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Charlas a la sombra de libros

Los encuentros que el arquitecto Jordi Garcés tuvo con el librero Josep Cots dan pie a un libro autobiográfico que retrata Barcelona

Blanca Cia
Los arquitectos Oriol Bohigas, Jordi Garcés, Gabi Mora, David Mackay y Josep Maria Martorell, de izquierda a derecha.
Los arquitectos Oriol Bohigas, Jordi Garcés, Gabi Mora, David Mackay y Josep Maria Martorell, de izquierda a derecha.

El primer sueldo que tuvo fue de 25 pesetas en el despacho de Oriol Bohigas a donde fue a parar por sugerencia de su padre, el poeta —y abogado— Tomàs Garcés, para ver si podía superar los problemas que tenía en primero de la carrera de arquitectura con la asignatura de dibujo, que suspendió. Unos estudios que, además, emprendió no por iniciativa propia sino por indicación de uno de sus hermanos. “Al acabar el bachillerato, un día mi padre me preguntó qué iba a estudiar. No lo tenía muy claro y dije que Derecho. Pero mi hermano, Pere, me disuadió de convertirme en abogado. Ya había tres en la familia, mi padre, mi hermano Ventura y Pere”. Así es como Jordi Garcés (Barcelona, 1945) acabó estudiando arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB) a partir de 1963 aunque con un “bautismo” iniciático que le llevó a aprender no solo de Bohigas, sino también con Ricardo Bofill, Federico Correa —profesor en la ETSAB— y José Antonio Coderch: “El hecho de tener cuatro maestros demuestra mi condición, que yo digo de niño mimado”. Lo reconoce el arquitecto en el libro Autoretrat de Jordi Garcés escrito por el librero Josep Cots (Anagrama), fundador y alma de la librería Documenta. Un autorretrato en diferido surgido de una forma peculiar. El primer despacho de Garcés, que compartió durante más de dos décadas con otro proyectista de peso, Enric Sória, estaba a un paso de la librería en su primera vida, en la calle de Cardenal Casañas del barrio Gótic.

El arquitecto Jordi Garcés.
El arquitecto Jordi Garcés.Carme Esteve - Albert Macias

El arquitecto consultaba con Cots sobre libros —la afinidad en los gustos fue un factor a favor— en unas conversaciones en las que salían a relucir muchas cosas más. “Esas charlas desde el mostrador, como las llamo yo, empezaron en 1975 y Garcés me explicaba todo tipo de anécdotas suyas, de su padre, amigos, viajes”, explica el librero. Por ejemplo, de la amistad de Tomàs Garcés con Joan Salvat-Papasseit o Josep Pla, con los músicos Frederic Mompou y Joaquim Toldrà, de pintores de la época, como Togores, o de fotógrafos como Català-Roca; de la marcha de la familia a Francia con el estallido de la Guerra Civil; de un tío materno, oficial del Ejército, que se sublevó en 1936 contra la República; y de infinidad de episodios ya del arquitecto Garcés, de su vida personal —de cómo participó en la Caputxinada en 1966 porque era delegado de una clase de la ETSAB y del miedo que pasó cuando entró la policía—, de su intensa vida social y de su manera de entender y enseñar la arquitectura. Un material que era toda una miscelánea de la Barcelona de una larga época —desde el siglo pasado por las vivencias que le contaba su padre, nacido en 1901, hasta el inicio de éste— que Cots se imaginó en negro sobre blanco. La idea del libro como tal tomó forma en 2015: “le propuse mantener conversaciones largas, relajadas", cuenta el librero.

Al final fueron 12 largos encuentros a lo largo de dos años, fuera de la librería. Sin interrupciones. Un bautismo como escritor para uno de los libreros con nombre propio de Barcelona: “Yo siempre he sido un lector intenso pero reconozco que la derivación de escritor la tomé sin saber bien qué resultaría”. De entrada, Garcés se preparó una larga lista de nombres para afrontar su autorretrato. “Enseguida quedó eliminada”, reconoce Garcés. Sí que hay un cierto orden cronológico aunque relativo porque en las conversaciones se transita entre décadas o, mejor dicho, entre recuerdos. No se trata de una biografía ejemplar, coinciden el arquitecto y el escritor. También está de acuerdo el editor Jorge Herralde: “es gloriosamente singular porque el personaje, un arquitecto letraherido, y la época, lo son”.

Profesional y docente

Pese a ser un retrato de un arquitecto, la arquitectura no es el fundamento del libro. “No más allá del 30%” calcula Cots. Hay muchas más referencias que sitúan a Garcés en el ambiente profesional y de docencia —ha sido profesor durante más de 40 años de la ETSAB— más que con sus proyectos. El arquitecto es autor del Pabellón Olímpico del Vall d’Hebron, de las ampliaciones del museo Picasso desde 1981 —“que Porcioles puso en la calle de Montcada para esconderlo”—, del IMAX y el hotel Barcelona Catalonia Plaza, en la plaza de Espanya, entre otras obras en Barcelona.

Salto a la política

Pese a que coincidió con la etapa de plena efervescencia de la arquitectura y el urbanismo con los ayuntamientos democráticos, Garcés explica que dar el paso a la política o a la gestión institucional nunca le tentó: “Tengo remordimientos por no haber tomado posiciones en que hubiera ejercido un cierto poder cultural”, confiesa en el libro. Al ser preguntado, reconoce que Bohigas le reñía por esa falta de implicación: “él si lo podía hacer porque su capacidad siempre fue infinita, podía ser el alma del urbanismo de Barcelona y del despacho”. En las conversaciones con Cots, desgrana su peculiar visión de la arquitectura “la pongo al mismo nivel que la literatura o la música”. Y no esconde que le siguen irritando los arquitectos que defienden sus proyectos por el interés social: “Decidí hacer lo contrario para denunciar el escapismo de quien se creía que, porque hacía una cosa socialmente avanzada, la comuna más futurista, era mejor arquitecto”, razona.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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