Repostería fina en el Salón del Manga
Las colas kilométricas se repiten en la tercera jornada del evento, que acaba hoy
No sólo de disfrazarse de los grandes personajes del cómic japonés vive el amante del manga y la cultura nipona. Miles de personas, la mayoría de ellas practicantes del cosplay, volvieron a protagonizar ayer colas kilométricas para acceder (tras una media de una hora de espera) a la tercera jornada del XXII Salón del Manga de Barcelona, que hoy cierra sus puertas en el reciento ferial de Montjuïc camino previsiblemente de los 140.000 visitantes, superando si así fuera los 137.000 de la pasada edición. Pero es que casi medio millar de ellas siguieron ayer por la tarde un taller de dorayakis, el famoso dulce japonés formado por dos bizcochos redondos rellenos, popular en todo el mundo por ser la golosina preferida de Doraemon, el gato galáctico.
Que la demostración corriera a cargo de la renombrada pastelería Usagiya de Tokio, con los artesanos Takuya Taniguchi y Go Hashimoto, no hizo más que reforzar la asistencia a un área del salón que va creciendo lenta pero inexorablemente y encontrando su razón de ser entre las novedades estrictamente editoriales de manga.
El taller gastronómico fue ayer la punta del iceberg de un cúmulo de actividades culturales paralelas (talleres de escritura japonesa o de cerámica, actuaciones musicales... ) que, junto con los videojuegos (un área de más de 3.500 metros cuadrados), es de los aspectos más elogiados por los visitantes internacionales del salón. Éste, junto al de París, es ya uno de los más importantes de Europa, según sus organizadores. Por las cifras, no quedará: el Salón ha ampliado por quinto año consecutivo su superficie, que acumula ya 70.000 metros cuadrados, y cuenta con 188 expositores.
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