La orquesta de los flechazos
La Sinfónica de Galicia celebra sus primeros 25 años interpretando las nueve sinfonías de Beethoven
Todo empezó con gran emoción, esa materia que es la esencia misma de la música. Las primeras notas que la Orquesta Sinfónica de Galicia hacía llegar a su público, puesto respetuosamente en pie fueron las de los himnos español y gallego. Un escalofrío recorrió muchas espaldas antes de que los espectadores del acto las apoyaran en los casi 1800 respaldos de aquellas butacas, de un rojo muy vivo por entonces, estrenadas menos de tres años antes.
Setenta y cuatro músicos, seleccionados en Madrid, Bratislava, Londres, San Petersburgo, Stuttgart y Nueva York entre cerca de un millar de candidatos, más los refuerzos contratados para la ocasión, tomaron asiento frente a sus atriles. Sentados público y autoridades, la orquesta dirigida por Sabas Calvillo atacó las primeras notas de Ultreia, encargo de la propia Orquesta Sinfónica de Galicia a Rogelio Groba. Era el primer estreno de un autor gallego de los muchos que la orquesta habría de hacer en este cuarto de siglo.
El Concierto para violonchelo y orquesta de Dvořák completó la primera parte. con Mischa Maiski como solista. Había sustituido a Marta Argerich que, con los programas del concierto ya impresos, canceló su actuación con el Concierto para piano y orquesta nº 1 de Chopin. Tras el descanso, Espacio de espejo, de Tomás Marco. Era el estreno en España de esta obra, encargo de Radio France, dedicada a Cristóbal Halffter. Los Cuadros de una exposición de Mussorgski/Ravel completaron un programa que luego coronó una generosa serie de propinas. Con ellas, la OSG tocaba su primera música de zarzuela: una flecha directa al corazón lírico de la ciudad.
La emoción de ver nacer una orquesta de gran calidad en la propia ciudad no se acabó cuando una revuelta de algunos músicos provocó su despido y la sustitución del gerente y el director titular. Mientras muchos aficionados guardábamos la cola para la compra del primer abono, el cielo de A Coruña se vio cubierto por un manto negro de humo, procedente de la explosión del petrolero Mar Egeo. Con Enrique Rojas en el cuarto de máquinas, la Sinfónica pudo iniciar su primera singladura, su primera temporada, con cierta seguridad. Los nubarrones iniciales empezaban a disiparse.
Ya en su segunda temporada llegó quien se iba a ser su constructor musical, Víctor Pablo Pérez. A partir de entonces, el tándem Rojas-Pérez desarrolló el proyecto ideado por José Luis Méndez Romeu, seis puntos que el entonces concejal del Ayuntamiento de A Coruña plasmaba en el saludo impreso el primer programa del debut: “centro de estudios musicales avanzados... coro semiprofesional... potenciación de la ópera... grabaciones y ediciones de la orquesta... estrenos de obras de compositores gallegos y formación de nuevos públicos mediante conciertos didácticos y ensayos públicos”.
Veinticinco años después, la Sinfónica ha cumplido de largo estos puntos y esas “nuevas etapas y nuevos proyectos”. Primero fue el aumento y reseleccción de la plantilla orquestal a partir de lo que Víctor Pablo llamaba “focos de energía”. La formación del sonido de la orquesta se hizo con el paso por el repertorio sinfónico-coral y los ciclos sinfónicos más significativos. Fue el despegue. La velocidad de crucero se alcanzó con el Coro de la OSG, el Coro Joven, los Niños Cantores, la Orquesta Joven y la de niños, y el proyecto de integración social ReSuena, patrocinado por Abanca.
Su colaboración con el Festival de Amigos de la Ópera, el Festival Mozart y sus años de residencia en el Rossini Opera Festival de Pésaro forjaron la gran orquesta de foso que es la Sinfónica desde hace años y su excelencia en la interpretación de Mozart. La alcanzada en Rossini llegó de la mano de quien muchos consideraban su embajador en la Tierra, si no su encarnación misma, el recientemente fallecido e inolvidable Alberto Zedda.
