Un Madrid muy femenino
La cantante y bailarina recuerda los espacios de la capital donde más ha aprendido de mujeres y con mujeres
1. Pensión Sansaturio. En este hostal, que ya no existe viví, cuando llegué a Madrid, con 15 años. Conviví con 18 chicas durante un año y medio y, además de sexualidad femenina, aprendí a entender lo plural de la palabra mujer. Entendí que no había una forma de serlo y que no tenía por qué ajustarme a cánones de belleza, ni de feminidad... A cánones de mierda inventados por machos.
Cita en la Plaza Mayor
Elsa Rovayo, La Shica (Ceuta, 1976), es una cantante y bailarina que fusiona música tradicional española con otros estilos. Este sábado actúa en la plaza Mayor a partir de las 19.30 para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. El espectáculo será gratuito.
2. Tu Mundo Fantástico. Las chicas con las que vivía en la pensión me llevaron a este sexshop a comprar rabos para el cumpleaños de una de ellas. A mí me daba impresión, pero me empujaron y me metieron en una de las cabinas desde donde veías a mujeres haciendo estriptis y al resto de clientes en otros cuartos. Echaron 20 duros y no me dejaban salir. Me quedó muy claro que para tener una vida sexual feliz había que hacerse pajas... ¡tuviera una pareja o no! (Atocha, 82).
3. El camerino de chicas de las Carboneras. Aquí trabajé unos cuatro años y aprendí de todo lo que se necesita para ser una mujer con un par de pelotas bien puestas. Además, este tablao es mi favorito para ver flamenco. (Plaza del Conde de Miranda, 1).
4. El Peugeot 206 de mi amiga Vane. Fue la primera sede de mari-encuentros-mundiales, en los que hablábamos de todo y podías escuchar cualquier barbaridad. Las mujeres nos lo contamos todo con pelos y señales, y cuantos más pelos y señales, más nos gusta. Si ese coche pudiera hablar contaría vida y milagros de las bailadoras de Madrid.
5. Vía del tren del Parque de la Bombilla. Viví cerca e iba mucho para escuchar a todas las mujeres que habitan en mí. Si no nos escuchamos a nosotros mismos, corremos el riesgo de dejarnos llevar por la inercia social y alejarnos de quienes somos realmente.
6. El consultorio de mi loquera. Dulce, mi loquera, es la mujer que me ha enseñado a escucharme. Un día le pregunté: “¿Puedes explicarme cómo diferenciar cuando hago las cosas bien y cuando las hago mal?”. Me contestó: “Es muy fácil: si tu estás bien, está bien, y si estás mal, está mal”. Y punto. Es mi gran maestra en la vida.
7. Marula Café. A este club iba con mis amigas a hacer el mal. A no comportarnos como señoritas, a no ser políticamente correctas, a seguir nuestros impulsos más salvajes... porque éramos libres y estábamos juntas y podíamos cuidarnos entre todas de cualquier tipo de amenaza. (Caños Viejos, 3).
8. Clínicas ginecológicas. Acompañé a dos amigas a ejercer el derecho a decidir sobre su cuerpo. Es un momento jodido para cualquier mujer, por muy clara que tenga su decisión. Por eso es bonito abrazar a tu amiga, darle la mano y decirle: “Está todo bien, es tu decisión, es tu vida, es tu cuerpo, eres dueña de él y eres la única que tiene el poder de saber qué es lo mejor para ti”.
9. El Teatro de Madrid. Sustituí a una bailarina en la obra Las trece rosas y hasta entonces nunca había estado en el escenario sólo con mujeres. Cuánto respeto, cuánta camaradería, cuánta belleza... Una de las experiencias más potentes de mi vida. Una pena que el teatro cerrara, aunque ahora lo estén rehabilitando. (Avenida de la Ilustración, s/n).
10. Madrid Río. Como mis amigas y yo nos hemos hecho viejunas, y a muchas les ha dado por parir, hemos trasladado los mari-encuentros-mundiales a este paseo, a horario diurno y sin emborracharnos. Seguimos hablando de todo y el veneno sigue circulando a la misma velocidad que cuando éramos más jóvenes.
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