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EMBAJADORES CULTURALES EN MADRID

“En Barcelona no entienden que sus museos son diferentes a los de Madrid”

Entrevista a Manuel Borja-Villel, director del Centro de Arte Reina Sofia desde 2008

Cristian Segura
Manuel Borja-Villel, director del Centro de Arte Reina Sofia.
Manuel Borja-Villel, director del Centro de Arte Reina Sofia.LUIS SEVILLANO

Manuel Borja-Villel (Burriana, Castelló, 1957) dice que “los valencianos podemos ser anticatalanes o más catalanes que los catalanes”; él asegura que su caso es el segundo. Borja-Villel, director del Centro de Arte Reina Sofía, vive en Chueca porque le gusta su vida de barrio, porque está cerca de todo y porque le recuerda un poco a Gracia. Y hay otra razón de peso: “Cuando llegué a Madrid, estuve un tiempo sin televisión y en la zona hay muchos bares que son del Barça, e iba allí a ver el fútbol. No soy futbolero, soy del Barça desde que jugaba Cruyff”. Quizá por eso debía hacer más daño el SMS que Borja-Villel recibió de un político catalán que le llamaba “Figo, traidor” cuando saltó del MACBA al Reina Sofía en 2008, según explicó él mismo en una entrevista para 'La Razón'.

Borja-Villel es de Castellón pero formado en Estados Unidos y catalán de adopción. Fue el primer director de la Fundación Tàpies, en 1990, y ocupó el cargo hasta 1998. Aquel año y hasta 2008 fue director del MACBA. Hace ocho años que dirige el Reina Sofía, el museo de arte contemporáneo más importante de España.

PREGUNTA. Catalanes en las artes escénicas de Madrid, hay muchos. En el mundo museístico, también. Cómo lo explicaría?

RESPUESTA. Sí que hay muchos catalanes en Madrid, y en artes escénicas es tradicional. Quizá porque esta ciudad es un punto de encuentro. También son coincidencias. En Barcelona también hubo un momento determinado en el que coincidimos muchos catalanes del Sur: yo en el MACBA, Bartomeu Marí, Núria Anguita en la Tàpies.

P. Al revés, en el mundo museístico de Barcelona, ¿se reproduce lo mismo?

R. No soy capaz de decir ningún nombre, no ha habido el mismo movimiento en la otra dirección. En el Museo Picasso está Emmanuel Guigon, que es francés, hay algún otro caso de extranjero. Pero no hay mucho movimiento en este sentido.

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P. En Barcelona hay un gran florecimiento de nuevos museos y centros expositivos que no queda claro si responde a la demanda. ¿En Madrid también se produce un fenómeno similar?

R. Esto es general en todo el Estado, en Barcelona y en Madrid, como grandes ciudades, con más potencia. En las dos hay un elemento de atracción turística, de ocio, posiblemente más en Barcelona. Cuando llegó la crisis, unas de las quejas es que esto era insostenible. Por principio, en cultura nunca hay exceso, no se acaba nunca. La cultura no es extractiva como lo puede ser una mina de carbón. La cultura no crea inflación; cuanto más se hable, mejor. Que en un país haya muchas instituciones culturales es muy buena noticia. Que haya muchos centros es un elemento de normalización en un país en el que faltaba cultura. Nadie se extraña que en cualquier pueblecito de Alemania haya una Kunstverein, un Kunsthalle. Sí ha habido un exceso de política espectacular, homogeneizada, donde todo el mundo tenía su Guggenheim, su Reina Sofía. La cultura es un ecosistema. El error es no haber tenido en mente esta visión global, ecológica del sistema.

P. ¿En Madrid y en Barcelona se han producido estas disfunciones?

R. Sí. Cuando en un municipio [de estas provincias] se construye un auditorio en el que cabe más gente que la que vive en el pueblo, pues esto es una disfunción.

P. ¿El turismo puede tener un papel en esta disfunción? ¿El hecho de que construya algo nuevo para atraer turismo?

R. Hay un tipo de turismo en Madrid que se mueve por su vida en la calle, por el Madrid de los Austrias, pero la ciudad no tiene la monumentalidad de Barcelona. Tampoco tiene el turismo de playa, entonces no queda otro remedio que visitas las instituciones culturales. En Barcelona, la gran institución, el MNAC, queda lejos de las rutas turísticas, por eso no cuenta con las visitas turísticas que podría tener en otra ubicación. Pero yo no pondría énfasis en los recursos económicos que aporta el turismo. Yo creo en el servicio público. Y el dinero se consigue con patrocinios y otras fuentes de ingresos. No es fundamental estar en las rutas turísticas.

P. ¿Cuáles son las principales diferencias para el mundo de los museos entre Barcelona y Madrid como capital de Estado?

R. Creo que el modelo catalán-Barcelona es diferente del de Madrid. Esto es importante para saber qué se pide a las instituciones. Seria erróneo para los patronos del MACBA o de la Tàpies pedir lo mismo que el Reina Sofía, el Thyssen o el Prado. El mundo museístico de Barcelona es diferente, es fragmentado. No tiene estas grandes instituciones, cada una abarcando grandes épocas. En Barcelona, la época moderna, por ejemplo, está dispersa entre la Miró, la Tàpies, el Picasso. En Barcelona ha fallado que no se entiende que su modelo museístico es diferente del de Madrid. Esta identidad es su riqueza. Sería bueno un plan global para todas las instituciones, para hacer de las instituciones pequeñas una institución grande. La identidad es un elemento fuerte de Barcelona y no sé si se ha entendido mucho porque frecuentemente se mira demasiado hacia Madrid.

P. ¿En cuál de las dos ciudades es más potente hoy la creación artística?

R. En los últimos años creo que en Barcelona han faltado estructuras de proximidad. No hablo de centros cívicos sino de estructuras de producción, talleres, en los que los resultados contables y los visitantes no sean importantes. En esto Barcelona era una ciudad que era líder, pero creo que en los últimos años no se ha puesto énfasis en este trabajo capilar. Esta es la gran carencia, no las grandes instituciones. Y esto no es tan caro. Exposiciones que traigan turistas, requieren una gran financiación, pero esto que comento, no requiere tanto dinero. Mira cómo se cerró el Arts Santa Mònica. Fue rarísimo.

P. ¿La situación política ha afectado a la colaboración entre museos de Barcelona y Madrid?

R. Todo afecta. Hoy tú y yo estamos resfriados, ¡seguramente tenemos alguna neurona menos funcionando! Pues lo que sucede políticamente, todo afecta. Pero nosotros, hace poco [en 2014] coproducimos con la Tàpies una exposición sobre Kerry Marshall, la mitad aquí y la mitad allí. En ocho años que llevo aquí, en las relaciones institucionales no he tenido ningún problema. En la década de los 80, 90, los efectos eran más notorios porque cuando se producía un cambio de administración, había un cambio de todo. Ahora a los directores se les nombra por concurso y tienen más autonomía de gestión.

P. ¿Cómo ha evolucionado en su entorno el debate sobre la independencia de Cataluña?

R. Creo que en general ha ido a menos. Hace unos años se hablaba cada día, en casa, en todas partes. Se ha ido sustituyendo por otros problemas. La cosa de la identidad se ha sustituido por problemas sociales, por problemas de desigualdad, paro. El tema de la independencia era estrella hace unos años. Ahora se habla más de desigualdad, por lo menos en mi entorno.

Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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