Una treintena de escritores catalanes crea un ‘sindicato’ profesional
Escrivim pide a sus miembros que tengan cinco libros publicados
Siendo el primer y vital eslabón, los escritores tienes la sensación histórica, que crece con estos tiempos de menosprecio o indiferencia mayúsculos a la creación, que son, paradójicamente, la parte más invisible y menos valorada de la famosa cadena del libro. Por ello, “acabar con la precariedad y la arbitrariedad de un sector desregularizado” y defender a los escritores profesionales como trabajadores de la cultura, equiparándolos con otros colectivos laborales del sector, son algunos de los objetivos de marcado corte sindical de Escrivim, Associació Professional d’Autors i Autores Literaris de Catalunya, que reúne a 36 autores catalanes y que ayer se presentó en el marco de la Setmana del Llibre en Català.
“Se trata de prestigiar socialmente a los trabajadores literarios”, “equiparándonos con los países de nuestro entorno europeo que sí disponen de políticas destinadas a la creación y a la protección de creadores”, reza el manifiesto fundacional de Escrivim, plataforma que preside la escritora Maite Carranza, reconocida autora de libros infantiles y juveniles, como la mayor parte de los componentes de la entidad, entre ellos Gemma Lienas, Andreu Martín, Elisenda Roca, Care Santos, Jordi Sierra y Fabra o Isabel-Clara Simó.
“Nacemos con vocación de defensa de nuestros derechos laborales, hay voluntad de entidad sindical; ojalá pudiéramos sindicarnos como escritores”, apunta la autora y guionista Anna Manso, tesorera de Escrivim, entidad que demanda, para formar parte de ella, unos requisitos notables: tener cinco libros publicados (dos de ellos, en los últimos cinco años), que no sean autoeditados, que se encuentren a la venta y que hayan tenido una tirada superior a los 500 ejemplares.
“Somos una asociación exclusivamente profesional”, aclara Manso. Y esa voluntad, junto al perfil de sus componentes que pueden más o menos vivir de la escritura, es lo que explica la gestación de Escrivim, donde la mayoría de sus miembros son socios de la histórica Associació d’Escriptors en Llengua Catalana (AELC), si bien algunos se han dado ahora de baja. “No nacemos contra nadie, pero en la AELC hay mucha gente que solo ha publicado un libro en su vida, por lo que tienen necesidades muy diferentes de las de un escritor profesional”, lanza Manso. Y ejemplifica: “Intentamos promover desde la AELC un código de buenas prácticas con los editores y no lo logramos… Somos dos mundos muy distintos”. Al parecer, autores que hoy conforman el colectivo Escrivim —cuyo embrión estaría en la espontánea asociación APE (Autors i Autores en Perill d’Extinció, nacida hace cuatro años)— se propusieron antes de la creación de la plataforma ganar peso en la AELC, pero su candidatura obtuvo poco eco. “Mantendremos relaciones fluidas con la AELC porque estamos en la misma guerra”, aclaró ayer Carranza. “Tenemos más sensibilidades a representar y más libertad para hacer cosas”, contrapone por su parte la escritora y traductora Bel Olid, presidenta desde 2015 de la AELC, entidad que cuenta con más de 1.400 asociados y que ahora cumple 40 años.
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