Médico de familia a domicilio
Los facultativos de la atención domiciliaria de Barcelona, el último servicio desprivatizado por Salud, han atendido a casi 9.000 pacientes en sus casas en solo dos meses
Apenas se ve un alma en el centro de urgencias de atención primaria (CUAP) de Casernes, en el barrio barcelonés de Sant Andreu. En plena crisis por la saturación de las urgencias hospitalarias, casi todos los boxes del CUAP están vacíos y en la sala de espera, una decena de personas aguardan tranquilos su turno. Es martes. El sol ya hace un par de horas que se ha puesto y la ola de frío amenaza los termómetros. La epidemia de gripe está a punto de alcanzar su pico de mayor incidencia pero en el CUAP de Casernes no se nota. Según el Departamento de Salud, seis de cada 10 casos de urgencias atendidos en hospitales podrían haberse resuelto en otros centros, como los CUAP.
Donde sí hay más movimiento es en la planta baja del ambulatorio. En una suerte de sala de reuniones, varios médicos apuran a teclear en sus portátiles hasta que suena un móvil. Uno de ellos recoge su tableta, se viste un chaleco azul con letras estampadas del Instituto Catalán de la Salud (ICS), y se va rápido. Son los facultativos de guardia del servicio de atención domiciliaria continuada de Barcelona.
El servicio, desprivatizado hace un par de meses por Salud y asumido por el ICS, se encarga de asistir a domicilio los avisos menos graves que llegan a la central del Sistema de Emergencias Médicas (SEM). En una escala del 1 al 5, la atención domiciliaria se encarga de los casos nivel 4 y 5. Son equipos nocturnos. Por el día, los médicos de familia de los centros de atención primaria (CAP) se encargan de visitar a domicilio a los pacientes que lo precisen. Los equipos de atención domiciliaria toman el relevo durante el intervalo que permanecen cerrados los CAP (de 19.00 a 8.00) y los sábados y festivos.
“Suplimos al CAP cuando cierra sus puertas”, resume el doctor Jordi Gost. El médico, que tiene su consulta diaria en Casernes, fue uno de los 52 facultativos del ICS que se presentó voluntario para trabajar en el servicio. La empresa pública ha abierto la puerta a todos los sanitarios de atención primaria del ICS para sumarse a los equipos de atención domiciliaria (por ahora se adhirieron también 62 enfermeros). Además, ha contratado a 16 médicos de familia, seis administrativos, dos directivos y 14 conductores.
Gost acaba de llegar de un domicilio y avisa al centro coordinador —ubicado en el CAP Manso, que dispone de otros equipos de atención domiciliaria— de que ya está listo para otro servicio. Dos bases (en Casernas y Manso) se reparten toda la ciudad de Barcelona y Montcada i Reixac. El SEM pasa los casos al centro coordinador y éste lo comunica a un médico de Manso o Casernas, según la base más cercana al domicilio.
Suena el teléfono de Gost. Un escueto sms con el nombre de una paciente, la edad, la dirección y el motivo de consulta pone en marcha el dispositivo. El médico enciende la tableta y accede a la historia clínica de la enferma. “El motivo de consulta es un mareo. Puede ser cualquier cosa”, dice Gost. Se viste el chaleco con el logotipo del ICS y en marcha.
Un conductor guía el vehículo mientras Gost revisa la historia clínica. A las 21.30 llega al domicilio. Un anciano abre la puerta. “Es mi mujer. Ha vomitado”, explica. En el salón, la anciana descansa en una mecedora, exhausta, mientras la hija se afana en explicar al médico lo sucedido. Gost inspecciona a la anciana con cuidado, sonríe y le habla despacio. “Seguramente es una gastroenteritis vírica”, dice tras auscultarla y controlar la saturación en sangre.
De vuelta al coche, avisa al centro coordinador de que la visita ha terminado, anuncia el diagnóstico y que ya está disponible. Los médicos suelen atender 12 domicilios cada noche. Desde que el ICS asumió el servicio, los equipos de atención domiciliaria han atendido a 8.976 personas.
El perfil más común es el de gente mayor, polimedicada y con una situación de vulnerabilidad elevada. También pacientes psiquiátricos descompensados. “En esta época lo más común es la gripe y los cuadros catarrales. Pero suelen ser pacientes con una situación social frágil, pacientes psiquiátricos o con patología de dolor”, explica el médico. Gost reconoce que entrar en la casa de un paciente es una fuente de información. “En su casa, ves cosas que no puedes reflejar en el informe pero te da pistas. Hay un perfil de pacientes con otra patología aparte de la que motiva la demanda”, señala. “La soledad es muy frecuente y algunos pacientes ancianos que viven solos, la única conexión con el exterior es la medalla de teleasistencia”, sostiene.
Ronda la medianoche y Gost pide permiso para cenar. Pero el móvil no da tregua. Apenas acaba su crema de espinacas, el equipo se pone en marcha. Un sms lo envía a Gràcia.
En la casa lo espera Emperatriz, una anciana de 92 años con Alzhéimer. Tuvo molestias al orinar y se pasó dormida todo el día. Ahora descansa en el salón de su casa, donde vive con su hija y su yerno. Gost habla con ella e intenta ubicarla. “Emperatriz, ¿sabe dónde estamos? ¿Qué día es hoy?”. Tiene unas décimas de fiebre e intenta sin éxito tomarle una muestra de orina. Gost sospecha que es una infección de orina. “Puede ser un proceso vírico que en pacientes con esta patología se puede complicar. Lo que hay que evitar es que vayan al hospital porque si ingresa y la sacas de su espacio, se desorienta”, explica.
El médico reivindica el papel de la atención primaria y los espacios diferenciados del CAP y el hospital. Pero también critica el abuso de los recursos por parte de los pacientes. “Hay poco filtraje de patología banal. A veces los servicios se usan con poco sentido común”, lamenta. Y vuelve a activar el teléfono. Después de otro domicilio, vuelve a la base. A esperar al siguiente enfermo. Son las 2.30. Quedan cinco horas de guardia. Fuera, la ola de frío deja al termómetro por debajo de los cero grados. El CUAP aún está más vacío que seis horas atrás.
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