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El deporte catalán mira a Río | 1. Natación

Jessica Vall: “Cuando nado no me veo tan pequeña”

La bracista barcelonesa de 27 años, tenaz y perfeccionista, bronce el en el Mundial, aspira a dos finales en sus primeros Juegos Olímpicos

Robert Álvarez
Jessica Vall, al CN Sant Andreu.
Jessica Vall, al CN Sant Andreu.Joan Sánchez

Jessica Vall se empeñó en llegar a ser olímpica en Río. No paró hasta hacerlo realidad. Brazada a brazada, con tenacidad y sin complejos, la barcelonesa se ha ganado el derecho a soñar en conseguir algo grande en los Juegos Olímpicos, a pesar de su explosión tardía en la élite mundial.

A sus 27 años, propulsada definitivamente por el estímulo que supuso para ella el Mundial de Barcelona en 2013, sueña en clasificarse para las finales de los 100 y los 200 metros braza en Río. “Lo veo difícil, pero es mi ilusión. Espero disfrutar, como en Kazán y en Berlín”. En Barcelona se asomó a la élite, en los Europeos celebrados en la ciudad alemana subió al tercer escalón del podio en los 200 braza, y en la ciudad tártara, en el Mundial de 2015, repitió el bronce, tras una soberbia remontada desde la última posición en la final.

Una medalla muy especial

Jessica Vall, bióloga, está especializada en industria farmacéutica y trabaja como técnica de laboratorio en el IMIM (Instituto Hospital del Mar de Barcelona de Investigaciones Médicas). “Ayudo a otros investigadores a llevar a cabo sus proyectos, sobre todo para detectar nuevas técnicas de análisis de moléculas”, dice.

La medalla de bronce en el Mundial de 2015 se la dedicó a su marido, Alberto, que poco antes había sufrido una grave enfermedad. “No sabíamos qué tenía. Sufrimos mucho. Lo pasamos mal. Tuvimos que adaptar mis entrenamientos a la situación, gracias a la ayuda y comprensión de mis preparadores”. Pasó varias noches en el hospital junto a Alberto, que fue tratado por el padre de la estrella de la sincronizada, Ona Carbonell, especialista en el aparato digestivo.

Practica la natación desde que tenía seis años. Pero su carrera no se disparó hasta que llegó al CN Sant Andreu y se cruzó con Jordi Jou, un exnadador de distancias largas, ahora entrenador. El punto de inflexión lo dio a su manera. “Estuve muchos años en el Catalunya, luego, dos o tres en el Hospitalet, pero siempre quise ir al Sant Andreu”, cuenta Jessica. En el club del Fabra, el que inauguró su piscina en 1992 tras adquirir al FC Barcelona los terrenos en los que se foguearon algunos de sus futbolistas, fue donde empezó a destacar.

“Esto no se consigue de la noche a la mañana”, previene Jordi Jou. “Comenzamos en septiembre de 2009. Yo entonces empezaba mi carrera como entrenador. Las hemos pasado de todos los colores. Ahora contamos con un grupo de 20 nadadores e intentamos alegrarnos y motivarnos, tanto si uno consigue una mínima para un Campeonato de España, como cuando Jessi o África (Zamorano) alcanzaron las mínimas para los Juegos”. Jessica ha preferido continuar con Jou, en el Sant Andreu, sin desdeñar algunos días de trabajo con el resto de componentes del equipo español en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat o en concentraciones en otros lugares.

La ayuda de Melki

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“Necesito trabajar junto a gente que se deje la piel como me la dejo yo”

Jessica recuerda la importancia en su eclosión de Melkiades Álvarez, en su día, uno de los mejores bracistas de Europa. “Me ayudó mucho en el entrenamiento. Me inspiró”, agradece. Melki, que ahora ejerce como entrenador en Málaga, rememora: “Cuando salí del CAR, volví al Sant Andreu. Me pedía consejos y le ayudé en algunas cuestiones técnicas. Era muy trabajadora. Se fijaba en todo. Muchos se exigen mucho desde que son pequeños, más de la cuenta. Y eso es lo que ella ha sabido gestionar muy bien”.

