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La iglesia de los ‘sin techo’

La parroquia barcelonesa de Santa Anna abre sus puertas las 24 horas para que las personas sin hogar puedan guarecerse

Alfonso L. Congostrina
Tres sin techo junto a un perro en una de las capillas
Tres sin techo junto a un perro en una de las capillasCarles Ribas

Los responsables de la parroquia barcelonesa de Santa Anna no han colgado un cartel de neón intermitente donde se anuncie la apertura durante las 24 horas del día los 365 días del año. Pese ello, el templo se ha convertido en el primero de Cataluña en abrir de forma ininterrumpida. A cualquier hora del día, o la noche, todo aquel que lo precise podrá acceder a la iglesia aunque el principal objetivo es ofrecer a las personas que no tienen hogar un lugar donde cobijarse.

La iniciativa del párroco, Peio Sánchez, ha sido bautizada como Hospital de Campaña. La ola de frío del pasado mes de enero hizo que el párroco habilitara el templo como albergue pero la falta de condiciones higiénicas ha hecho replantear el uso y ahora a todo aquel que necesite guarecerse se le ofrecerá café y descanso pero sin las camas que estuvieron instaladas el pasado mes. La iniciativa está inspirada en la labor que el padre Ángel, fundador de Mensajeros por la Paz, lleva a cabo desde hace un año y medio en la parroquia madrileña de San Antón.

Durante la tarde de ayer una decena de sin techo deambulaban por el templo. Un hombre dormitaba en un banco muy cerca del Sepulcro del caballero Miquel de Boera del siglo XVI. Lleva un año y medio durmiendo en la calle. “Llegué de vacaciones y la empresa de carpintería de aluminio donde trabajaba había cerrado. Envié a mi mujer y a mi hijo a casa de mi suegra y yo, simplemente, intento sobrevivir”, admite tras una pequeña siesta en uno de los bancos de la iglesia. Lleva días viniendo a Santa Anna “necesito beber un vaso de algo caliente”.

Media docena de monjas de las Hermanitas del Cordero ensayan cantos en el crucero del templo. Raúl lleva toda la tarde con un trapo y un abrillantador en espray sacándole brillo a los bancos de la iglesia. Hace dos meses que vino de Buenos Aires. “Creí que aquí llovían lingotes de oro y al final me vi durmiendo en la calle. Yo conducía camiones y autocares y con 57 años estoy sin nada. Vine a la iglesia en busca de caridad y ahora también ayudo lo que puedo”, se esperanza.

Fermín, un voluntario ecuatoriano de unos cincuenta años, es quien da las órdenes en el templo. Conoce a la perfección todas y cada una de las piedras que conforman la parroquia. Jordan intenta instalar un juego de luces. Es un joven búlgaro al que la vida castigó con la adicción a las drogas. “Vine a España a desintoxicarme y me quedé en la calle. Ahora quiero aprender cosas y tengo mucha fuerza desde que entre en esta iglesia. Sé que ahora quiero dejar la adicción y lo conseguiré”.

El acceso a la sacristía es una capilla presidida por una piedad. El lugar se ha transformado totalmente. Tres perros dormitaban ayer junto a los bancos dentro del templo. “Aquí es donde preparamos los desayunos y algunas comidas”, informaba Marta, una voluntaria implicada en mil y una "historias". Junto a ella, Sofía prepara unos cafés: “Soy italiana y Santa Anna es donde venimos a rezar los italianos que vivimos en Barcelona. Ayudo en todo lo que puedo”.

“Los alimentos que entregamos son los que nos da la gente o los que compramos gracias al dinero de los donativos”, informa Marta. Sofía asegura que, en enero, las noches de más frío llegaron a dormir 88 sin techo dentro de la iglesia “sólo en una noche”. Al principio, recogían y entregaban ropa pero fue tal el aluvión de donativos que la iglesia se vio desbordada y no recogieron más ropa.

Tres jóvenes rumanos comen unas madalenas. Uno de sus compañeros lleva horas dormido sobre un banco. “Está enfermo, los voluntarios han conseguido que le ingresen pronto en una residencia para desintoxicarle. Él al principio no quería marcharse sin sus tres perros pero también han conseguido que los lleven a un refugio de animales”.

Dos indigentes hablan en el patio de la entrada al templo de como uno de ellos se durmió una noche de guardia mientras hacía el servicio militar obligatorio. Sonríen con la batallita mientras uno de ellos saca una pipa y comienza a fumar tabaco que ha recopilado a base de recoger colillas.

El proyecto Hospital de Campaña de la parroquia de Santa Anna cuenta por ahora con un equipo de 250 voluntarios que han de garantizar 24 horas de atención. Los organizadores admiten que los turnos más difíciles de cubrir son de madrugada.

Durante la tarde, dos se enzarzan en una pelea en la puerta del templo. Los voluntarios detienen la agresión en segundos. “Otro día que tiene que venir la policía”, reniega un usuario reconvertido en voluntario. Pese a los problemas, no decaen las fuerzas en la primera parroquia que abre 24 horas al día en Cataluña.

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