Feijóo repite el mismo gobierno que tenía antes de las elecciones

Como si no hubiera habido elecciones. Así seguirá la vida en el palacio de San Caetano de Santiago, sede del Gobierno gallego, después de que el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, haya firmado este domingo el decreto de nombramiento de sus conselleiros. En un gesto insólito, Feijóo ha decidido mantener exactamente a los mismos diez miembros de su Ejecutivo y con idénticas atribuciones. La inesperada sorpresa ha sido la ausencia más absoluta de cambios.

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Como vicepresidente y conselleiro de Presidencia, Administracións Públicas e Xustiza seguirá Alfonso Rueda;, en la Consellería de Facenda, Valeriano Martínez García; como conselleira de Medio Ambiente e Ordenación do Territorio, Beatriz Mato Otero; y como conselleira de Infraestruturas e Vivenda, Ethel Vázquez Mourelle. Al frente de la Consellería de Economía, Emprego e Industria, Francisco Conde; Román Rodríguez como conselleiro de Cultura, Educación e Ordenación Universitaria;, en Sanidade, Jesús Vázquez Almuiña; como conselleiro de Política Social, el exalcalde de Ferrol José Manuel Rey Varela; Ángeles Vázquez Mejuto permanecerá como conselleira do Medio Rural; y  Rosa Quintana como responsable de la Consellería do Mar.

Se trata de un gabinete formado por seis hombres y cuatro mujeres, que viene funcionando desde octubre de 2015, cuando Feijóo, tras el batacazo encajado en las municipales de mayo, decidió impulsar una crisis de gobierno y reforzar el perfil político de los departamentos de sanidad y política social, ámbitos a los que el presidente atribuyó la tremenda pérdida de apoyos sufrida por el PP. En su gobierno permanecen tres personas desde 2009: Rueda, Mato y Quintana.

La decisión de Feijóo se ha llevado las críticas de la oposición y de los sindicatos y las alabanzas de los empresarios. En Marea ha destacado que es "un Gobierno reincidente en el paro y la destrucción de los servicios públicos", formado por personas a las que el presidente "premia" por "no haberle hecho sombra". El PSdeG considera que la ausencia total de cambios contradice el anuncio del presidente de que se abre "una nueva etapa" y el BNG lo ha atribuido a una "visión autocomplaciente e inmovilista" del dirigente popular, informa Europa Press.

El PP, por su parte, ha destacado que su líder ha acertado "una vez más" y la Confederación de Empresarios de Pontevedra ha aplaudido que Feijóo apueste por la "certidumbre" y los "interlocutores conocidos". Por parte de los sindicatos han llegado críticas, sobre todo por el "continuismo" en las "políticas privatizadoras de la sanidad".

Con este calco del gobierno, Feijóo evita dar la más mínima pista sobre sus preferencias sucesorias. El líder del PP gallego ya ha anunciado que este será su último mandato en Galicia y ha fijado el año 2019 para iniciar su relevo al frente del partido con un congreso. Si alguien esperaba que el reparto de consellerías tras su mayoría absoluta del 25 de septiembre brindara alguna idea sobre quién es su favorito o favorita, se ha quedado con las ganas.

En sus siete años al frente de la Xunta Feijóo ha marcado una línea en su conformación de los gobiernos de la que no se ha separado ni un milímetro. Huyendo de las filtraciones a la prensa y de las sorpresas, el presidente del PP gallego siempre se ha rodeado en el Consello de la Xunta de personas de su máxima confianza, que hayan demostrado su fidelidad al líder dentro del partido o que, como mucho, son ascendidos a conselleiros después de pasar la prueba como asesores o altos funcionarios.

Los gobiernos de Feijóo no integran a personas fichadas de otros ámbitos que no sea el entorno del presidente ni tampoco responden a cuotas de las distintas facciones del PP gallego. Al presidente de la Xunta le gusta tener a su gabinete bajo control y diseña equipos en los que nunca ha habido figuras que brillen más que la suya. Así ha sido y probablemente será desde que en 2009 el sucesor de Manuel Fraga franqueó la puerta del despacho presidencial de San Caetano, ese en el que mañana la vida seguirá igual que si el 25-S no hubiera existido.