Estómago olímpico

Falta menos de una semana para que empiecen los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Las noticias que llegan desde la urbe carioca prometen unas jornadas durante las cuales no nos vamos a aburrir. Y no nos referimos solo a la emoción asociada a descubrir a las dos de la madrugada que eres fan de la esgrima, o del piragüismo. Las cosas en Río están revueltas. Casi inquietantes. Y ante la inquietud solo hay un remedio posible: comer bien. Eso lleva sucediendo desde hace años en Rubaiyat (Juan Ramón Jiménez, 37), el más célebre de los restaurantes brasileños de la capital. Sus responsables, con el fin de celebrar que el país del que es originaria su apuesta gastronómica organiza los Juegos han decidido armar un menú olímpico (48 euros).

Debo admitir que de todos los países que visitado en mi vida, Brasil es el lugar en el que peor he comido. Rubaiyat confirma que durante mis días en aquellas tierras, lo que realmente sucedió es lo que me pasa casi cada día en el restaurante de menú al que acudo a almorzar de lunes a jueves: pido mal. Esa es una enfermedad que solo se cura como la falta de talento para las matemáticas: copiando al de al lado, que por muy zote que sea, sabrá algo más que tú.

Cualquier menú que pueda empezar con una capirinha y terminar con un granizado de caipirinha me tiene ganado. Pero si, además, incluye opciones tan apetecibles como la ensalada de palmito con vinagreta de pequi, la merluza envuelta en hoja de plátano y arroz con coco o la siempre infalible tira de picanha y se sirve en una de las terrazas más sexis de la capital, la cosa se eleva.

Solo una advertencia: si decide reservar, asegúrese de que su cena no coincide con la final de halterofilia o las clasificatorias de gimnasia rítmica.