Encuentros y reencuentros
La Real Filharmonía, Ros Marbà y Jorge Federico Osorio recrean Brahms en el Auditorio de Ferrol
La del jueves 15 ha sido para la Real Filharmonía de Galicia una tarde de encuentros y reencuentros: estos, el de cada uno de sus músicos con Antoni Ros Marbà (L’Hospitalet de Llobregat, 1937); los encuentros, con el flamante Auditorio ferrolano de Caranza, en el que la orquesta gallega actuaba por primera vez.
A lo largo del concierto, se notó la lógica tensión del debut en un recinto y de volver a estar bajo la dirección de quien fue su titular durante catorce años. Fue una de esas ocasiones en las que los músicos de toda una orquesta mantienen un plus de concentración que les permite lograr un punto más de rendimiento artístico, algo que inevitablemente llega al público y que este no puede sino disfrutar.
Desde los primeros compases del Concierto nº 1, la escritura de Brahms, la calidad de la RFG y la acústica del Auditorio de Ferrol entraron en sinergia, con el resultado de un sonido lleno de esa peculiar textura derivada de la orquestación y la densidad armónica características del hamburgués. El dramatismo que flota en esa introducción preparó la entrada del piano de Jorge Federico Osorio y el maestro mexicano regaló al público la más idónea interpretación: su limpieza, control de sonido y expresividad volaron por el aire del recinto de Caranza.
El espíritu de Brahms se adueñó del auditorio desde el poderío y dramatismo de sus pasajes en octavas. La líquida limpidez de su canto, su forma de destacar las preciosas armonías de sus solos en pianissimo del Adagio y el vigor de su exposición del Rondo fueron una elevación permanente hacia ese espíritu. Extrañamente, la brillantez del final y el soberbio acompañamiento de Ros y la Real Filharmonía solo consiguieron una ovación algo irregular del público: algunas aclamaciones y bravos bien sonoros contrastaron con unos aplausos de corta duración que, prácticamente, impidieron a Osorio regalar algún bis. Lástima.
Las cuatro sinfonías de Brahms forman parte del grupo que hace décadas se consideraba que debía dominar un director con suficiente oficio: junto a ellas, las nueve de Beethoven; las tres últimas de Mozart y de Chaikovski; la londinenses de Haydn y las últimas de Dvorak, entre otras. Ros Marbà es un veterano al que oficio, desde luego, no le falta. Y que tiene conocimientos y musicalidad sobrada para hacer una gran versión de cualquiera de esos y otros muchos autores; como hizo el jueves en Ferrol.
La RFG se volcó. La tensión creativa que antes veíamos fructificó en una interpretación de gran altura y profundo concepto brahmsiano. Del primero al útlimo de sus compases, aquello sonó a puro Brahms, Grandes intervenciones de sus solistas de viento contribuyeron a ello y el pequeño desajuste de algunas entradas no menoscabó la gran calidad de la versión. El frío, el viento y la lluvia que se sufrió a la entrada -y sobre todo a la salida- del concierto fueron bien poca cosa para enfriar el recuerdo de una gran velada.
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