La clasificación de Jessica para el Mundial de Barcelona resultó extraordinariamente emotiva. Un año antes, en 2012, había fallecido su abuelo, el mismo que a menudo la acompañaba a la piscina. Fue también el año en que se licenció en Biomedicina. Eso la liberó para aplicarse en su objetivo. “Acabé la prueba y por megafonía no decían nada. Era un manojo de nervios. Cuando me confirmaron que había conseguido la mínima, me puse a llorar y no paré durante horas. En el control antidopaje me dijeron: ‘¡Pero chiquilla, deja ya de llorar que no vas a poder hacer ni el pis!”.

“No tengo ídolos, pero Rafa Nadal me inspira por los valores que transmite”

Jou considera decisivo otro momento en la carrera de Vall: “Cambió el chip en su primera concentración con el equipo nacional. Siempre recordaré que, cuando regresó, me dijo: ‘Jou, hemos de entrenar mucho más”. “Es verdad”, asiente Jessi, “hasta entonces me creía que estábamos entrenando duro, pero tras trabajar con todo el equipo en Tenerife le pedí más intensidad y dureza a Jou”. “Era blando”, ironiza el entrenador. “¡Ahora ya no le digo eso, eh!”, se desternilla ella.

Jessica acumula unas 32 horas de entrenamiento a la semana, repartidos en dos sesiones diarias, combinando sesiones en el agua y sesiones de acondicionamiento físico fuera de ella. Nada entre 12 y 14 kilómetros cada día. “Más que gente de nivel, lo que necesito es trabajar junto a gente que se deje la piel como me la estoy dejando yo”, pide Jessica. “Melki, por su manera de ser, muy abierto, me inspiró y me ayudó. Como nadador no tengo ningún ídolo, pero Rafa Nadal transmite unos valores, una manera de ser y de afrontar las dificultades que nos inspira a todos”.

“Es tozuda y lo mejor es su capacidad para aprender”, dice Jordi Jou, su entrenador

Jou evalúa a su discípula. “Lo mejor que tiene es la percepción en el agua, su capacidad para aprender cualquier tipo de movimiento nuevo. Es capaz de nadar cada brazada de una forma diferente. No hay muchas capaces de hacerlo. Es algo innato, aunque lleva cinco años evolucionando y cada vez tiene más la percepción de lo que hace bien y lo que debe mejorar”. El entrenador, mientras Jessi se echa de nuevo a reír, añade: “Es tozuda. Cuando quiere algo, para lo bueno y para lo malo, lo quiere y no hay nada que hacer”.

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Lograr las mínimas para Río no resultó fácil. “Cuando lo conseguí, fue como si me hubiera quitado una mochila de encima porque era un objetivo conseguido. Pero, por suerte, tengo más desafíos y aquello me dio ánimos para seguir trabajando”, confiesa. Sus principales rivales suelen ser mucho más altas. Ella mide 1,64 metros. “Yo, cuando salgo a nadar, no me veo tan pequeña. Pero luego, cuando veo las fotos del podio, me digo: ¡Uy, pues sí que soy más pequeña!”. Interviene Jou: “La constitución más que la altura tiene cosas negativas y positivas. Una chica más corpulenta no debe tener tanto cuidado al entrar en el agua. Ella, como pesa poco, no entra con tanta velocidad. Cualquier pequeña desalineación del cuerpo o de las piernas la frenan. Pero suele llegar más fresca al final de las pruebas y tiene más flotabilidad, algo que ayuda, y más en la braza”.

Entrenador de PlayStation

Jessi compara a su entrenador con un jugador de PlayStation. “Es como si tuviera el mando. Sabe cómo he trabajado. Lee la carrera como quiere leerla ese día y me dice lo que tengo que hacer. Voy totalmente confiada, no me planteo si podré conseguirlo o no, intento hacerle caso”. Ambos se fijan en la escuela japonesa y, especialmente en Kanako Watanabe. “Veo vídeos de ella. Nada siempre con el mismo estilo y en los últimos metros aprieta un poco, pero no se nota en el estilo”, explica Jessi. “La forma de trabajar de los japoneses impresiona. Los ves y algunos son pequeños y no son extremadamente fuertes, pero son los mejores del mundo y mis condición física se parece un poco a la de ellos”, remacha Jessi.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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