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María João Pires, más allá de la música

Massimo Spadano demuestra desde el podio de la Orquesta Sinfónica de Galicia su solvencia como director

La pianista portuguesa María Joao Pires.
La pianista portuguesa María Joao Pires.ricardo gutiérrez

Después de muchos años, la pianista María João Pires (Lisboa, 1944) volvió al Palacio de la Ópera de A Coruña. Vino con su equipaje cargado de esas razones que hacen que su presencia trascienda muy por encima de su excelencia musical: su inquietud permanente en la búsqueda de nuevas vías de rentabilización de la música como instrumento social. Un camino que se inició hacia a finales del siglo pasado en la Quinta Belgais (Escalos de Cima, Castelo Branco, Portugal) hasta que un cambio de partido en el Gobierno de su país propició el impago de los fondos comprometidos por el anterior, lo que supuso el declive y posterior desaparición del proyecto.

Luego, el patrocinio de la Fundación Caja Duero permitió la creación en Salamanca de un festival, un coro infantil y una orquesta joven, cuya prevista continuidad y desarrollo truncó la crisis de las cajas de ahorro españolas. Actualmente, estas inquietudes de Pires son canalizadas a través del Proyecto Partitura, creado con la Chapelle Musicale Reine Elisabeth, de Bruselas, de la que Pires es profesora.

El proyecto se desarrolla a través de diferentes actividades, como la creación de coros para niños desfavorecidos –piedra angular en todos los proyectos de la gran humanista lisboeta-, complementada en este caso con la creación de talleres artísticos en hospitales, psiquiátricos y prisiones; la evaluación de estos proyectos por neurocientíficos y psicólogos; la creación de vínculos entre artes y ciencias y la aplicación de nuevos enfoques al acto del concierto, visitando diferentes tipos de salas, colaboración entre distintas artes y actuación conjunta de músicos de diferentes generaciones.

En este último punto se enmarcan los conciertos de viernes y sábado con la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG), en los que también actuó el pianista Julien Brocal (Arlés, Francia, 1987). La Orquesta Sinfónica de Galicia iba a ser dirigida por el gran clavecinista y director Trevor Pinock (Canterbury, 1946); pero un problema de salud sufrido por el director inglés durante los ensayos le hizo cancelar su presencia en el podio. Fue sustituido por Massimo Spadano (Lanciano, Italia, 1968), concertino de la OSG, que mostró una gran solvencia con la batuta, reconocida a lo largo del concierto por el público coruñés.

Su dirección de la obertura de Las criaturas de Prometeo mostró al músico incisivo y lleno de energía que es, con sonido y fraseo bien beethovenianos, un buen control del sonido y una gran musicalidad. Su acompañamiento en los conciertos de Fryderyk Chopin refrendó su capacidad como director; su adaptación a las características de cada intérprete fue idónea: mimo para un Brocal necesitado de una dinámica muy contenida y mayor expresividad orquestal para acompañar el gran vuelo musical de Pires.

En el concierto del viernes, Brocal mostró muy buena técnica pero se quedó algo corto de musicalidad y nervio. A lo largo de su interpretación del Concierto nº 1 para piano de Chopin tuvo una expresión algo plana, en una especie de alejada equidistancia de la bravura y del lirismo del polaco. Fue notable una carencia casi absoluta de un elemento expresivo tan chopiniano como el rubato.

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Pires llevaba mucho tiempo sin actuar en A Coruña y bastante sin hacerlo en Galicia. Su último concierto por estas tierras fue otra manifestación de su gran categoría musical y humana compartiendo escenario en un bis con músicos de la Real Filharmonía. En el concierto del viernes fue otra vez la gran maestra: su versión del Concierto número 1 de Chopin fue realmente magistral, llena de matices, con un dominio estilístico absoluto y una gran riqueza de sentimiento, lo que hizo que la ovación del público fuera de las que se hacen recordar.

Pires correspondió con otro Chopin verdaderamente ejemplar. Su versión del Vals en do sostenido menor,op. 64 nº 2 del polaco fue verdaderamente de referencia por el gran sentimiento que le imprimió y por sus tempi: cautivó el inicio en tempo giusto, fue electrizante su cambio en el piu mosso del compás 33 y aplicó magistralmente el resto de cambios). Al final, a muchos les dolían las manos: por la fuerza de los aplausos y por la envidia; que las manos también tienen su corazoncito.

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