Werther ha vuelto
Memorable bis del tenor Piotr Beczala en el retorno al Liceo de la famosa ópera de Massenet
Veinticinco años después del último montaje de Werther en el Liceo, con Alfredo Kraus como inolvidable protagonista, la ópera de Jules Massenet basada en la novela epistolar de Goethe ha vuelto con éxito al coliseo de la Rambla. En una tarde de gloria, el tenor polaco Piotr Beczala brindó una actuación fascinante; la elegancia en el fraseo, el gusto exquisito en los matices y el brillo de sus agudos desataron el entusiasmo del público en una función que deja para la historia del teatro, como momento de magia, un arriesgado bis de Pourquoi me réveiller, el aria más famosa de la ópera.
Ha vuelto Werther al Liceo en un notable montaje de la Ópera de Fráncfort firmado escénicamente por Willy Decker y dirigido musicalmente por Alain Altinoglu con inspiración y dominio del estilo. Salvo algunos titubeos y pasajes borrosos, la orquesta logró el adecuado clima poético y dramático bajo su solvente batuta, flexible, mesurada en los contrastes dinámicos y atenta a la respiración natural de la voces.
Inteligente y bien resuelta propuesta teatral de Decker, abstracta, limpia y claustrofóbica en el dibujo del mundo realista de Charlotte, con la casa y el retrato de su madre como símbolos de la moral burguesa que, como una pesada losa, sepulta su atracción por esa "alma gemela" que encarna Werther. La estética visual del atemporal escenario, desde la escenografía y el vestuario de Wolfgang Gussmann a los colores vivos que retratan el mundo del protagonista -muy eficaz iluminación de Hans Toelstede-, subraya la pasión y los trastornos del joven poeta que se suicida por amor.
Werther
Werther, de Massenet. Piotr Beczala, Anna Caterina Antonacci, Joan Martín-Royo, Elena Sancho Pereg, Stefano Palatchi, Antoni Comas, Marc Canturri. Coro infantil Amics de la Unió de Granollers. Sinfónica del Gran Teatro del Liceo. Director de escena: Willy Decker. Director musical: Alain Altinoglu. Producción: Ópera de Fráncfort. Liceo. Barcelona, 15 de enero.
Si morir de amor de forma convincente en escena ya es difícil, morir de amor cantando durante casi veinte minutos tras pegarse un tiro en la cabeza es una hazaña teatral imposible. Vale, la música de Massenet, que retrata los recuerdos tiernos y apasionados del moribundo, ayuda mucho, pero prolonga el final con mimbres demasiado lacrimógenos. Por lo demás, todo funciona bien gracias a la precisa dirección de actores, que sitúa en primer plano las relaciones entre los personajes, desde una distancia que remite en su fría atmósfera a los dramas de Chéjov, Ibsen o Bergman.
Beczala es, probablemente, el Werther estilísticamente más perfecto del momento. El exigente y agotador personaje, calificado como el Tristán del repertorio francés, se interpreta a menudo con exceso de turbulencias veristas. Pero estamos en el universo de la ópera francesa y la voz debe expresar con delicados matices la melancolía y la dulzura del personaje, sin sobrecargar la dimensión dramática; Beczala lo borda, con medias voces ceñidas al dibujo melódico, siempre elegante y lírico en Massenet. Ante la intensidad de los aplausos y bravos, el tenor se arriesgó bisando su aria más célebre y comprometida. Y desató el entusiasmo.
No acaba de convencer la mezzosoprano italiana Anna Caterina Antonacci en la piel de Charlotte, con débiles graves y agudos cortos de intensidad. El personaje fue ganando aplomo, pero no emocionó. En el resto del reparto, integrado por voces españolas, hay excelentes interpretaciones, desde la encantadora y muy bien cantada Sophie de la soprano Elena Sancho Pereg al sobrio Albert -más juvenil y lírico que de costumbre- del barítono Joan Martín-Royo.
Sólido Alcalde del bajo Stefano Palatchi y buen trabajo del tenor Antoni Comas (Schmidt) y el barítono Marc Canturri (Johann), cuyos personajes tienen gran relieve teatral, convertidos por Decker en pájaros de mal agüero. Impecables, por afinación y presencia escénica, los miembros del Coro Infantil Amics de la Unió de Granollers.
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