Una vida dedicada a las vanguardias
Una exposición en el Palau Robert disecciona la mirada del crítico Joaquim Molas
Cómics infantiles, una postal enviada desde Palma con una invitación a la presentación del libro satírico La vida pornográfica de Jesucristo. En las vitrinas centrales de la exposición: correspondencia con su amigo el poeta Joan Brossa, lecturas de adolescencia (Els amics de les Arts), libros de Josep Vicenç Foix, el poeta gorkiano. También sus obsesiones por el Salvador Dalí en su faceta de escritor. La observación del catedrático, historiador y crítico literario Joaquim Molas (1930-2015) de las vanguardias literarias catalanas del siglo XX protagonizan la muestra Enemic de gàbies. Joaquim Molas i les avantguardes,que recoge parte de la extensa documentación del profesor archivada en la Biblioteca Museu Víctor Balaguer de Vilanova i la Geltrú. “Hay una infinidad de material muy interesante en su archivo personal, esto es solo una pequeña muestra”, explica Jordi Cerdà, comisario de la exposición junto a Enric Bou. La mirada del “arquitecto del sistema literario catalán”, tal y como lo definió el escritor Damiá Pons, se podrá visitar hasta el próximo 27 de agosto en la sala cuatro del Palau Robert.
La muestra recorre desde el primer bloque, Realisme històric i avantguarda, hasta el Métode Molas, un resumen de más de 50 años dedicado al estudio “incisivo y sistemático” de las vanguardias. Una pasión germinada desde su infancia, a partir de sus lecturas de las revistas previas a la guerra civil, en especial los artículos de Dalí en Els amics de les Arts, “al que admiró más como escritor que como pintor”, asegura Cerdà.
La exposición comienza con la reivindicación del crítico de “una literatura transformadora de la realidad social”, con homenajes a Joan Salvat-Papasseit y su amistad con J. V. Foix, quien puso las vanguardias a su disposición tras hablarle de los manifiestos futuristas italianos y la Révolution Surréaliste. Su conocimiento sobre ellas dio lugar a una reivindicación de la modernidad cultural y social de Cataluña, para acabar convertido en un “desarticulador”, una faceta que explosionó definitivamente en 1992 a través de su exposición Les avantguardes a Catalunya durante la Olimpiada Cultural.
“Su mirada es un resumen del discurso de la Barcelona de los setenta y su exposición cultural al mundo”, añade Cerdà. Entre la documentación recogida por los comisarios, destacan libros dedicados como El Bell País on els homes desitgen els homes, de Biel Mesquida. “De hecho, el primer ejemplar que el escritor dedicó fue a él”, dice el comisario. También la reconstrucción del Molas profesor, con un repaso de los tarjetones de sus clases en la Universidad de Barcelona, repletos de tachones y quemaduras de los cigarros que fumaba mientras los reescribía.
En la muestra también se observa el pulso entre la vanguardia más elitista y la más transformadora del catedrático, esta última “con claras influencias marxistas”. Como el libro Des d’un got d’aigua fins al petroli, de Joan Brossa, edición clandestina del PSUC de 1971 que sirvió para ayudar a la financiación del partido. “París, el nom vomitat pel diable! Visca el diable! Petons als llibres”, se puede leer en una postal que Vicenç Altaió le envió el 29 de agosto de 1973, otro de los curiosos documentos expuestos.
Entre los pósteres de las vanguardias pop y fotos de Molas en Liverpool fumando pitillos en 1960, hay recortes de prensa con artículos dedicados al crítico literario. Entre ellos, Y el Realismo histórico, de Baltasar Porcel, a través del cual el escritor describió cómo conoció al catedrático durante un homenaje a Joan Oliver: “Molas leía con acento seco, abriendo ligeramente y con acritud las vocales, como si echara sobre el público alguna especie de repulsa acre y contenida. Profirió un discurso ceñido, aséptico, sin la menor floritura y donde cada palabra decía con exactitud y claridad, algo”.
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