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ROCK / SCORPIONS
Crónica
Texto informativo con interpretación

Brisas de permanencia

La banda alemana vuelve a Madrid tras dos años de ausencia en la capital

Alguien debería regalarles a los chicos de Scorpions un ejemplar de Pedro y el lobo. Han anunciado estos alemanes tantas veces el cese de actividades que cuando de verdad bajen el telón no habrá manera de creérselo. Y lo llamativo es que, a juzgar por lo visto anoche en el Barclaycard Center, no serán pocos quienes lloren su ausencia. Impresiona que una banda tan añeja y escasa de argumentos que aportar a estas alturas casi reventara el aforo del pabellón de Felipe II, pero no solo la nostalgia es un negocio rentable. También lo es, por lo visto, el rock de vieja escuela como un poderoso motor para la hermandad intergeneracional.

Nos habían visitado los de Hannover dos noches de 2014 en Vistalegre para despachar su gira de despedida, pero ahora nos los encontramos conmemorando el medio siglo desde su fundación. Cualquier excusa es buena (pregúntenles a Jagger y Richards) para que no se extinga la llama. Abren con un tema reciente, Going out with a bang, pero no renuncian a cuantos tópicos, manierismos y demás tics (ese reparto masivo de baquetas) sean necesarios para seguir resultando reconocibles. Algunos, tan aterradores como la bandera española que luce en las pantallas gigantes durante Make it real, adornada por las siluetas icónicas del quinteto.

Los Escorpiones siempre han bordeado las fronteras de lo cursi como una opción estética, y parece evidente, medio siglo después, que les funciona. Su éxito en Japón (¿recuerdan Tokyo tapes?) avala ese pedigrí hortera, y no digamos ya su incontestable maestría con la balada de mechero.

Ahora ya no se consume gas, sino batería, pero anoche se multiplicaron las caritas arrobadas a partir de la tripleta Always somewhere, Eye of the storm y Send me an angel, la más fina del repertorio. Todo es ramplón y manido, más allá de la apreciable forma vocal de Klaus Meine o la evidente solvencia de Rudolph Schenker con su guitarra Flying V en forma de flecha. El solo de batería con Mikkey Dee por los aires es otro horror. Pero parece claro que Scorpions no están por avivar los vientos de cambio, como su famoso himno, sino las brisitas de permanencia. Esto es lo que hay.

 

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