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Encadenados a una cena

Un ‘escape room’ aliña los platos de su restaurante con pruebas de ingenio para salir del comedor

Julio Núñez
Dos participantes intentan abrir uno de los baúles del 'escape room'.
Dos participantes intentan abrir uno de los baúles del 'escape room'.Inma Flores

Todo comienza después de hacer una reserva para cenar con unos amigos en Madrid. Tras colgar el teléfono, te llega un correo electrónico con un código, el primer enigma a resolver: la ubicación del restaurante. No es un mesón habitual. Entre sus muros —se trata de un refugio de la Guerra Civil—, además de mesas y cuberterías, se apilan cajas fuertes, maletines con candados de combinaciones numéricas y decenas de pistas ocultas. Es, además de un restaurante, un escape room —juego en el que un grupo de personas debe solucionar rompecabezas para conseguir escapar de una habitación antes de que se les acabe el tiempo, normalmente una hora.

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“Por favor, tomen asiento”, indica el maestro de ceremonias del banquete. Tras pedir silencio, relata la historia que envuelve al sótano donde se encuentran: “Esto fue el refugio de varios alumnos durante la guerra. Os sentaréis en sus sillas y aprendéis como ellos. Yo seré vuestro profesor y os acompañaré durante toda la velada”. A lo largo de la cena, el maestro interrumpe eventualmente la estancia para lanzar varias preguntas a los comensales: cuantas más acierten, más pistas adicionales acumularán para superar las pruebas de después de la cena.

“¿Cuánto mide la Sagrada Familia de Gaudí?”, pregunta el profesor. “¿Con grúa o sin grúa?” bromea Luis Malcom Ruiz-Bazán mientras degusta un entrecot en su punto. Esa noche ha acudido junto a sus amigos para celebrar el cumpleaños de una de ellos, Hilda Alburquerque. Son más de una decena, algunos ya habían experimentado la aventura de jugar en un escape room, pero nunca en uno donde tuvieran que resolver acertijos durante la cena. “No sabíamos muy bien qué iba a pasar o cuál era la dinámica del juego”, cuentan.

Tras los postres, las mesas desaparecen, la puerta se cierra y el cronómetro comienza a dar marcha atrás: los invitados disponen de una hora para escapar. Empieza el juego. La primera prueba consiste en recomponer un papel y varias tablillas de madera donde se esconde la contraseña que les ayudará a abrir el primer baúl.

“En la mayoría de los escape room los usuarios pagan para entrar en grupo en una habitación y resolver enigmas para poder salir. Aquí, además de eso, pueden cenar en lugar de ir a otro sitio y meterse en el juego antes”, explica Antonio, uno de los animadores que guían a los participantes.

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A diferencia de gran parte de estos juegos, el Game Master (narrador del juego, en este caso el profesor) está presente físicamente durante toda la aventura. “Hay mucha gente que si no se la guía, no haría nada. Lo importante no es solo que el grupo supere los retos, sino que todos colaboren. Mi trabajo también es hacer que todos participen”, dice Antonio Delgado, que subraya que en su trabajo la empatía e improvisación es esencial para que todo fluya. “Te puede tocar un grupo que nunca ha estado en un sitio así y otros, en cambio, son hiperfriquis y cada fin de semana van un escape room", dice.

El maestro confiesa que solo da pistas si todos se ponen de acuerdo, y que nunca intercede porque, al final, “son ellos los que están dentro del juego”. Según cuentan en EnigmatiumRoom, empresa que ofrece este producto, en cada grupo siempre hay un líder que calma y dirige al grupo durante la aventura.

El tiempo se acaba y el grupo de amigos de Alburquerque y Ruiz Bazán empieza a estar nervioso. Faltan tres minutos para que el reloj marque la hora límite, y los efectos del vino de la cena hacen un poco de mella. No pueden fallar en la combinación de la caja fuerte final (solo tiene tres intentos). En los últimos 30 segundos abren la caja y descifran el criptex —un artilugio cilíndrico con un código que guarda un pergamino— que había en su interior. Están salvados, la puerta se abre y consiguen salir del sótano. Todos se abrazan y ríen. “Me lo he pasado genial, no sabía que pudiera estar tan bien. Te dan ganas de ir a otros escapesy repetir”, cuenta la cumpleañera en las puertas del local. 

Además del restaurante, EnigmatiumRoom ofrece una yincana “de cañas y misterio” por varios bares de Madrid. El precio (15 euros por persona) es más económico que el del menú del restaurante (45 euros por comensal o 60 si se trata de menú degustación). Las reservas se hacen en wwww.enigmatiumroom.com. También, la empresa cuenta con un escape en el que los participantes tienen que escapar de su propia casa. “Una vez hicimos uno sorpresa en unas oficinas. Los empleados no sabían qué estaba pasando”, cuenta Ainhoa Arana, una de las animadoras.

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