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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Panorama político catalán

Ante el actual escenario, sería oportuno que los independentistas adaptaran los programas a su entorno

Varios exconsellers salen de la prisión de Estremera (Madrid) el pasado 4 de diciembre.
Varios exconsellers salen de la prisión de Estremera (Madrid) el pasado 4 de diciembre. VÍCTOR LERENA (EFE)

La intervención del Gobierno de Catalunya, hasta el momento, no ha originado mayores problemas. El Govern cesado, el Parlament disuelto y la administración autonómica, bajo control del Estado. Algunos organismos, pocos, han sido suprimidos y cesados sus titulares.

En la sociedad, silencio, poco o nada de protestas o de manifestaciones. Aceptación de la convocatoria electoral, con todo lo que significa, se reconozca o no, y los partidos metidos en preparativos electorales, con vistas, como siempre, a la obtención de unos buenos resultados No sería acertado, sin embargo, sacar conclusiones prematuras. Los problemas políticos no acostumbran a solucionarse con tanta facilidad; será útil, por tanto, reflexionar sobre la situación e interrogarse sobre ella.

1. Los partidos independentistas y sus seguidores. Los primeros, puede afirmarse, aun sin compartir su ideario ni sus métodos, que se han esforzado hasta la proclamación de la República catalana. Después, no han sido coherentes y no se han opuesto materialmente a la intervención del Estado, quizás esperando un masivo apoyo popular que no se ha producido, hasta el momento, en ninguna parte. No se trata de reprocharles esta actitud pero sí de dejar constancia de ella y extraer las adecuadas consecuencias. Ahora ya se conoce hasta dónde llega el independentismo de ERC, PDeCAT y de la CUP. Las cosas como son. Los seguidores, hasta la fecha, silencio decepción y mucho sufrimiento. No es difícil entenderlos. Son buena gente del país que han puesto de su parte todo aquello que, razonablemente, se les podía pedir. Ahora, seguramente, muchos estarán dolidos y defraudados y reprocharán al Govern su engaño y hasta su traición. No es sobrero recordarles que piensen que era una tarea difícil/ imposible, de una ilusión inalcanzable y abordarla, una temeridad irresponsable, pero, en todo caso, compartida.

2. Ante un fracaso caben dos posturas. Una, la de culpar de todo a los contrarios sin reconocimiento de los propios fallos. La segunda, la de admitir la realidad y adaptarse a ella al no existir otro camino viable.

A día de hoy, los independentistas carecen de apoyo social suficiente: el internacional brilla por su ausencia y el gran capital les ha dado la espalda. ¿Pueden seguir ignorando estos datos?

3. El próximo día 21 de diciembre se celebrarán elecciones autonómicas ¿A quién van a votar los independentistas auténticos? No lo tienen fácil. ¿A la CUP? Para hacerlo habrán de asumir su ideario anticapitalista y demás. ¿A ERC o a Junts per Catalunya? Bien, pero ya saben hasta dónde llega su independentismo: hasta la aplicación consentida del artículo 155 de la Constitución. ¿A Podemos o a los comunes? No parece que su independentismo sea prioritario, sino más bien coyuntural y oportunista.

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Ante este escenario que nos podría conducir a un laberinto incierto y peligroso, sería oportuno que los independentistas adaptaran los programas a su entorno o que se formaran una o dos nuevas formaciones políticas que procedieran a ese ajuste para evitarnos situaciones como la presente. Sin abandonar todo lo posible y un poco más.

Otra consideración: mientras tanto sería bueno que tanto la Fiscalía como los tribunales, en esta fase inicial del proceso pidieran y acordaran las medidas menos intervencionistas posible derivadas de una normal y comprensible interpretación para el hombre medio de las normas. Hay dudas razonables sobre si la rebelión imputada pasa del grado de la conspiración y, si es así, hay que actuar en consecuencia. La ley está hecha para el hombre, y no el hombre para la ley.

Para terminar: hoy Cataluña, vive momentos difíciles. No se puede hablar de victorias que, de existir, entre conciudadanos, no se celebran.

Ángel García Fontanet es magistrado jubilado.

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