Los calabozos de los juzgados de Leganés, sin servicios, sin calefacción y sin agua corriente
Las deficiencias de las cinco celdas ponen en peligro la seguridad de las instalaciones, según Csif
Una vez superados los controles de seguridad del Juzgado de Primera Instancia de Leganés, no hay otra barrera para llegar a sus cinco calabozos. Los ascensores, sin ninguna codificación, permiten a cualquier persona bajar al garaje en el que se hallan, junto a coches de policía aparcados y escombros de los muebles que ya no se utilizan en el resto del edificio. La excesiva facilidad para acceder a los calabozos, que según fuentes del juzgado hace que los familiares de los detenidos puedan acercarse sin ninguna restricción, no es sin embargo el único problema de estas instalaciones. Desde hace tres meses los conductos del agua tienen están cerrados, ya que el único retrete que sigue funcionando pierde líquidos que inundarían en pocos minutos los calabozos. El sindicato CSIF asegura haber denunciado esta situación a la Comunidad de Madrid, sin que esto haya implicado ninguna actuación.
"Cuando hay ronda de reconocimiento, las celdas pueden llegar a albergar hasta 20 presos, que se quedan aquí varias horas. A la hora de hacer sus necesidades, la falta de servicios obliga a trasladarles a las plantas superiores, con todos los riesgos que esto conlleva", explica Juan José Corral, portavoz del sector de Justicia del sindicato. En este recorrido, los presos se cruzan con el personal del juzgado, con las víctimas y con los denunciantes de los delitos que han perpetrado. "Hace pocos meses, el marido de una detenida intentó agredir a los policías que la escoltaban para que la mujer pudiese huir", insiste Corral.
Las celdas ya no tienen inodoros porque se los arrancaron los presos. Quedan solo dos. Uno de ellos está fuera de servicio porque el agua que perdía acababa directamente en el cuarto contiguo, donde trabajan los policías que vigilan los calabozos. Corral explica que antes de desactivarlo, cuando el número de detenidos hacía indispensable su uso —sobre todo durante el fin de semana, cuando trabajan solo dos policías y es imposible el traslado de los presos a otras plantas— las aguas con heces y orinas inundaban el cuarto de los policías.
Lo mismo sigue pasando con el único retrete que aún funciona, que pese a volcar sus aguas en las demás celdas es indispensable cuando los presos aumentan. El resto del tiempo, sin embargo, el agua está cerrada para impedir las perdidas. Con una consecuencia: tampoco el baño destinado a los agentes puede utilizarse. Los policías tienen pues que desplazarse a otras plantas, lo cual merma la seguridad en las zonas de los calabozos.
Corral denuncia también la falta de calefacción —"En invierno las temperaturas en los calabozos pueden llegar hasta los cero grados, ha habido casos de hipotermias entre los detenidos"— y la ineficacia de la solución que se ha encontrado: "Hace unos años se instaló una bomba de calor. Recoge aire desde el interior del garaje, donde circulan los coches de la policía, y hace que fluya tanto en los calabozos como en las oficinas; a menudo hay presos que padecen enfermedades, como por ejemplo la tuberculosis, y este sistema de aireación conlleva un riesgo de contagio para los agentes", insiste.
Y las condiciones del resto de la estructura también están lejos de ser impecables. El cuarto de los funcionarios está amueblado con sillas y mesas desechadas en el resto del edificio; uno de los dos ganchos que sujeta la puerta automática de acceso al garaje está roto, con lo cual la puerta se mantiene en su sitio gracias a la precaria conexión con la cadena del motor que la mueve. El problema se grava porque esa puerta también es de seguridad.
Según los datos que maneja el sindicato, en 2015 la Subdirección de Infraestructuras Judiciales de la Comunidad de Madrid disponía de un presupuesto de 600.000 euros para el mantenimiento de 60 sedes con 534 órganos judiciales. "Es una cuantía que apenas serviría para arreglar esta sede. Es totalmente insuficiente", zanja Corral.
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