Aperitivo electrónico
El recital de Vessel en Madrid, un 'coitus interruptus': gran sesión de techno, pero resulta complicado llamarlo concierto si no llega la hora de duración
Contaba Sebastian Gainsbourgh, el joven de 26 años detrás de Vessel, un día antes del concierto, que el público español "es el mejor de todos". El músico y productor de Bristol lo decía con una rotundidad que despejaba cualquier sospecha de complacencia. Por eso choca que su sesión del viernes pasado, dentro del programa agostero de Los Veranos de la Villa, apenas llegara a los tres cuartos de hora. Desde la organización dirían después que acortó su recital "por una infección en el pie". Tal vez tuviera algo que ver con su costumbre de salir descalzo al escenario.
Definir, por tanto, lo de Vessel como coitus interruptus es al mismo tiempo un piropo y una crítica al artista. Lo primero porque su sesión de techno ruidoso, experimentado y experimental, acompañado de proyecciones en blanco y negro de una belleza desasosegante sobre dos pantallas -chicas en ropa interior despojadas de cualquier atisbo erotizante- fue una comunión lisérgica y placentera entre los asistentes, no demasiados pero suficientes, habida cuenta de que la cita coincidía con el puente de agosto. Pero resulta complicado poder llamar a algo "concierto" si no llega a la barrera psicológica de una hora, más aún si es de pago.
Y es una lástima, porque el británico se estaba ganando el cielo de Madrid a cada minuto: su repertorio incluyó bastante de su último álbum, Punish, Honey, en el que tira de ruido emocional sin recato creativo. No en vano, llegó a fabricar para su grabación instrumentos imposibles que lograran sonidos inéditos, como un trasunto de guitarra de plástico con cien cuerdas de piano. También añadió la otra noche algunas piezas que veremos en su próximo disco, y algo de improvisación a los sintetizadores. Lejos de otras sesiones anteriores más hostiles y cabalísticas, esta parecía rigurosamente armada para elevar al respetable en un crescendo glorioso: utilizaba el dub y el techno como excusa para crear un tejido sonoro que pasaba de lo reflexivo a lo hipercinético con sorprendente facilidad, a base de ritmos que transitaban entre un cencerro juguetón y bases sintéticas contundentes, con retazos de jungle e incluso algunas explosiones de drum and bass.
Y así, llegado a ese punto, Vessel despojó a su concierto de recta final; un corte abrupto acompañado del encendido de luces dejó a su público con una expresión dual que mezclaba sonrisas de disfrute con ojos de pasmo. No facilitaba las cosas la ubicación del evento, en el Recinto Ferial de la Casa de Campo: aún quedaba lejos la medianoche, pero más aún algún sitio abierto en pleno agosto donde poder continuar la inercia bailonga.
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