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Entre ‘Bella Ciao’ y la música cinematográfica

La noche musical en el centro de la ciudad mostró una oceánica variedad estilística

Bella Ciao e Jaume Arnella en el escenario de la avenida de la Catedral.
Bella Ciao e Jaume Arnella en el escenario de la avenida de la Catedral.Juan Barbosa

Tres voces femeninas delicadas como el cristal y potentes como el acero en la Catedral, envueltas por la canción popular italiana. Una pequeña multitud viendo cómo se hermanaba el hip-hop con una brass-band en la Rambla del Raval, la rumba resonando en el Moll de la Fusta y un pequeño espectáculo audiovisual made in France llenando ojos y oídos en la plaza Dels Àngels. Cuatro ejemplos de lo que sonó y pasó en el segundo día de fiesta, donde la chavalería volvió a concentrarse masivamente tanto en el Parc del Fórum como en la playa del Bogatell para seguir ejemplos de música de fusión con artistas como Amparanoia y Txarango. Una noche completa en la que el centro de la ciudad mantuvo un tono tranquilo y sólo el escenario del Raval con el proyecto Rebel Babel Ensemble se vio tan lleno como el propio escenario, ocupado por dos bandas de metal. Los coches pasaban estrechados por el público en una noche más de fiesta. Y van dos.

En la Catedral el prodigio tomó forma de canción popular italiana, y el espectáculo Bella Ciao entorno a la popularísima composición de esperanza y lucha tomo forma con el grupo de Ricardo Tessi, acompañado por voces tan hermosas como la de Lucilla Galeazzi. Una demostración de vida de la música popular que se abrió y cerró con la composición que aguanta como la clave de una bóveda la importancia y actualidad de ese cancionero. El público, adulto y sentado, despidió el espectáculo en pie y enardecido con una canción idónea para entonarse en tiempos convulsos. La música siempre acompaña en momentos importantes y el tema, se coló reiteradamente en la velada. La mayor parte de la asistencia era local, tal y como pasó con la celebración de los 25 años de rumba desde las Olimpiadas que se celebró en el Moll de la Fusta. Muchacho y Los Sobrinos actuaron antes de que Los Manolos cerrasen noche, y lo hicieron sin que los turistas llegasen a descubrir el escenario. Era raro encontrarse en un rincón barcelonés casi sin su presencia. Tal parece que para ellos la rumba sólo vive en las terrazas de las cafeterías y bares de la ciudad, donde se la cantan los rumberos que allí se buscan la vida con unas coplas. Se perdieron una de las estampas de la noche, los fuegos artificiales coloreando el mar mientras sonaban las rumbitas de Muchacho y su familia de amigos.

Y mientras en el Moll de la Fusta los extranjeros escaseaban, en la Rambla del Raval, los artistas en escena se dirigían a la concurrencia también en inglés, para implicar en el espectáculo a todo el mundo. Los anglos, familiarizados con la música de banda de metales, en escenario estaban la Banda del Taller de Músics y otra formación de metales, esta polaca, se entregaron a la causa y la Rambla se onduló con el ritmo. La fusión entre recitados y metales no se tuvo que ajustar con fórceps, pero la intención de su motor, Rapsusklei, quedó ahí, legitimada por la entrega de la asistencia. Más tarde, los locales Oso Leone ofrecieron un concierto elegantísimo en la plaza Dels Àngels, el corazón del BAM con permiso del Raval. El folk pop vaporoso de los mallorquines encajó en el ánimo del público, que siguió el cincelado de las canciones aparcando temporalmente la expansión festiva, adormecida con canciones preciosas que nacían en la penumbra de un escenario apenas iluminado por la pantalla de vídeo.

Y el escenario fue el gran protagonista del concierto que cerró la programación de la plaza Dels Àgels. Chassol, un nuevo talento de la música francesa, propuso un espectáculo en el que parte del sonido se producía en la pantalla de vídeo, donde diferentes personas bien construían la melodía silbando o tocando la flauta. Esa melodía era desarrollada por el propio Chassol con teclados y por un batería. La idea, resultó llamativa, plástica, delicada y bien resuelta, pero el tono cinematográfico de la música, la práctica suspensión de ritmo y la ausencia de estructuras pop sugirieron que aquel no era el lugar idóneo para la propuesta, interesante pero poco agradecida para ser seguida de pie. El público, que ya quería bailar, se arrancada a la menor oportunidad, e incluso Chassol hubo de sugerir gestualmente que se tuviese paciencia, que las canciones necesitaban su desarrollo. Curiosamente, el enardecimiento se trasladó a la Catedral, donde poco más tarde el “Bella Ciao” recordaba al público en pie la pertinencia de la canción popular. Hay cosas que nunca mueren.

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