El clarinete mágico
Martin Fröst muestra su virtuosismo en su debut en la temporada de la OBC
Probablemente, el sueco Martin Fröst no sea el mejor clarinetista del mundo ni posea —así lo describía el New York Times—, “un talento y un virtuosismo jamás superado por otro clarinetista (puede que, incluso, por ningún otro instrumentista”. Pero, dejando a un lado este tipo de triunfalismos y las campañas mediáticas de Sony, la multinacional en que graba en exclusiva, lo más probable es que Fröst sea el clarinetista más original e innovador del momento. Y este fin de semana, en su debút en la temporada de la OBC, ha dejado bien claro que, sea o no sea el mejor, es tan espectacular que no se parece a ningún otro clarinetista.
Abrió el programa con la primera audición en el Auditori del Concierto para clarinete (Peacock Tales), pieza del compositor sueco Anders Hillborg escrita hace diez años a medida de sus excepcionales cualidades. La obra, bajo la disciplinada batuta del organista y director estadounidense James Feddeck, se ofreció en la Millenium versión, que concentra en menos de un cuarto de hora un virtuosismo técnico apabullante servido con imaginación sonora, luces, coreografía y mucha teatralidad.
Martin Fröst
Martin Fröst, clarinete. OBC. Director: James Feddeck. Obras de Anders Hillborg, Göran Fröst y Edward Elgar. Auditori. Barcelona. 4 de febrero.
De eso va la pieza de Hillborg, cuya concepción escénica juega con la iluminación, la gestualidad y la expresión corporal del solista para evocar a un pavo real en su majestuoso movimiento por un escenario de cuento mágico. Nada de barreras ni convencionalismos: Fröst actúa como si fuera una suerte de clarinetista de Hamelin, o de Tamino seduciendo con los más increíbles matices de un clarinete tan mágico como la flauta del célebre singspiel de Mozart. La obra de hábil orquestación y eclécticos recursos, es una especie de monodrama para clarinete, danza y orquesta que explora todos los recursos técnicos y expresivos del instrumento. Y Fröst triunfó a lo grande luciendo virtuosismo, audacia y belleza sonora. La fiesta continuó con las Klezmer dance, núms. 1 y 3, Let´s be happy, dos piezas del violista Göran Fröst, hermano del solista, con vigor rítmico de inequívoca tradición musical judía.
Tras una primera parte que Fröst convirtió en puro espectáculo, James Feddeck dirigió con esmero y nobleza expresiva la impresionante Primera sinfonía del británico Edward Elgar. La OBC se mostró en buena forma y dio empaque a un relato sinfónico que combina la solemnidad y la nostalgia lírica con un brillante arte de la orquestación.
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