniles en ebullición, y curas obreros que renunciaban al sueldo del Estado. Tarancón relata en sus memorias, con cierto regocijo, los muchos disgustos que le causó. “Nos ponía a todos en un brete”, escribe. Si su Iglesia salió viva del hermanamiento con la dictadura, fue porque prelados como Iniesta cumplieron la orden de Pablo VI de irse distanciando de Franco, sin contemplaciones.

Iniesta, un místico, fue en ese papel “más bombero que obispo”. Lo contó en Recuerdos de la Transición, publicado por PPC en 2002. “¡Cuántas veces tuve que dialogar con la policía para evitar violencias o detenciones! Dediqué muchas veces las mañanas de los jueves a visitar a mis curas en la cárcel de Carabanchel”.

El reconocimiento a Iniesta surge desde abajo. Así consta en el acta de la reunión, de 4 de octubre de 2017, del pleno de la Junta de Puente de Vallecas. “Cuando conocí en 1974 a Alberto, como le llamábamos todos, yo tenía 22 años, era universitaria y trabajaba en una fábrica. Allí conocí a Julio, cura obrero. Nos casamos cuatro años después. Alberto disipó en mí todas las distancias que provocaba el clero. Ni un rasgo de clericalismo, ni de machismo”, afirma Emilia Robles, exlíder de Somos Iglesia. Julio, su marido, era el cura de Sandi, un barrio de Vallecas. Dice: “Iniesta fue un precursor del papa Francisco, un pastor profundamente creyente, con olor a oveja, sin ningún ánimo carrerista. Cuando le comunicamos nuestra decisión de casarnos y de continuar la tarea pastoral, después de escucharnos con cariño y respeto, nos dijo: ‘Yo no lo haría de esa manera y pediría la dispensa, pero el evangelio no me permite deciros que lo que vais a intentar no sea evangélico’.

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