El drama de los accidentes laborales en primera persona: “Estoy vivo de milagro”
La siniestralidad laboral mata a 54 personas en Madrid en lo que va de 2018
“¡Cuidado, cuidado!”. Estas fueron las últimas palabras que Carlos Díaz (Roanne Loire, Francia; 1967) escuchó el pasado 30 de noviembre. Acababa de volver de vacaciones, había estado en Guatemala, y ese día se había incorporado al trabajo, a las obras de remodelación del Tribunal de Cuentas que realiza la empresa Tragsatec. Lo siguiente que recuerda es despertarse en el hospital. Habían pasado dos semanas. “Me habían atado para que no me tocara las heridas, no sabía dónde me encontraba ni lo que me había pasado”, relata. Una voz le dijo escueto: “Carlos, soy yo, tu hermano. Estás en el hospital. Has tenido un accidente en el trabajo”. Un canalón le había caído encima, le había partido el casco y había arrasado con parte de su cara.
“Esos canalones no tenían que haber estado ahí. Tenían que haberlos retirado”, dice Díaz. Lo comenta ahora —después de que una de esas estructuras, de unos 80 kilos de peso, cayese sobre él desde 35 metros de altura—, pero también lo había dicho antes de su accidente. “Justamente, ese día fui hablar con el encargado porque quería comentarle varios temas sobre la seguridad en la obra. Con la justificación del tiempo, de las prisas, había cosas que no se estaban haciendo bien y quería darles caña con ese tema”, relata Díaz, que ejerce de gruista y tiene más de dos décadas de experiencia en el sector.
“Viví el boom de los noventa, cuando el dinero fluía en todas direcciones. Luego la crisis del 2007 y toda la precarización. Ahora dicen que la economía se recupera, pero la seguridad laboral está peor que en los noventa”, sentencia.
Desde Comisiones Obreras opinan algo parecido. “Esto es diario y es terrible. Hemos entrado en el túnel del tiempo y hemos retrocedido”, dice la secretaria de salud laboral de CCOO de Madrid, Carmen Mancheño. Habla con las cifras en la mano, que el sindicato ha recopilado: entre enero y agosto de este año se han producido 62.359 accidentes de trabajo (un 6,59% más que en el mismo periodo de 2017). La cifra de accidentes laborales mortales en esos meses asciende a 51, un 45,7% más que el año anterior (cuando hubo 35 en el mismo periodo de tiempo). Si a esas 51 muertes se suman la del trabajador de Mercadona que cayó por el hueco de un ascensor; la del joven de 30 años sepultado bajo 1.800 kilos de cemento y la del obrero del Ritz, la cifra total asciende a 54 muertos en lo que va de año.
“Denunciamos el ignorado aumento de la siniestralidad laboral en la Comunidad de Madrid”, inciden desde la organización sindical que el lunes convocó una concentración en Cibeles para concienciar sobre este asunto. “Los estándares que habíamos conseguido en la época precrisis se han ido al garete”, incide Mancheño, que describe el repunte en la siniestralidad laboral como “consecuencia de la reforma laboral y de las políticas austericidas”. “La salida de la crisis no se puede hacer a expensas de la salud de los trabajadores”, remarca la secretaria de salud laboral de CCOO, “cada accidente, no es un dato más sino que es una vida frustrada y en el peor de los casos, truncada”.
Carlos Díaz tuvo suerte. Él no está convencido del todo, pero la primera doctora que le trató ese aciago 30 de noviembre se lo dijo: “Dentro de lo que cabe, eres un afortunado. Cuando llegaste, no estaba segura de que fueses a salir adelante”, repite sus palabras Díaz. “Siempre ha sido muy sincera conmigo”, cuenta Díaz para a continuación alabar el trabajo del equipo médico que el está tratando. Ya le han intervenido tres veces en la cara. Y aún le queda alguna operación más. “He estado nueve meses, yendo al médico una media de seis veces a la semana”, recuerda, “ahora he empezado a recomponer mi vida”.
Entre las aficiones de Díaz están viajar, montar en bicicleta, o la jardinería. También es artesano del cuero: “Lo primero que he hecho desde el accidente ha sido el parche. Estaba harto de esos que te dan en el hospital”. Se define como optimista, pero también está dolido: “Tras el accidente, noté —especialmente por parte del técnico de riesgos laborales— cierta intención de escurrir el bulto; de hacernos responsables (a mí y a mis compañeros) de lo que había pasado”. Por su parte, la inspectora laboral de la Comunidad de Madrid no duda de la responsabilidad de la empresa en su informe.
Después, en julio, se llevó otra sorpresa: no le llegó la nómina. Cuando fue a preguntar, descubrió que le habían despedido. “Mi contrato era por obra y servicio y llevaba cinco meses en la empresa... Pensaba que no me podían despedir estando de baja, pero al parecer sí que pueden. Tragsatec me parecía una empresa seria, pero me equivoqué”. Lo denunció. “Lo del despido, el abogado no lo tiene tan claro que lo ganemos”, apunta. Sí que es probable que consiga una indemnización y el reconocimiento de una minusvalía. “Pero nadie me va a devolver mi ojo ni mi vida”.
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