Rajoy es el problema
Mal que bien, Convergència intenta regenerarse; el PP ni se regenera ni es capaz de pactar con el resto de la derecha
Puede que el nuevo Partit Demòcrata Català (PDC) no sea más que un mero maquillaje de la vieja Convergència (CDC) y que cambiar unos cuantos nombres de la dirección sea insuficiente para darle la nueva credibilidad que busca. Pero, a pesar de ello, el esfuerzo, la compleja operación llevada a cabo en el congreso de hace dos semana y culminada el sábado con la reelección de Artur Mas como líder, da fe al menos de que este partido ha sido consciente del enorme descrédito político y moral sufrido al hacerse la luz sobre los abundantes casos de corrupción que le afectan y el irreparable hundimiento del carisma que protegía al fundador, Jordi Pujol.
Esta voluntad de limpiar la cara del gran partido del centro derecha nacionalista catalán contrasta con la impavidez y el estancamiento de otro partido, el de la gran derecha nacionalista española, el PP de Mariano Rajoy, carcomido por el mismo mal: un descrédito político y moral de dimensiones también enormes, incluso cabe que mayores.
El inmovilismo de Rajoy constituye un asombroso caso de irresponsabilidad política. Lo que se ha conocido desde 2013 sobre la financiación del PP obligaría, tanto o más que en el caso de Convergència, al cierre del partido, y a su sustitución por una organización libre de sospechas. Pero es que, además, el mismo Rajoy, que debiera haber dimitido hace años avergonzado por los desmanes perpetrados durante su mandato, se atreve ahora a descargar sobre la oposición la responsabilidad de su propia y radical falta de idoneidad para formar y dirigir una mayoría parlamentaria. A la que, lógicamente, ningún otro partido quiere asociarse con él.
El colmo del sinsentido es que se atreva a requerir al PSOE el apoyo parlamentario que necesita. ¿A santo de qué debieran facilitar los socialistas la investidura de Rajoy si el PP es incapaz de ponerse de acuerdo ni con las otras fuerzas de la derecha?
La mayoría de derechas surgida de las urnas el 16-J es una fórmula que en el pasado ya se experimentó: PP, CDC, PNV, CC, a la que ahora debería añadirse Ciudadanos. Eso suma escaños más que suficientes. Es además, lo que ahora mismo acaba de tomar cuerpo en la formación de la primera mayoría parlamentaria de la legislatura, la articulada para dirigir la Mesa del Congreso. Hay que señalar, sin embargo, que más insólito incluso que la pretensión del PP de que el PSOE le regale la investidura a Rajoy es la petición formulada por relevantes ex altos cargos socialistas que, en esta coyuntura, se han unido a la derecha en contra de la dirección del PSOE y de Pedro Sánchez para conminarle a que se humille facilitando la investidura del mismo Rajoy. Con esta nomenclatura socialista, ¿cómo no comprender el pánico de Podemos a ensayar grandes acuerdos con el PSOE? Y a la inversa, ¿puede pensar el PSOE en alianzas de izquierdas?
La obligación de Rajoy es seguir negociando con el resto de la derecha. Romper el hielo que su propio partido ha fabricado. ¿Por qué no lo hace? Por la excomunión política que ha dictado contra Convergència, (ahora PDC), partido con el que se declara incompatible por independentista. Se trata de una exclusión nada inocente, por supuesto. Se recurre a ella, o no, a conveniencia. La elección de la nueva presidenta del Congreso ha recordado el carácter meramente instrumental que tiene, hoy para Rajoy como en 1996 para José María Aznar.
El PP lleva una década explotando política y electoralmente el anticatalanismo en Andalucía, Madrid, las Castillas, Aragón, etcétera, con excelentes rendimientos para él, y prefiere no abandonarlo, si puede. Un independentismo como el de CDC, impotente, condenado al fracaso a corto plazo, le va de perlas al PP ante una buena parte del electorado. Le sirve para argumentar que la derecha catalana se ha echado al monte y es intratable. Pero todo el mundo sabe que esa derecha catalana que se ha echado al monte está deseando que se le dé un motivo suficiente, un buen motivo, para bajar.
Y si Rajoy es incapaz de rectificar sus políticas, tanto las que le impiden recuperar un mínimo de credibilidad moral tras tantos casos de corrupción, como las que han creado el conflicto con los catalanistas o las que han destrozado las relaciones laborales, arruinado la seguridad social y aumentado el déficit público hasta cotas hace poco inimaginables, lo indicado es que el PP se busque otro candidato a presidente del Gobierno. Un candidato cuya primera tarea sería abordar la rectificación de tanto error político: una limpieza en la financiación del partido, la pacificación entre las derechas y la desescalada en el conflicto catalán, entre las primeras.
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