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TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Gran tragedia de secano

La pasión seca domina el excelente montaje de Oriol Broggi sobre el lorquiano 'Bodas de sangre' en la Biblioteca de Catalunya

Escena de 'Bodas de sangre', de Oriol Broggi, en la Biblioteca de Catalunya.
Escena de 'Bodas de sangre', de Oriol Broggi, en la Biblioteca de Catalunya.

Bodas de sangre, escrita por Federico García Lorca en la Huerta de San Vicente, es una tragedia de secano. Amor y muerte en tierras que no conocen otra agua que el azar de la lluvia. El espíritu de la Andalucía interior. Veredas y caminos de polvo blanco que llevan a aisladas cortijadas, a mujeres de luto permanente, color de obediencia, y a hombres con los ojos cortados por el sol. Ese Sur es el que bellamente estilizado ha recreado Oriol Broggi en su puesta en escena.

La Biblioteca de Catalunya, una plaza preparada para la suerte trágica. Un escenario a lo Távora y su animal fetiche: el caballo. Juguetón, hermosa bestia castaña a punto de robarle a la compañía la carta de la emoción estética con su estampa. Para él, su lucimiento y comodidad, se ha levantado un picadero que la compañía intenta llenar con sus movimientos a escala humana cuando el caballo abandona la arena. Broggi subraya el inevitable vacío con una coreografía de la distancia. Y la metáfora espacial funciona casi siempre por la alcazaba que erigen los personajes para no verse vencidos por sus pasiones. Un asedio —como se sabe— perdido por algunos.

Bodas de sangre

De Federico García Lorca. Dirección y espacio: Oriol Broggi. Intérpretes: Ivan Benet, Anna Castells, Nora Navas, Pau Roca, Clara Segura y Montse Vellvehí. Música: Joan Garriga. Biblioteca de Catalunya, 14 de junio.

No está entre los vencidos la madre. El director juega al principio a que los personajes no tengan propietario. Esa idea pierde fuerza cuando las personalidades acaban bien casados con un intérprete. La madre es de entrada Clara Segura, pero será Nora Navas quien asuma con firmeza esa identidad en la contienda final ante una Segura que se apropia a su vez de la novia. Gran coda —con ecos de olímpicas tragedias— que proporciona al espectador el momento más hondo de todo el montaje. Emoción sin adornos, sin el fantástico bálsamo de la música de Joan Garriga, que abre el drama a paisajes criollos, o el divertimento de transformar los leñadores en fools shakespearianos con ceceo malagueño de una compañía itinerante que se parece mucho a La Barraca.

Teatro desnudo, con dos actrices galvanizando el aire y el silencio con su entrega. Segura está superlativa y Navas hace de la madre —con gestos mínimos, simplemente dos manos enlazadas a la altura del regazo— una creación. Magnífica defensa del perfil de mujer segura —una auténtica doña— que no reprime la añoranza sexual, que lucha por sus intereses materiales y transforma la extinción de su estirpe en un dolor épico que no la llevará a la amargura. La novia de Clara Segura es un personaje que casi se mira y reconoce en esta madre. La misma determinación si no existiera la herida del hombre y el deseo.

Los dos principales personajes masculinos, interpretados por Ivan Benet (Leonardo) y Pau Roca (el novio) quedan un poco a la sombra del espectacular despliegue de sus compañeras, pero afianzan con sus buenas actuaciones la pasión seca que domina este excelente montaje.

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