La presión de ERC sobre Colau
Algunos independentistas desean un acercamiento a En Comú Podem mientras otros les consideran sus adversarios principales
Una parte del independentismo catalán presiona a En Comú Podem para que se sume a la hoja de ruta que la CUP pactó con Junts pel Sí, la coalición que sustenta al Gobierno de Carles Puigdemunt. La presión alcanzó incluso una cierta virulencia durante la última campaña electoral, cuando los candidatos de ERC convirtieron a En Comú Podem en su principal adversario. Otro vector de la misma presión es la amenaza de dejar en minoría al gobierno del Ayuntamiento de Barcelona lanzada por ERC a partir del momento en que la alcaldesa Ada Colau logró incorporar a los cuatro concejales del PSC a su equipo. ERC vive ahora la extraña situación de ser el socio minoritario de Convergència en el Gobierno de la Generalitat mientras se niega a consolidar una mayoría de izquierdas en Barcelona.
Los independentistas parecen actuar bajo el síndrome del “ahora o nunca”. Creen que la crisis constitucional provocada por la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña, los estragos de la crisis económica y el posterior estallido de la crisis del bipartidismo en España, y su particular versión en Cataluña, ha abierto una excepcional ventana de oportunidad favorable para ellos. Esta percepción se concretó en enero de 2016 en un calendario para la creación de un Estado catalán en 18 meses, de los que ya han transcurrido ocho. Una de las consecuencias de este planteamiento fue que pasaron a considerar como adversarios a los partidos que no se sumaron a su programa. Paulatinamente, sin embargo, han tomado consciencia de que no podrán alcanzar la mayoría electoral, social y política que necesitan si no logran sumar a En Comú Podem a su proyecto.
Algunos dirigentes de ERC creen que En Comú Podem, o por lo menos una buena parte de este conglomerado, puede ser un aliado en vez de un adversario. Sin embargo, la victoria de Ada Colau en las elecciones municipales en Barcelona y las dos victorias consecutivas de En Comú Podem en las elecciones legislativas de 2105 y 2106, han instaurado un mapa político en el que la dirección de ERC no acierta a colocarse. Por una parte, los republicanos de Oriol Junqueras se han beneficiado de la crisis de Convergència, a la que están ya en condiciones de arrebatar la hegemonía en el ámbito nacionalista, pero por la otra han visto cómo se les escapaba la oportunidad de recoger los frutos de la dispersión del electorado socialista. Es decir, han perdido la oportunidad de alzarse como primera fuerza de la izquierda. Quien en cambio lo consiguió fue la confluencia de izquierdas alentada por Iniciativa Verds y Podemos.
La fragmentación del espacio electoral ocupado durante décadas por el PSC es a la vez causa y consecuencia de que En Comú Podem alcanzara el millón de votos en unas elecciones generales, una cota que los partidos que forjaron la confluencia de izquierdas no esperaban ni en sus más dulces sueños. Ahora, este millón de votos es valorado por los independentistas como un obstáculo, una muralla que hay que derribar. Si, como han anunciado sus dirigentes, las confluencias logran estructurar como un nuevo partido lo que hasta ahora solo ha sido una heterogénea suma de partidos, plataformas y grupos de activistas de variada entidad, Esquerra se encontraría ante una de sus peores pesadillas: su alianza con Convergència y su heredero, el Partit Demòcrata Català (PDC) es una hipoteca que le ha permitido avanzar, pero le marca unos límites que le impiden alcanzar la amplia mayoría que necesita justo en un momento político excepcionalmente favorable.
Los independentistas que se consideran de izquierdas no dejan de percibir las ambigüedades de su posición. Uno de los datos que alimenta esta consciencia es que algunos de los componentes de En Comú Podem se han declarado también soberanistas, o incluso independentistas, aunque esta no sea la posición de la coalición en su conjunto. Algunos dirigentes de ERC creen que la diversidad de criterios en el seno de En Comú Podem sobre el conflicto nacional catalán puede ser aprovechada y debiera permitir, por lo menos, explorar un acercamiento político entre de la propia ERC, En Comú Podem y la CUP para articular un polo de izquierdas soberanista con la pretensión de convertirse en fuerza mayoritaria en Cataluña. Parece improbable, pero este debate se está abriendo y el escenario es muy cambiante.
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