La ilusión del coleccionista
La Tecla Sala expone 254 obras reunidas por Lluís Bassat, la más completa muestra de su fondo formado por 2.400 piezas
Pocas veces un coleccionista puede ver expuesta en una misma sala un buen número de las obras que ha reunido a lo largo de décadas. En los 1.200 metros cuadrados de la sala de exposiciones de Tecla Sala de L’Hospitalet de Llobregat pueden verse 257 obras (200 pinturas y 57 esculturas) de las más de 2.400 que el coleccionista Lluís Bassat ha reunido durante medio siglo y que forman parte de la exposición Col·lecció Bassat. Art Contemporàni de Catalunya, 1940-1979. Por eso, el expublicista no esconde su ilusión cuando pasea entre ellas. “He pedido si puedo poner una cama para dormir entre ellas”, dice. Las obras forman una de las colecciones de arte contemporáneo más destacadas del panorama catalán.
La exposición es una selección de las cinco muestras que han podido verse en la Nau Gaudí de Mataró, sede principal de la Fundación Bassat, en sus cinco años de vida, a las que se han añadido una treintena de obras compradas recientemente y que nunca se habían expuesto. Entre los 68 artistas representados, Josep Guinovart, con 32 piezas, el redescubierto Joan Brotat, con 21, y Albert Ràfols-Casamada, con 13, son los más representados. “Son como exposiciones dentro de la exposición”, puntualiza la comisaria de la muestra, Núria Poch, que también ha seleccionado obras de Eduard Arranz-Bravo, Bartolozzi, Viladecans, Serra de Rivera, Gerard Sala, Miquel Vila o la media docena de obras de Chancho compradas en los últimos meses.
“Son tan buenos como los americanos o ingleses, pero no han tenido la oportunidad de que ningún museo los exponga seriamente”, explica Bassat. “Además, son todos amigos”, prosigue. La muestra se completa con obras de otros autores, catlaanes y no, pero contemporáneos, como Picasso, Miró, Chillida, Saura, Tàpies, Christo, Appel, Alexander Calder o Fernand Léger.
Bassat puede contar historias de casi todas las obras y las circunstancias por las que llegaron a sus manos. “Conservo el recibo de compra de todas, menos de una”, dice señalando a Rostoll, un enorme cuadro de Guinovart pintado en 1977 que le regaló el artista dos años después tras ayudarle a exponer en la galería de Martha Jackson de Nueva York. “La mayoría están adquiridas al límite, tras sopesar su coste e incluso vendiendo otras obras para poder adquirirlas”, asegura mientras su mujer lo corrobora con la cabeza. “Siempre hemos comprado lo que nos ha gustado. Es el único capricho que tengo: no poseo coches caros ni yates”, explica.
La primera obra que adquirió la pareja fue Opus 2/68, de Àngel Jové, de 1968. “La compramos a plazos y, desde entonces, nos ha acompañado, la tenemos colgada en el salón de casa”, explican. Pero el salto hacia el coleccionismo lo dio en los años setenta, cuando se convirtió en accionista de la galería Adrià, propiedad de Francesc Mestre. “De ese momento es la enigmática Banyista, de Xavier Serra de Rivera”, otro de los autores bien representado en la colección, con siete obras. “Cuando comenzó la crisis del petróleo la galería cerró y yo me quedé con un buen número de obras”.
A Bassat se le ve orgulloso de su colección, pero no duda de qué pieza salvaría en caso de incendio: Mousquetaire assis (Mosquetero sentado), de Picasso, pintada en 1967. “No pude comprarla en 1973 porque el acuerdo se iba a cerrar el día que falleció Picasso. Tuve que esperar unos años y la adquirí con mucho sacrificio. También está en el comedor de mi casa”, remacha el coleccionista.
A finales del año una selección de su colección podrá verse por primera vez fuera de España. Será en la ciudad de Sofía, en la Galería Nacional de Bulgaria.
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