‘Twin Peaks’ en el Pirineo
Viella es un puente entre dos mundos y el escenario idóneo para una nueva saga de misterio y espíritus
Es habitual cruzar el túnel de Viella como si uno saltara a otra dimensión. En la Ribagorza, lado sur del Pirineo, el cielo está despejado; en el Valle de Arán, vertiente norte, te sorprende la lluvia y las nubes bajas. Al salir del túnel, a mano izquierda, hay unos prados que dan inicio a un ruta que culmina en la Forcanada. La Forcanada es un pico de doble cumbre, de 2.883 metros, que tiene un parecido sorprendente a las cumbres gemelas de la serie Twin Peaks.
En el Valle de Arán, en agosto, hace un calor seco que afloja por la tarde con las tormentas de verano. Campos de un verde tan intenso que parecen pintados. Descenso vertiginoso por el puerto de Viella, siguiendo el río Nere –“negro” en aranés–. El conductor siempre en alerta por el intenso tráfico de camiones en una carretera estrecha. La capital aranesa te la encuentras de sopetón. Viella es un municipio que aparenta una falsa decadencia porque en verdad lo que tiene es pereza. Pastiche arquitectónico de los 70 a 90, turistas husmeando los comercios del paseo central y miradas desganadas por parte de los nativos. Si Twin Peaks tuviera un remake en nuestro país, Viella sería el escenario idóneo.
Viella, capital del Valle de Arán.
Población: 5.450 habitantes.
Un lugar para dormir:
Iori Hotel. Carrèr Frederic Mistral, 1-C. http://www.iorihotel.com
Un lugar para comer:
Era Mola. Carrèr Marrèc, 14, Viella. www.eramola.es
Un lugar para visitar:
Iglesia de San Miguel.
Conozco bien el Valle de Arán. Mi madre vive allí; ella se llama Ares porque en 1954 mis abuelos tuvieron un accidente en el Puerto de la Bonaigua, cerca del refugio de la Virgen de las Ares. La virgen les salvó, eso creyeron, y por eso bautizaron a su hija con este nombre. He brincado por sus montañas antes incluso de saber andar. Conozco el lugar lo suficiente para no ofrecer un retrato bucólico de sus gentes y de sus pueblos. Caciquismo, tejemanejes de todo color, enfrentamientos cainitas; turismo francés de alcohol, marihuana y tabaco; y mucha especulación a costa de la estación de esquí de Baqueira-Beret. No hace ni treinta años que el urbanismo de Viella ocupaba la mitad de lo que es hoy: las edificaciones solo abarcaban un lado del rio Garona, hoy ocupa las dos orillas. Viella sirve de puente entre el lúgubre Bajo Arán y el nuevo rico Alto Arán, el que mama de la estación de esquí.
Lo primero que debe hacerse en Viella es ir a la Librería Ruda. Tienen una buena selección de libros sobre el Pirineo y sobre la comarca. El clásico de referencia es “Fets, costums i llegendes de la Vall d'Aran", de Joan Bellmunt, aunque yo tengo mis propias recomendaciones contemporáneas: El pórtico gótico de la iglesia de Betrén, pueblo anexo a Viella, es una maravilla de figuras enigmáticas que representan el Juicio Final, con personajes de una sexualidad retorcida excepcional. Excepcionales como lo que sucedía en el Petit Hotel, por entonces el prostíbulo de referencia de la comarca. Su propietario fue asesinado en Toulouse en 2007: su cuerpo apareció flotando en el Garona.
Las termas de Rato
Crímenes en el Valle de Arán ha habido de muchos tipos. En Bossòst había un quiosco en el que yo compraba la prensa, hasta que un día cerró: los Mossos de Esquadra descubrieron que el establecimiento servía de almacén de material robado en las urbanizaciones del Alto Arán. El Valle es un lugar sobre todo frecuentado por delincuentes de guante blanco: Rodrigo Rato estuvo a punto de convertir las termas de Artíes en un hotel de lujo diseñado por Arata Isozaki. Los baños de Artíes continúan como estaban, derruidos, llenos de mierda y oliendo a azufre, aunque ahora con unas piscinas de diseño construidas por el Ayuntamiento para que la gente remoje los pies. Más arriba, alcanzada la zona noble de Baqueira, es obligatorio darse un garbeo por el Valle de Ruda, un monumento a la especulación del ladrillo, tesoro para los alcaldes, sus inmobiliarias y empresas de construcción.
El Bajo Arán es más mágico, con los establos y las bordas todavía santificadas con cruces de laurel. El Camino Real a su paso por Bossòst y Les es un paseo plano –una excepción en el Valle de Arán– acompañado por los ladridos de los perros que los cazadores locales encierran en cochambrosos cobertizos. Entre el estrés de los perros y las sombras de los esturiones de la piscifactoría de Les es fácil inspirarse para descuartizar cadáveres a lo Snatch, Cerdos y Diamantes. Fantasmas e Inquisición se dan también la mano en Bossòst, en una casa abandonada con un inscripción de 1831 que dice: “Es de Fe y Dios lo dice que la maldición del padre y también la de la madre destruye, seca y abrasa de raíz hijos y casa”. Normal que nadie viva en ella.
Para el final del viaje reservo mi recomendación más preciada: en la entrada de la iglesia de Es Bòrdes hay empotrada una lápida del siglo XV del caballero Esteban de Merriaco. El dibujo es fascinante: un joven armado con espada orando sobre un león. Por encima de los hombros flotan unos nobles rizos y sus ojos de almendra mirándote fijamente. ¿Y si fue su espíritu quien mató a Laura Palmer?
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