Domènech y la claridad
En Comú Podem debería aclarar a qué se refiere cuando habla de soberanía múltiples y de organización confederal
Al contrario de algunos jóvenes políticos catalanes de la última hornada, Xavier Domènech es un tipo simpático, natural, espontáneo. No lo conozco personalmente, pero esta es su imagen en entrevistas y debates parlamentarios. Sin embargo, es más espeso, para no decir confuso, en algunas entrevistas escritas. Es el caso de la publicada en La Vanguardia el pasado sábado día 5 de noviembre. Aparte de cuestiones del día a día político, intentó explicar la posición de En Comú Podem, partido del que es portavoz, sobre el complejo tema del independentismo y el modelo territorial de España. La verdad es que lo he leído y releído sin apenas poder llegar a conclusiones medianamente entendibles. El tema es complejo para muchos pero los dirigentes políticos y los partidos deben tenerlo claro dada la centralidad de esta cuestión.
Vamos a dar un repaso a la entrevista. En primer lugar, el problema de la soberanía lo contempla desde una perspectiva que no se entiende mucho. Dice así en un párrafo que apenas comprendo: “Somos [se refiere a En Comú Podem] un espacio soberanista que defiende las múltiple soberanías. Tú puedes tener un Estado independiente pero firmar el TTIP, y sustraer así la soberanía económica del país, por ejemplo. Por eso creemos que la soberanía nacional de Cataluña es un debate sobre todas las soberanías en juego”.
Hablar de soberanías en plural si, como parece, de lo que estamos hablando es de un Estado, no deja de ser paradójico ya que en toda la teoría política, sólo con alguna excepción, por lo menos desde Bodino en el siglo XVI, el término soberanía, precisamente, se predica de un poder supremo único y no compartido con nadie más. Yendo a la actualidad, ya en el artículo I de nuestra Constitución se dice que la soberanía “reside en el pueblo español”, lo cual significa, interpretando de forma sistemática los artículos de la Constitución, que el sujeto de esta soberanía está formado por el conjunto de los ciudadanos españoles y se ejercita mediante el procedimiento de reforma que la misma establece.
Cosa distinta son los distintos poderes públicos que ejercen sus funciones —para decirlo en la forma clásica, las funciones legislativa, ejecutiva y judicial— en el marco de la Constitución. Entonces debe hablarse, para no confundir, de competencias, es decir, de funciones sobre materias determinadas. Ninguno de estos poderes públicos es soberano aunque puede ser supremo en su ámbito de competencias. Pero el ejercicio de estas competencias no es ejercicio de soberanía alguna, ésta sólo reside en el pueblo, el cual la ejerce mediante la reforma constitucional.
Por tanto, cuando los poderes competentes del Estado firman un tratado internacional —el TTIP, como dice Domènech, o tantos otros, cada semana se aprueban tratados— el pueblo español no pierde soberanía alguna, simplemente sus órganos ejercen las competencias que tienen asignadas. ¿No es cierto que si una persona firma un contrato no pierde su libertad sino que la utiliza para conseguir un fin que a su juicio le conviene? Pues eso.
En segundo lugar, respecto al modelo territorial de Estado, dice Domènech: “Yo, personalmente, siempre he pensado en un modelo confederal en la línea de la tradición del republicanismo catalán. Dicho esto, al final será Cataluña la que decida qué tipo de relación quiere con le resto del Estado, si es que la quiere tener”. También aquí las palabras están mal empleadas.
Un modelo confederal de Estado no puede existir porque cualquier modelo confederal está formado por diversos estados soberanos que, mediante un tratado internacional, deciden configurarlo. Hablar de “Estado confederal” es hablar de algo inexistente: no es un Estado sino un conjunto de estados, una Confederación, que se unen para alcanzar unos fines concretos estipulados en un tratado internacional del cual cada Estado, en uso de su soberanía, puede separarse cuando lo crea conveniente. Una Confederación no es una forma más radical de Estado federal sino un ente de naturaleza distinta.
Recordemos las novelas y películas sobre la guerra civil norteamericana: los confederales eran los estados del Sur y los unionistas los del Norte. Los primeros consideraban que la Constitución norteamericana era un tratado entre estados y los segundos que era una norma suprema fruto del poder constituyente del pueblo. Unos que era una Confederación, otros un Estado federal. Domènech y los suyos deberían aclararse y decir lo que realmente quieren.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
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