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Jorge Blass, magia y asombro sin compinches

La sala Poliorama programa el espectáculo ‘Palabra de Mago’

Tomàs Delclós
Jorge Blass en uno de los números de magia en "Palabra de Mago".
Jorge Blass en uno de los números de magia en "Palabra de Mago".

Jorge Blass ha traído a Barcelona su espectáculo Palabra de mago (Poliorama). Jorge Blass es un excelente mago que lleva una honesta campaña contra el actual abuso por parte de algunos colegas de los compinches (falsos espectadores cómplices del ilusionista). Durante el espectáculo lo dice una vez y claro: no hay compinches. Y me lo creo.

Palabra de mago empieza con un vídeo en el que David Copperfield, a quien ha vendido un efecto que incluye en el espectáculo, ensalza a su colega español. No hace falta que Copperfield dé garantías de nada porque Blass se gana al público él solito. Combina técnicas que van desde la magia de cerca a la de gran aparato pasando por un juego de cartas que hacen todos los espectadores a quienes, en un porcentaje considerable, les sale bien para pasmo de quien entró en el teatro considerándose un muggle en la terminología potteriana (ser humano sin poderes mágicos). Blass los convoca a quedar fascinados consigo mismos.

El encanto de la, poca, magia de cerca que se practica en el espectáculo provoca una perplejidad comparable al impacto seguro que producen los grandes efectos. Como es lógico, el móvil y la tableta se incorporan al armario de instrumentos mágicos.

En el repertorio que presenta Blass en Barcelona hay muchos efectos conocidos. Su firma está en la versión que realiza de ellos. La partición de la mujer se hace en una caja transparente después de proyectar un vídeo con una pequeña antología de cómo los magos lo vienen haciendo desde principios del siglo pasado.

Puestos a levitar no lo hace solamente la señorita. Blass la acompaña en el aire. Y al clásico juego de los anillos que se entrelazan y separan le añade un efecto de suspensión de los mismos que construye uno de los mejores momentos de la noche.

En el capítulo de reparos, además de mencionar la angustiante estrechez de un pantalón tras un efecto fregoliano de transformismo, hay que citar la trasnochada estética, en vestimenta y coreografía, que hace lucir a las partenaires con quienes mantiene un rancio monólogo humorístico.

No estaría mal introducir un concepto escénico más integral para que vista un repertorio de trucos que aseguran el asombro incrédulo del público. Hora y media de buena magia.

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