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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cerco político a ERC

El objetivo de Puigdemont es lanzar una gran red sobre los caladeros electorales del partido republicano

Milagros Pérez Oliva
Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, en el Parlament el pasado octubre.
Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, en el Parlament el pasado octubre.m. Minocri

Tienen poderosas razones quienes desde ERC ven con inquietud los últimos movimientos de Carles Puigdemont. Cuando parecía que tenían al alcance de la mano el sorpasso al PDeCAT y se disponían a asumir la hegemonía política del soberanismo, los resultados del 21-D y un cúmulo de circunstancias posteriores han cambiado el escenario y las perspectivas de la formación política que ha liderado el ascenso del independentismo hasta convertirlo en una fuerza determinante en Cataluña. Ahora ERC corre el riesgo que quedar atrapada en una pinza entre Puigdemont y la CUP. La elección de Joaquim Torra como presidente de la Generalitat tras un lago y agotador forcejeo dejó claro que ERC había perdido la iniciativa política dentro del soberanismo. Pero lo ocurrido en los últimos días indica que puede perder algo más que la iniciativa.

El último movimiento de Puigdemont puede considerarse una opa hostil a sus aliados. Con la inscripción de una nueva fuerza política, el Moviment 1 d’Octubre (M1-O) muestra su voluntad de capitalizar la movilización que llevó al éxito organizativo y político de la jornada del referéndum. La opa se dirige en primer lugar a su propio partido, el PDeCAT. Hace tiempo que Puigdemont va por libre y ha desbordado siempre que ha querido a la cúpula de su partido. La transmutación de la antigua Convergència en el PDeCAT no es suficiente para asegurar la renovación de un espacio político fuertemente lastrado, como el PP en España, por la corrupción. La operación M1-O persigue el lavado definitivo de ese espacio a costa de eliminar cualquier rastro de la antigua marca.

Pero el objetivo de Puigdemont es lanzar una gran red sobre los caladeros electorales de ERC aprovechando las dificultades y debilidad de su liderazgo. Con sus principales dirigentes en la cárcel o el extranjero, el partido está descabezado. No está claro que Oriol Junqueras haya sido nunca un líder fuerte. Su figura pública se ha construido más a partir de sus silencios que de sus manifestaciones, de manera que muchos en Cataluña albergan dudas sobre la densidad de su liderazgo. Junqueras ha pacificado un partido convulso que siempre había tenido como lastre una gran volatilidad interna. Es cierto que su actitud de buscada bonhomía y los valores religiosos que con frecuencia exhibe proyectan una imagen amable y pacífica. Pero puede que esos rasgos no sean suficientes para apuntalar el futuro de ERC y su principal activo: un independentismo republicano no necesariamente nacionalista con un modelo social progresista.

El secretario de la nueva formación política impulsada por Puigdemont desde Berlín es Agustí Colomines, ex director de la Escuela de Administración Pública de la Generalitat cesado recientemente, que entre 2007 y 2013 fue director de la fundación CatDem de Convergència y brazo ejecutor del proyecto Casa Gran del Catalanisme de Artur Mas. La inscripción del nuevo partido se formalizó el mismo día en que tomaba posesión Torra con el apoyo decisivo de la CUP y un discurso radical que incomodó a muchos dirigentes republicanos. A nadie se le oculta que esta operación persigue aglutinar a gran parte de la fuerza ciudadana que hasta ahora se había organizado en entidades cívicas transversales como la Assemblea Nacional Catalana, que ha tenido entre sus principales impulsores y dirigentes a destacados militantes de ERC.

La última encuesta del CEO, en abril, muestra que las opciones del bloque independentista se mantienen sólidas. No hay signos de cansancio ni de desafección. Pero sí de inquietud interna. De volatilidad en la intención de voto. Unos 300.000 electores expresan su intención de cambiar de sigla, aunque dentro del bloque soberanista. El más beneficiado es por ahora la CUP, que recuperaría votos de JxSí y ERC. En cambio, en el bloque antiindependentista sí se aprecia cierta desmovilización. Pasada la calentura que provocó en otoño el miedo a una ruptura inminente, muchos no ven tantas razones para votar.

Quienes creían que tras el fracaso de la vía unilateral y los errores cometidos, el independentismo perdería fuelle, parece que vuelven a equivocarse. Mientras la alternativa sea una derrota humillante y un retroceso en el autogobierno, los votantes soberanistas seguirán movilizados y fieles a la causa. Lo único que podría reducir ese porcentaje de votos que se mantiene en torno al 48% sería una propuesta seria y creíble de negociar una tercera vía. Pero eso no se vislumbra en el horizonte que alcanza la vista, aunque las turbulencias en las que ha entrado la política española tampoco permiten ver muy lejos. Lo que sí está claro es que el tablero, aquí y en el resto de España, se mueve.

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