_
_
_
_
ARTE

El alquimista lúcido

El fotógrafo madrileño Alfredo Rodríguez muestra sus hologramas experimentales en la exposición Limbo, en Espacio Valverde

Abraham Rivera
Las holografías, 'XX', 'Hellem, Hellem, Hellem!' y 'XX', de Alfredo Rodríguez, expuestas en la galería Espacio Valverde.
Las holografías, 'XX', 'Hellem, Hellem, Hellem!' y 'XX', de Alfredo Rodríguez, expuestas en la galería Espacio Valverde.

Entre 1840 y 1890 la fotografía fue un auténtico campo de experimentación e innovación. Un rápido vistazo a aquella incipiente industria permite descubrir técnicas, procesos y materiales que luego terminaron siendo desechados en pos de unos procedimientos más uniformados. “Durante aquel periodo cada maestrillo tenía literalmente su librillo. En muchos casos se mezclaban diferentes técnicas en una misma fotografía; es todo un mundo”, exclama el artista e investigador Alfredo Rodríguez, cuyo trabajo siempre ha girado alrededor de este tipo de procesos. “Los fotógrafos de ese momento eran químicos amateurs que jugaban con la magia de la fijación de la imagen. Todo estaba en las diferentes fórmulas que iban descubriendo”.

El fotógrafo madrileño clausura esta semana la exposición Limbo, en Espacio Valverde (Calle de Valverde, 30). Una muestra que se acerca a la fotografía desde un punto de vista más material, experimentando con técnicas y soportes. Su interés por la historia de la fotografía comenzó hace diez años: “Empecé con lo más sencillo, que era la cianotipia, fotografías basadas en las reacciones químicas del hierro en vez de en la plata. Al final de este proceso con hierro quedan unos tonos azules propios del material utilizado”, destaca el artistas. Muchos de los materiales necesarios los obtiene de la centenaria drogueria Manuel Riesgo, en calle Desengaño. Un espacio dedicado al comercio de productos químicos donde cientos de profesionales acuden cada día a conseguir lo necesario para sus formulas.

La holografía 'Darkyyoga' del artista Alfredo Rodríguez.
La holografía 'Darkyyoga' del artista Alfredo Rodríguez.

Su anterior exposición, realizada en junio de 2013 en la misma galería, mostró el potencial de Rodríguez con este tipo de procesos. “Fue una puesta en escena de todo lo que sabía de fotografía en ese momento. Se pudo ver cianotipias sobre tela y madera, gelatinas de plata, papeles de blanco y negro tratados de formas muy raras… Era muy heterogénea”, destaca sobre una muestra que también contaba con un texto del crítico de arte Fernando Castro: “La suya es una estética de matices y sedimentos, donde los fragmentos y sucesos están congelados, adquiriendo las obras una tonalidad que tiene algo de siniestro (en el sentido freudiano: algo familiar que se ha vuelto extraño por causa de una represión) pero también de esotérico”, escribía en el texto introductorio.

Por aquella época, Rodriguez también se empezó a interesar por una técnica menos centenaria, pero igualmente experimental y avanzada: la holografía. “Llevo dos años investigando y probando”, relata sobre esta técnica surgida en Hungría a finales de la década de los años cuarenta como método para crear imágenes tridimensionales sobre un plano. “Antes era imposible fabricar de manera artesanal hologramas; los costes eran altisimos. Pero ahora hay nuevas tecnologías y por unos cien euros puedes conseguir láseres potentes”. 

La única manera de conocer este mundo ha sido investigar en oscuros foros de hológrafos y en investigaciones de análisis molecular. “El interés de la mayoría de la gente es llegar a reproducir fielmente una moneda o un anillo, pero eso a mi no me interesa. Yo he conseguido mi propia fórmula y metodología para lugar aplicarla a mi obra”. Así, a partir de imágenes fotográficas, en este caso cinco instantáneas de diferentes partes del cuerpo de la mujer con la que comparte su vida desde hace más de veinte años, Rodríguez ha creado piezas de una enorme calidad plástica. “Me interesa tratar la emulsión holográfica como si fuera una emulsión fotográfica. Son obras que contienen imágenes que aparecen y desaparecen. Las formas y los colores van cambiando según este es un lugar o en otro”. Rodríguez es único, como sus obras, que no responden a ningún tipo de lenguaje dado. Carlos Fernández Pello, un artista de su generación, se encargaba de dejar claro en la hoja de sala su filiación con el pasado y el presente más inmediato: “Probablemente sea el único mago contemporáneo que conozco que haga verdadero honor al significado de ciencia-ficción”

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Abraham Rivera
Escribe desde 2015 para EL PAÍS sobre gastronomía, buen beber, música y cultura. Antes ha sido comisario de diversos festivales, entre ellos Electrónica en Abril para La Casa Encendida, y ha colaborado con Museo Reina Sofía, CA2M y Matadero. También ha presentado el programa Retromanía, en Radio 3, durante una década.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_