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Pop / Dani Martín
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La eterna adolescencia

El antiguo líder de El Canto del Loco aviva la euforia colectiva con sus cinco llenazos consecutivos en el Price

Dani Martín durante el concierto.
Dani Martín durante el concierto. Javier González

Continúa ejerciendo Daniel Martín García, aunque el calendario acabe de endosarle su onomástica número 40, como el Peter Pan perfecto del pop español. Y ese público absolutamente entusiasta que le sigue desde hace casi dos décadas todavía da por bueno tal pacto diabólico por la eterna juventud. Puede tratarse de una aceptación interesada, cierto: a quienes han crecido con las canciones de El Canto del Loco y de su líder en solitario también les agrada sentirse como en el año 2000, aunque por entonces desconocieran los rigores hipotecarios, los estropicios capilares o el significado de la palabra hashtag. Lo cierto es que "el hijo de Manolo y Carmen", como nuestro hombre gusta de autodefinirse en sus perfiles públicos, arrasó este viernes en el Circo Price por cuarta vez consecutiva (le faltaba aún la cita del sábado), con el papel agotado desde muchos meses atrás, las letras aprendidas sin excepciones entre clásicos u obra reciente y La montaña rusa, tercera entrega con nombre propio, demostrando que el truco de la ternura con pose cheli le sigue funcionando a las mil maravillas.

Coincidía la cita del viernes justo con la edición de una caja que recopila toda la obra en solitario de Martín, Grandes éxitos y pequeños desastres, ejercicio de titulación comparativa con saldo, a lo que se ve, favorable. Y no hubo desastres, ciertamente, sobre el escenario del Price. El madrileño ambienta los prolegómenos con Golden slumbers/Carry that weight/The end, de McCartney, lo que parece indicar que algo le cundió su estadía en Abbey Road. La escenografía con televisores viejos no es original pero sí muy bonita. Y esa especie de monólogo inaugural en off ("La pelea. La lucha. Caer. Levantarse") demuestra, visto desde el lado bueno, que hay margen de mejora en el plano del lirismo.

Las ganas es un single planísimo y, en consecuencia, una apertura algo ramplona. Nada más que tú ahonda en todos los tópicos melódicos y temáticos, aunque al menos presenta un estupendo trabajo de batería. Y Paloma ofrece colores diferenciados entre estrofa y estribillo, lo que la hace más atractiva. Pero es Peter Pan, primera incursión en los tiempos de ECDL, el aviso de que Dani Martín puede firmar páginas con vocación de pequeños clásicos del pop nacional. Serán las ventajas de la eterna adolescencia, pero así sucede y es de justicia constatarlo.

Programar cinco conciertos, cinco, de este hombre en el Price tiene algo de paradójico: se agradece la distancia corta con un personaje más propio de los pabellones, pero ni uno solo de los casi 2.000 asistentes (salvo el cronista, afanado en sus notas) hace uso de las butacas. Dani propicia el amor y la euforia compartida, las linternas móviles ondeando en Que se mueran de envidia, el arrebato de coraje y decibelios para Pelear o el agradecimiento a su amigo Leiva, que le regaló la apreciable Madrid, Madrid, Madrid. Pero a los dos, Leiva y Daniel, les sucede en cierta manera algo muy parecido: sus canciones son de escuadra y cartabón, reiteran patrones y acopian tópicos, pueden imaginarse íntegras a partir de la primera frase. Y eso, a lo largo de 24 títulos, acaba irremediablemente cansando. Con excepciones, sí: Por las venas y su deje de ranchera es la mejor y más evidente.

A Dani le avalan su banda, experimentada y rocosa; y su ética, más que irreprochable. Otra cosa es el escepticismo que inspira su evolución escasa, raquítica. La abundancia de repertorio, al menos, le ha hecho prescindir de éxitos bastante indefendibles, desde Zapatillas a 16 añitos. Puestos a escoger, apetece más escuchar a Dani hincándole el diente a Feel, de Robbie Williams. Un duelo de ojos azules siempre suena más prometedor.

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