Otros directores también sintieron el flechazo de una orquesta, de la que muchos destacaron como su rasgo más destacado su espíritu de colaboración y su apertura a las ideas de cada director invitado. Entre los más destacados, Lorin Maazel, Stanislaw Skrowaczewski, Jesús López Cobos, que volvió a un foso en España precisamente con la OSG y fue su director principal invitado durante cuatro temporadas; James Judd, siempre entusiasta y comprometido didáctica (fueron memorables sus encuentros con la Joven Orquesta) y socialmente (su No a la Guerra prendido a la chaqueta de su frac dejó huella en 2003); Josep Pons o Carlo Rizzi, que sonó algún tiempo como nuevo titular.
Pero –así hace las cosas Euterpe- en otoño de 2012 la cancelación de un maestro ruso obligó a buscar un sustituto a última hora. Llega un joven director, tambien ruso pero afincado en Finlandia, que dirige los ensayos y el concierto. Y surge el gran flechazo mutuo. Un bien guardado silencio hasta el día de su presentación y la gran sorpresa. El nuevo director –“de nombre impronunciable, imposible de recordar”, dijo alguien en la presentación a la prensa- era Dima Slobodeniouk.
Slobodeniouk fue la savia nueva que se necesitaba para que nacieran nuevos brotes en un entusiasmo bastante aletargado por entonces. Menos ensayos, que dejaron de ser traducción directa del francés (répétitions) porque el progreso de una obra se veía casi compás a compás. Cualquier asistente podía escuchar en ellos el progreso de un pasaje cuando la orquesta seguía una mínima indicación del nuevo titular. Los músicos aplaudían a este tras los conciertos y hasta la música contemporánea empezó a tener –excepto para los decididamente irreductibles- mejor aceptación, gracias a la buena selección y programación por su parte.
La Orquesta Sinfónica de Galicia cumple 25 años en pleno crecimiento artístico. Los solistas y directores invitados se hacen lenguas de su entusiasmo y buen hacer allá por donde van y su presencia en las redes sociales ayuda a la difusión de su calidad. Especialmente por las grabaciones en su canal de You Tube y las transmisiones de algunos de sus concertos en “streaming” de alta definición. La OSG ha sido, por cierto, la primera orquesta española en hacerlo y una de las primeras europeas, lo que le valió el Classical Next Award 2015.
El que fue gerente de la Sinfónica, Félix Palomero, declaró con ocasión del 15º aniversario de la OSG que su éxito se debía a "una calidad homologable a la de las buenas orquestas europeas, como para poder presentarse en circuitos internacionales en igualdad de condiciones". Pero, también por ser una orquesta "muy cercana a la comunidad en la que hace su labor educativa, cultural y social".
Esta cercanía y proyección sobre su comunidad es uno de los hitos en el devenir de la Sinfónica durante este cuarto de siglo, su rentabilidad social y cultural. Su actividad de conciertos y ensayos didácticos ha hecho llegar la música clásica a miles de niños de toda la provincia. Por su parte, la actividad de la Joven Orquesta ha hecho que más de una generación de músicos que han pasado por ella estén triunfando por el mundo en orquestas de prestigiocomo solistas –es el caso, entre otros, de Uxía Martínez Botana- y también en grupos de calidad reconocida internacionalmente, como Cibrán Sierra en el Cuarteto Quiroga.
Cumplir veinticinco años como orquesta es un buen momento para hacer balance de lo avanzado. Y aún lo es mejor para renovar compromisos, como el que una gran orquesta debe tener con la excelencia, y hacerlos firmes. El camino de la decadencia comienza en la auto complacencia. El recorrido por la Orquesta Sinfónica de Galicia es increíblemente más largo y mejor que el que los más optimistas podían pensar en 1992.
En el arte no hay meta final, solo etapas y horizonte. La autocrítica, la autoexigencia y un gran esfuerzo constante son imprescindibles. Pero también los son el apoyo moral y material de público, instituciones y empresas colaboradoras. El del público ha tenido a lo largo de estos 25 años un crecimiento paralelo al del nivel de la orquesta. El de las instituciones y empresas ha sido bastante más irregular y se hace necesaria una mayor estabilidad presupuestaria que garantice la actividad.
La mejora de las condiciones de su sede –especialmente de su acústica- es otro punto importantísimo a solucionar. Y es urgente: una orquesta de esta calidad no puede seguir teniendo una caja de resonancia tan deficiente.
A Coruña y Galicia están de fiesta. Felices bodas de plata a la Sinfónica; ahora, a por las de oro. Ojalá que dentro de veinticinco años, la ciudad y la comunidad puedan celebrarlas por todo lo alto.
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