Unos Juegos tocados de muerte
El formidable impulso experimentado por los Juegos Olímpicos ha corrido en paralelo con la decrepitud de los Juegos Mediterráneos
El formidable impulso experimentado por los Juegos Olímpicos, con la apertura al profesionalismo y el salto cualitativo que significó Barcelona-92, ha corrido en paralelo con la decrepitud de los Juegos Mediterráneos. El aplazamiento de la XVIII edición de la cita a la que estaban llamados los países ribereños bañados por el Mare Nostrum —una adscripción incongruente con los parámetros imperantes hoy en el deporte mundial— supone un descrédito para el Comité Organizador de Tarragona, para España y el Comité Olímpico Español (COE) y para el Comité Internacional de los Juegos, englobado en el Movimiento Olímpico, pero con poca voz y voto en el Comité Olímpico Internacional (COI).
El mero recuento de las ciudades intermedias que han acogido o acogerán la cita —Bari, Pescara, Mersin, Tarragona, Orán— dan una idea sobre su impacto, cada vez más limitado. En la última edición, hace cuatro años, en Mersin (Turquía), no hubo ni un solo enviado especial de prensa español, algún francés, algún italiano y para de contar. La repercusión de las competiciones que pretenden emular a los Juegos Olímpicos y en las que Tarragona espera contar con 4.000 deportistas de 26 países, es cada vez más local. Para las federaciones nacionales, el evento se convierte en un compromiso al que muchas veces no pueden hacer frente. Así se entiende que España no estuviera representada en Mersin en importantes deportes por equipos, como el fútbol, el baloncesto o el balonmano masculino. En la ciudad de la costa sur de Turquía, apenas compitieron algunos deportistas de primer nivel, como Craviotto, Lidia Valentín, Eva Calvo, Carolina Rodríguez o Jessica Vall.
A la falta de repercusión mediática y de alicientes deportivos, se añade ahora la gravísima decisión de aplazar un año la competición. Es inevitable si se atiende a la tremenda rebaja presupuestaria, la supresión de instalaciones previstas y los retrasos en las que deberían estar ya a punto. Ello supone un quebranto para Tarragona y un mazazo para unos Juegos que van de capa caída, cada vez más retrotraídos a categoría regional.
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