La penúltima resurreción del castillo de Puñonrostro
La Comunidad licita la segunda fase de restauración del fortín de Torrejón de Velasco, del siglo XV


Si esto fuera una película y el castillo de Puñonrostro su protagonista, sería realmente difícil elegir una escena para comenzar. Podría ser el ataque de los comuneros a esta fortaleza de Torrejón de Velasco, propiedad de Juan Dávila, primer conde de Puñonrostro y uno de los nobles leales al emperador Carlos I. También podría ser la llegada en 1587 de Antonio Pérez, antiguo secretario de Felipe II, gran urdidor de intrigas palaciegas y amante de la princesa de Éboli, ahora caído en desgracia, preso por asesinato y corrupción. Pero además podría colocarse la escena dos siglos después, cuando los ocupantes franceses convirtieron el fortín en un centro de comunicaciones durante la Guerra de Independencia.
Entre las paredes parcheadas del castillo de Puñonrostro ha pasado la historia de España, desde la anarquía feudal del reino de Castilla en la primera mitad del siglo XV (cuando se empezó a construir) hasta la desamortización de Mendizábal en 1830 y la Guerra Civil, cuando los cañones colocados en Illescas apuntaban sin piedad a sus torres. Y ahora, el Ayuntamiento de Torrejón de Velasco (municipio de 4.200 vecinos a 30 kilómetros al sur de la capital tristemente popular por su conexión con la trama Púnica) tiene la esperanza de recuperarlo como espacio cultural. No será fácil, pues su estado apenas se ha recuperado de la situación de abandono, al borde de la ruina, a la que llegó a finales del siglo pasado, cuando unas obras urgencia evitaron que se viniera completamente abajo.
Por eso, aunque el monumento, Bien de Interés Cultural, es propiedad municipal desde 2002, el Consistorio necesita para alcanzar su objetivo la ayuda (y sobre todo la financiación) del gobierno regional. Después de la primera fase de restauración de 2012 (se valló el perímetro, se limpió el interior, se desmontaron los elementos que estaban a punto de derrumbarse…), la Comunidad está a punto de concluir el proceso de licitación de la segunda, que cuenta con un presupuesto de 450.000 euros para terminar de afianzar las estructuras (van a cambiar unos métodos de soporte que se pusieron hace 20 años con más pena que gloria) y detener así su “rápido deterioro”.
Hecho esto, según el pliego de condiciones del contrato, se empezarán los trabajos de recuperación para hacer accesible al público esta mole de piedra de 37 metros de longitud y 21 de ancho, con paredes que superan en algunos puntos el metro y medio de grosor.
Se mantienen en pie la torre del homenaje, de unos 24 metros de altura, y otras nueve torres menores colocadas alrededor de un patio de armas. Además, “se constata la existencia de pequeñas edificaciones en la cara interna de dicho patio, que constituían las dependencias de servicio”, explica Luis Serrano, técnico del Área de Conservación de la Comunidad de Madrid, en un trabajo de 2012, “que han sufrido numerosas modificaciones en base a los distintos usos que el Castillo ha albergado a lo largo de su historia”.
Unos usos que han ido de la fortificación y el palacio hasta la fábrica de jabones, el cercado para el ganado o el almacén para la maquinaria agrícola. Y a los que el Ayuntamiento espera darle uno más: el de espacio cultural con zona de exposiciones en la torre del homenaje y otra para todo tipo de actividades al aire libre (teatro, música) en el patio de armas.
Desde la Comunidad de Madrid, sin embargo, aseguran que la utilización final del castillo está todavía por decidir. Y que de esa decisión dependerán los futuros trabajos de restauración del castillo; por ejemplo, si se construye una sala de interpretación o de exposiciones en alguna parte. De momento, en esta fase de las obras se limitarán al devolver a la torre del homenaje su volumen arquitectónico, a reconstruir algunas torres laterales desaparecidas o las murallas que rodean el recinto. Además, buscarán e intentarán recuperar la parte que se pueda del foso exterior.
Porque la utilización del castillo está fuertemente condicionada por sus actuales inquilinos: la mayor colonia de cernícalos primilla de la Comunidad de Madrid, un ave protegida que ha fijado entre sus muros su espacio de cría y reproducción. Así, cualquier decisión sobre el solariego edificio deberá ser compatible con su presencia entre los meses de marzo y septiembre. Sin ir más lejos, las obras de esta segunda fase de restauración están previstas entre septiembre de 2017 y febrero de 2018, el periodo en que el primilla emigra hacia zonas más cálidas en África.
Y de hecho, esta aclaración en la que insiste la Comunidad de Madrid —aún no está decidido el uso y cuidado con el primilla— presagia un futuro desencuentro, a tenor de las palabras del alcalde de Torrejón de Velasco, Esteban Bravo: “Hay que ir pensando en alternativas para estas aves”, decía hace unos días n referencia a la posibilidad de trasladar a los cernícalos protegidos desde el castillo a otras zonas, por ejemplo, a primillares en el campo como los que existen en otros pueblos. Sería esta la única forma, explica, de poder usar el castillo como pretenden —con conciertos, por ejemplo, al aire libre— durante la primavera y el verano.
Cajas-nido para el primilla

Toda intervención en el castillo de Torrejón de Velasco debe tener en cuenta la población de más de medio centenar de parejas de cernícalos primilla que cada año anida en sus torres en marzo o abril con el firme ánimo de reproducirse. Se trata de un ave protegida, catalogada como especie “de interés especial” en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas.
Ya desde la primera intervención en el castillo, se colocaron unas vasijas que hacían de nido, pero, según explican en el Ayuntamiento, no servían porque los pájaros “se cocían en verano”. Ahora, las obras deben conservar y aumentar los nuevos nidos prefabricados integrados en los muros (como el que se puede ver en la imagen sobre este texto) que han funcionado mucho mejor. Cuando termine la actuación de este año, habrá un total de 42 nidos.
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