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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Éxito económico, fracaso social

España debía reducir la población en riesgo de pobreza en 1,4 millones de personas, pero la ha aumentado en dos millones

Milagros Pérez Oliva

España aparece en los informes de la Unión Europea, y sobre todo a ojos de quien realmente manda en la zona euro, que es Alemania, como un modelo de éxito económico. Se basan en algunos indicadores macroeconómicos, como el aumento del PIB. Pero, ¿puede hablarse de éxito económico si este va acompañado de un estruendoso fracaso social? Los datos que las entidades del Tercer Sector aportaron en una jornada organizada en Barcelona el viernes pasado por el Parlamento Europeo para explicar el Pilar Europeo de Derechos Sociales no dejan lugar a dudas.

En términos de crecimiento, hemos recuperado lo perdido con la crisis y hasta hemos superado los niveles de 2008. Pero hay más gente que vive o está en riesgo de pobreza (26% de la población); hay mucha más precariedad laboral (el 27% de los contratos duran menos de 7 días); los salarios son más bajos (el 12% de los trabajadores cobran menos de 810 euros al mes) y solo el 56% de los parados recibe alguna prestación. Lo dijo gráficamente Jesús Ruiz, director de Assis, centro de acogida para personas sin hogar: “Este es un país cuyo Gobierno corre a rescatar bancos y autopistas, pero no tiene ningún interés en rescatar a las personas”.

Uno a uno, los portavoces de las entidades sociales que trabajan en el Tercer Sector desgranaron cifras escandalosas sobre la realidad social catalana y española. Pero lo más desesperante, para quienes tienen que lidiar con sus consecuencias humanas —y para cualquiera con un mínimo de conciencia social—, es que no provocan escándalo y apenas tienen reflejo en los medios de comunicación, sepultadas por el alud de declaraciones triunfalistas sobre el éxito económico.

La UE se había propuesto erradicar la pobreza en 2010. De acuerdo con este objetivo, España debía reducir la población en riesgo de pobreza en 1,4 millones de personas; pero lo que ha ocurrido es que ha aumentado en dos millones. La divergencia social ha aumentado tanto a nivel europeo como dentro de cada país, incluida Alemania. Por ejemplo, hay regiones en Europa que tienen una tasa de paro del 4%, mientras en otras alcanzan el 40%.

El proyecto europeo no podrá sobrevivir si continúa creciendo la desigualdad social. Por eso es tan importante el Pilar Europeo de Derechos Sociales que se adoptó en noviembre en la cumbre de Göteborg (Suecia). El acuerdo establece 20 derechos y principios destinados a apuntalar el Estado de bienestar, garantizar derechos sociales como el acceso a la vivienda, y un mercado laboral y contractual justo y homogéneo en toda Europa.

Si fracasa, Europa fracasará, por eso su ponente, la socialista portuguesa y vicepresidenta de la Alianza Progresista del Parlamento Europeo Maria Joao Rodrigues quiso explicarlo en persona a las entidades catalanas. Para que el plan no quede en una mera declaración de intenciones, como ha ocurrido tantas veces, y se convierta en un motor de convergencia social, es preciso que las medidas acordadas tengan un reflejo preciso y concreto en los presupuestos. Que se dote de instrumentos de gobernanza dura. Difícilmente podrá haber convergencia social si la zona euro no cuenta con un presupuesto propio.

Algunas señales no son precisamente positivas. En las previsiones de primavera, la Comisión ha dado un toque de atención a España por haber subido un 0,5% las pensiones y poner así en peligro el equilibrio presupuestario. Es muy revelador que, con una previsión tan optimista de crecimiento económico para este año, Bruselas considere tan negativo que el Gobierno haya subido las pensiones. Sabe perfectamente que el miserable aumento del 0,5% ni siquiera alcanza el coste de la vida, lo que significa que los pensionistas españoles han vuelto a perder poder adquisitivo.

¿Es esta la única política económica posible? No, en absoluto. No hay que ir muy lejos para comprobar que es posible aplicar políticas que tengan éxito económico y éxito social al mismo tiempo. Solo hay que ir a Portugal, un país que sufrió como España la embestida de al crisis y entró, como le ha ocurrido a España, en una espiral de empobrecimiento. Todo empezó a cambiar cuando el nuevo gobierno luso de izquierdas decidió ignorar las advertencias de Bruselas y Berlín y abandonar la política de austeridad. La nueva política ha logrado romper la espiral negativa que la austeridad a ultranza provoca. Con el aumento de las inversiones, los salarios, las prestaciones sociales y el empleo público se ha logrado aumentar el consumo y generar más ingresos fiscales. Ojalá los Estados miembros lleguen a verlo tan claro lo tienen Maria Joao Rodríguez o Carlos Susías, presidente del European Anti-poverty Network en España: para poder cambiar las políticas sociales, hay que cambiar las políticas económicas. Todo lo demás es marear la perdiz.

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