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Los otros museos de Madrid

Las colecciones del Lázaro Galdiano, el del Romanticismo, el Sorolla y el de Artes Decorativas se unen para crear una nueva ruta cultural

Una de las salas del Museo del Romanticismo.
Una de las salas del Museo del Romanticismo.SANTI BURGOS
Sergio C. Fanjul

En una ciudad como Madrid, con una nutrida oferta cultural, la competición a la hora de atraer al público es dura. Si hablamos de museos enseguida saltan a la cabeza los grandes mascarones de proa de la llamada Milla de Oro Cultural (el Prado, el Thyssen, el Reina Sofía o el CaixaForum), pero existen otros centros más pequeños, en diferentes lugares de la ciudad, y no tan conocidos por el gran público. Cinco de ellos —el Museo Lázaro Galdiano, el Cerralbo, el del Romanticismo, el Sorolla y el de Artes Decorativas; los cuatro últimos adscritos al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte— van perfilando desde 2012 una iniciativa de colaboración bajo el nombre de Cinco museos, otro Madrid. Son cinco pequeños recipientes repletos de maravillas, delicadas o exuberantes, que nos llevan a lo que era la vida y el arte de la alta sociedad madrileña en otros tiempos menos ajetreados aunque no menos convulsos.

A finales de diciembre del año pasado se presentó lo que es un hito en este proceso y afianza de facto la colaboración entre todos estos centros: la creación del abono Cinco Museos. Otro Madrid que se puede adquirir en cualquiera de las taquillas y que permite visitar las cinco sedes durante 10 días. Cuesta 12 euros y con la compra del abono el usuario recibirá una tarjeta de fidelización que, durante un año, le permitirá visitar gratuitamente los museos las mañanas de los sábados con un acompañante. Además, recibirá una serie de ventajas adicionales como invitación a inauguraciones, participación en sorteos de visitas guiadas o reserva de asientos para conciertos.

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“Cuando hacemos estudios de público vemos que los visitantes de un museo no conocen los otros centros de la red. Queremos que eso cambie, además de compartir programas, unirlos mediante itinerarios temáticos e intercambiar experiencias e información”, explica Miguel González, subdirector general de Museos Estatales. “Pretendemos conectar con las inquietudes de nuestros visitantes, ser percibidos como lugares acogedores, despertar la curiosidad y entrar en los planes turísticos de quien venga a Madrid”.

Que estos cinco museos hayan decidido colaborar no es una decisión arbitraria, sino que responde al hecho de que comparten muchas de sus características fundamentales. Los cinco ocupan palacetes de la aristocracia o la alta burguesía capitalina construidos entre finales del siglo XIX y principios del XX, en lo que eran ensanchez o zonas de expansión de la ciudad como el Barrio de Salamanca, los alrededores del Retiro o Argüelles. Áreas muy del gusto entonces —y ahora— de las clases más acomodadas. Y detrás de los cinco hay un personaje singular: el coleccionista y editor José Lázaro Galdiano; el pintor Joaquín Sorolla; el también coleccionista Marqués de Cerralbo; el Marqués de la Vega Inclán (fundador del Museo del Romanticismo en Madrid, además del Museo del Greco en Toledo y de la Casa de Cervantes en Valladolid); o la Duquesa de Santoña (dueña del palacete que alberga desde 1934 el Museo de Artes Decorativas), “una de las damas más bellas y graciosas, al decir popular y periodístico, de la época”, en palabras de Sofía Rodríguez Bernis, directora de ese centro.

Pasillo con armaduras del Museo Cerralbo.
Pasillo con armaduras del Museo Cerralbo.SANTI BURGOS

Cápsulas del tiempo

“Una de las peculiaridades de estos museos es que envuelven al visitante”, explica Consuelo Luca de Tena, directora del Museo Sorolla, “uno está en el interior de aquello que está visitando y eso crea una vinculación emocional”. En efecto, al entrar en estos lugares entramos como en una cápsula del tiempo que nos retrotrae a los tiempos de esas personalidades singulares y nos hace comprender mejor sus biografías y su época.

Museo del Romanticismo.
Museo del Romanticismo.SANTI BURGOS

“Aquí es fácil imaginarse a Menéndez Pelayo o a Unamuno visitar a Lázaro Galdiano para discutir sus colaboraciones en la revista La España Moderna, que Lázaro editaba”, dice Elena Hernando, directora gerente del museo. O imaginar cómo era la vida cotidiana en el siglo XIX paseando por las diferentes estancias del Museo de Romanticismo, donde actualmente se puede ver una exposición temporal sobre la vestimenta romántica. También entender la minuciosa fiebre coleccionista del Marqués de Cerralbo, que parecía querer meter toda la belleza y extrañeza del mundo entre las suntuosas paredes de su palacete decimonónico, que conserva la decoración original (atención a la Escalera de Honor, el Salón Árabe o el gran Salón de Baile). O ponerse en los huesos de Sorolla, cuando pintaba o recibía a sus clientes en los tres grandes y luminosos estudios en los que se reproduce el ambiente original.

“Se trata de museos manejables, que se pueden visitar con reposo y detenimiento, sin esa sensación de que no podemos abarcarlo todo que a veces sentimos en los grandes museos”, explica Luca de Tena. “Además, se transmite la importancia de conservar este patrimonio”. Por ejemplo, el muy celebrado por el público jardín del Museo Sorolla, un remanso de paz de estilo neonazarí en medio de la urbe, con aires que recuerdan a La Alhambra y al Generalife de Granada o al Real Alcázar de Sevilla. Ahí, muchos ciudadanos gustan de sentarse a relajarse o a leer en mitad del fragor de la batalla cotidiana.

Museo Lázaro Galdiano.
Museo Lázaro Galdiano.SANTI BURGOS

“En estos museos se puede conocer Madrid por dentro, no solo por fuera; ver la ciudad que era en el pasado desde la intimidad de las estancias, con todo el lujo y glamour que rodeaban a este estrato burgués, adinerado y culto de la sociedad española”, opina Rodríguez Bernis. Pero no solo viven estos museos de ese vínculo con el pasado ni de sus colecciones permanente, sino que también apuestan por muestras temporales con las que sacarle más brillo a sus privilegiadas estancias e intentar atraer nuevos públicos. El Museo Lázaro Galdiano, por ejemplo, es conocido por poner en diálogo la colección del padre fundador (que contiene obras de Goya, El Bosco o El Greco, además de una amplia colección de casi todo: joya, armas, plata, etc...) con las últimas tendencias en el arte contemporáneo: han realizado varias exposiciones de videoarte, de artistas como Enrique Marty, Santiago Ydáñez, o Bernardí Roig, o coleccionistas como Jozami.

También en el Museo de Artes Decorativas gustan de combinar la tradición con la modernidad: además de dar cuenta de la evolución de las artes decorativas a través de la historia, celebra exposiciones como las recientes del joyero Chus Burés, el pintor Florencio Maíllo o la ceramista Cristina Bolborea.

En general, en todos estos museos son frecuentes estas actividades, además de otras como conciertos, conferencias, clubes de lectura o presentaciones de libros. Propuestas que pretenden dar una nueva vida a estos espacios y acercar al público las residencias de los ricos cultos de antaño.  

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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