La culpa también es del PP
El PP no tiene un discurso en positivo sobre las relaciones entre Cataluña y el conjunto de España
La política-ficción triunfa en las series televisivas por lo que los nuevos politólogos creen que con el mando a distancia es suficiente y no hace falta leer —por ejemplo— a Maquiavelo. En estos fastidiosos días de grave crisis política se ha citado más la serie danesa Borgen que al sabio Lincoln, cuya existencia para no pocos se debe exclusivamente al film de Spielberg. En el pasado, una tesis habitual era que el PP podía tener mayoría absoluta a pesar de unos resultados poco favorables en Cataluña, mientras que al PSOE le hacía falta el máximo de escaños catalanes. Es postulable, al contrario, que la inoperancia sistémica del PP en Cataluña abrió el espacio a Ciutadans hasta el punto de que, tras la etapa de despliegue en Cataluña, el partido de Albert Rivera ha conseguido cuarenta escaños en el Congreso de los Diputados, restando presencia parlamentaria al PP.
Surgido como reacción frente a los dogmas y prácticas del nacionalismo, Ciutadans ha logrado lo que el PP nunca supo articular. En parte, hubo la operación Piqué, finalmente boicoteada, de forma significativa, por el aparato nacional del PP. De modo que Convergència y PP contribuyeron a esa emergencia relevante, con la diferencia de que Convergència tenía una táctica —de cada vez más fallida— y el PPC no la contrarrestaba con capacidad de atraer votantes. Eran problemas de un liderato sin empatía en Barcelona y de disfunción estratégica en Madrid. Si el PPC hubiese tenido la mínima plasticidad, en estos momentos quizás fuese una opción centrista válida al recomponerse el mapa político catalán. Por el contrario, algunos augures incluso anuncian una bipolarización: Ada Colau versus Ciutadans. De otro modo, con una estrategia más inteligente, al hundirse electoralmente Convergència y con la incertidumbre de Unió, el PPC hubiese tenido más espacio, pero en realidad se retrae y se hace residual, a falta de una reconsideración a fondo y tan pendiente de la situación actual de Rajoy, como si no fuese factible renovarse en Cataluña, recuperar espacio centrista y contrarrestar el avance de Ciutadans. Hay indicios de torpeza y desconocimiento histórico.
Todo eso es, ciertamente, política ficción. Y la política ficción frecuentemente no dispone de tanta capacidad de ficción como para prever imprevistos. Pero en el caso del PPC existía evidencia empírica suficiente para ver que iba quedando aislado, sin conexiones sociales ni ideas-fuerza. La debilidad del PP en Cataluña es que falla el argumento. No hay un discurso en positivo tanto sobre las relaciones entre Cataluña y el conjunto de España como una presencia institucional de más peso, vínculos con la sociedad civil y el rejuvenecimiento de rostros y militancia que ha sido uno de los activos de Ciutadans.
En los gatillazos del PPC tienen responsabilidad conspicua los despachos de Génova 13. Elección tras elección, el PP ha carecido de la aptitud idónea para conseguir la penetración electoral en Cataluña. Por ejemplo: los cambios en el liderazgo de la derecha no nacionalista en Cataluña han sido continuos y desventurados, desde los tiempos de Alianza Popular. El PP no logra recuperar el voto que al desaparecer UCD se fue al pujolismo, ni consigue explicar las ventajas de su política y del orden constitucional. Del mismo modo, expuso pésimamente el significado de los pactos del Majestic. Hubo además una cierta demonización por parte de los medios públicos de la Generalitat que ya han llegado a una paranoia ofensiva para la razón razonable.
Ciutadans ha demostrado que no hacía falta un tinte catalanista para tener expansión representativa. Incluso hubiese sido más oportuna la afirmación de una catalanidad amplia y seguir el precedente de Josep Tarradellas. Es cierto que la Cataluña política no es un terreno favorable al PP. Al mismo tiempo, confirma tantos desaciertos que el PPC no haya podido o sabido aprovechar la oportunidad del caso Pujol. Los votos se han ido a Ciutadans. Y cuando los escaños del PP catalán hacia más falta en la Carrera de San Jerónimo, Albert Rivera obtiene esos cuarenta escaños en toda España.
En franjas decisivas del electorado se perciben renovadas nostalgias de centro. En el caso de Cataluña, ¿quién dará cobijo al voto de las clases medias, a la catalanidad plural, al sentido de negociación con Madrid, al desenvolvimiento de las formas de vida catalana —en proceso de mutación—, a un cierto apego a la estabilidad y al temor a la oleada anti-sistema? Eso es más política-ficción.
Valentí Puig es escritor.
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