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Borrachera visual en cuatro actos sobre el día a día adolescente

Jonás Trueba muestra el próximo día 20 su rodaje inconcluso sobre esa etapa vital

Carmen Pérez-Lanzac

Tras rodar su película La reconquista, Jonás Trueba quedó enganchado a dos de los protagonistas de la misma, Candela Recio y Pablo Hoyos, entonces de 14 y 15 años. Y les propuso algo un poco inusual cuando se termina un rodaje: seguir trabajando juntos, rodándolos, empapándose del universo adolescente.

Era 2016. En estos dos años, Trueba —hijo del director de cine y productor de música Fernando Trueba y de la productora Cristina Huete— se ha dado un baño de esta etapa de la vida en la que todo se vive con la excitación de la primera vez.

Para empezar ha visitado decenas de institutos de la región, como el instituto Carlos III, de San Blas, el Carlos Bousoño y el Leonardo Da Vinci, de Majadahonda, o el Mariano José de Larra, de Aluche. Ha entrevistado a decenas de adolescentes. O mejor: ha puesto la cámara delante de ellos y les ha dejado expresarse sin apenas intervenir.

También les ha dado indicaciones para rodar algunas escenas, pero sin guion. En una de ellas, por poner un ejemplo, les pide que rueden el momento en el que una chica (interpretada por Recio) le hace evidente a un compañero de clase que no quiere acostarse con él. La escena se aleja mucho de lo que se suele ver en las películas. No es una escena de tensión, sino que pasa pero sin pasar nada, como en la vida real.

El resultado son cuatro horas y media de grabación que ni son una película, ni son varios cortos ni tampoco un documental. Es un experimento de cine de inmersión como el que grabó en los años setenta el canadiense Michel Brault.

A Jonás Trueba no le importa reconocer que está un poco perdido con el proyecto. “Cuando me quité la ansiedad de qué haría después con este material y decidí que no me tenía que ceñir a un montaje concreto, fue cuando fui capaz de liberarme. Mi plan es que no tengo un plan”, afirma.

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Ha tenido la paciencia de grabar y esperar muchas horas hasta dar con momentos que, en palabras suyas, “son oro”. Es como si la cámara fuera una más de la pandilla y esta nos contara como es la normalidad de la vida adolescente.

Uno de los participantes en la experiencia cuenta cómo lo vivió: “Jonás nos acompañó en el viaje de fin de curso. Íbamos en el autobús y, claro, nos dormíamos. Y al despetar nos encontrábamos la cámara pegada en toda la cara. Y era como, 'oh, he babeado fijo'”, se ríe. “Pero enseguida estábamos tan cómodos todos porque nos olvidábamos en parte de la cámara, al menos eso fue lo que me pasó a mí”.

Buches de vodka

En una escena varios adolescentes beben vodka a buches de una botella y al espectador le entra un terrible dolor de cabeza solo de verlos porque ya presientes el resacón que sigue detrás.

Para Recio en el proyecto se muestran tal y como son, “porque no somos todos iguales, porque somos personas completas. Queremos que veas lo que sentimos y que lo sientas como nosotros”.

El próximo miércoles, mostrará su trabajo, que se titula Quién lo impide, en distintas áreas del Centro Creativo Contemporáneo Matadero. “Es una forma de no sumergirlo. Sino de mostrarlo a la gente, ver qué les parece”. Las cuatro horas y media de metraje han sido divididas en cuatro piezas que se echaran seis veces cada una de ellas a lo largo del día 20 (desde las 11.00 horas hasta las 23.00), que es él último día de curso de los adolescentes y muchos de ellos lo celebrarán precisamente viendo estos vídeos. Además, tocarán con sus bandas varios de los protagonistas del metraje y habrá foodtrucks con comida.

“La idea es que la gente se dé un baño de esta etapa”, afirma Trueba. “Y que vuelva a casa borracha de adolescencia”.

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Sobre la firma

Carmen Pérez-Lanzac
Redactora. Coordina las entrevistas y las prepublicaciones del suplemento 'Ideas', EL PAÍS. Antes ha cubierto temas sociales y entrevistado a personalidades de la cultura. Es licenciada en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de El País. German Marshall Fellow.

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